Por Marisabel Lucas
Hay vidas que antes incluso de llegar al flamenco, el flamenco llega a ellas y les acoge por instinto. Artistas que huelen a flamenco porque el hogar les impregna. Dicen que uno es de donde viene y adónde va y Lela Soto “Sordera” (Madrid, 1992), reconoce haber nacido para cantar: «Soy una joven que nació para cantar, que vive cantando y que, si dios quiere, moriré cantando». Con estas palabras se define la cantaora madrileña que, perteneciente a una de las sagas más reconocidas del flamenco, asume la responsabilidad que implica su apellido en el cante: «Sé de dónde vengo y me pesa porque yo admiro tanto a mi familia que para mi es importante que estén orgullosos, pero también me beneficia a la hora de alimentarme de música porque tengo un abanico muy amplio en casa».
Pocas palabras se necesitan para describir cómo se siente un artista al terminar una actuación. Lela ha llenado con su voz una de las salas de La Térmica, en Málaga. Sonríe y confiesa estar destrozada. Dice haberse dejado el corazón: “No hay otra manera de hacer flamenco que no sea dejarse el alma y tirarse al barro”. En su día a día no se desprende del flamenco. Es su forma de vida. Recuerda que de pequeña no le hacía falta poner CDs porque su padre, Vicente Soto, se pasaba todo el día cantando. Y ahora, que han pasado los años y se dedica profesionalmente a ello, lo sigue sintiendo como un disfrute: “El cante para mi es una forma de vida. Llego a casa y me apetece escuchar flamenco, voy en el coche y me ocurre lo mismo. Es una necesidad”.
Dice haber vivido el flamenco de forma distinta en Madrid y en Jerez. Sus amigas de la capital no compartían esta afición y le pedían cantar porque sabían que sonaba bien: “Me pedían cantar pero claro no me tocaban las palmas como lo hacían en Jerez”. Su otra cuna. El lugar de donde proceden algunos de sus referentes como la Paquera y el Serna y de donde ella bebe. En la actualidad está centrada en la grabación de su primer disco: “Es algo muy importante para mi y llevo un tiempo metida en ello. Me lo he estado tomando de forma tranquila para hacer algo bonito”. Cree en la libertad creativa del artista y pone como ejemplo a su familia: “Mi abuelo -Manuel Soto “El Sordera de Jerez”- era ortodoxo, al igual que mi padre y mi tío Enrique, y aparecieron mis tíos José El Sorderita y Ray y fundaron Ketama, que es el polo opuesto siendo flamenco”. Considerada una de las voces jóvenes con más proyección del panorama flamenco actual, las palabras de Lela Soto guardan la elocuencia de quien ama lo que hace. Asegura tener ganas de dar todo lo que tiene dentro para que la gente se acerque al flamenco, y marca su objetivo : “Me gustaría que se me reconociera por mi y no solo por todo lo que tengo detrás, pero sobre todo quiero morirme cantando porque si no canto me muero”.
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