Sara Arguijo
Fotos: Alex Rademakers
El más pequeño de los Morente presenta «Albayzín», un disco en el que reivindica el acento de su Granada natal y con el que estará de gira por toda España
Llega pidiendo disculpas por las veces que hemos intentado mantener este encuentro sin éxito y algunas preguntas más tarde no le queda otra que reconocer que es un niño mimado de la industria y del flamenco. Aunque, o lo disimula muy bien, o ciertamente José Enrique Morente Carbonell -Kiki Morente– no parece dejarse llevar por las adulaciones practicando más bien una precavida prudencia, que sólo se salta a veces cuando inevitablemente se le escapa la socarronería que aún se reserva.
Es decir, a pesar de su apellido o precisamente por lo que implica, el cantaor se mantiene al margen de las ideas sólidas y las polémicas más o menos estériles y defiende a cada instante que “el flamenco es una búsqueda”, situándose así en la postura más segura y distante: “la del respeto a todo el mundo”.
De esta forma, Kiki refleja cierta apatía o indiferencia hacia todo aquello que lo distraiga y aleja de paso cualquier sospecha de vanidad que pueda recaer sobre alguien que ha tenido ‘Omega’ como canción de cuna y que ha visto pasar por su casa a intelectuales de todos los colores. Todo porque, en realidad, su pretensión más inmediata es “cantar lo que siento y hacerlo en los sitios de flamenco”.
“De mi padre he heredado el calor de la afición pero también los enemigos”
Una línea de donde nace ‘Albayzín’, el primer disco que lanza al mercado y donde pone en evidencia con un repertorio de granaína, bulerías, tangos, fandangos, soleá, sevillanas, polo y tarantos sus orígenes y su legado.
-¿Qué le ha dado Granada a su cante y qué los Morente a Granada?
-Supongo que es algo mutuo. Mi padre era granaíno por los cuatro costaos y lo llevaba en su cante por bandera. Este amor nos lo ha transmitido a toda la familia, todos somos unos enamorados de Graná. Hemos adquirido esos tangos, ese color de la zambra y donde quiera que vamos, llevamos a Graná en la boca.
-¿Considera que el flamenco de Granada está suficientemente valorado?
-Lo bonito es que cada sitio tenga su acento y en cada tierra haya unos palos y tenga lo suyo. En el caso de Graná está ese aire por tangos muy canastero, el color de la zambra de la que hablaba… Luego algunos los llevamos a cabo y otras veces se nos olvida porque queremos buscar otras cosas… pero siempre intentamos plasmarlo. Además nos sale del alma. Los tangos son como nuestra rumba o nuestra bulería.
-En ‘Albayzín’ está su tierra y gente de la casa, como Juan Habichuela Nieto, con quien continúa manteniendo viva la unión de las dos sagas…
-Es algo muy bonito porque desde chiquititos empezamos juntos y Juan fue de los primeros que me animó a cantar, porque yo tocaba la guitarra. Íbamos al Eshavira, un local de jazz y flamenco que hay en Granada, y allí me atrevía a hacer algunas cosillas. Desde ahí estamos juntos. Para mí es un regalo tenerlo al lado, es uno de mis brazos en el escenario y tenemos un proyectazo juntos que, si Dios quiere, saldrá pronto.
“Juan Habichuela Nieto es uno de mis brazos en el escenario. Nos hemos criado juntos y fue él quien me animó a cantar”
-Y ¿sigue estudiando guitarra?
-Trato de llevarla siempre conmigo, tocarla en casa y dedicarle un tiempo pero sí es cierto que ahora estoy más pendiente del cante. Es complicado llevar las dos cosas al mismo tiempo porque, al final, hay que entregarle la vida y poner en ello todo tu esfuerzo y tus ganas. Además, la guitarra tienes que ir cargando con ella y el cante ya lo llevas encima (Risas).
-De su padre ha heredado muchos amigos, que lo arropan en este disco, ¿se siente un niño mimado?
-Por una parte sí porque tengo mucho calor de la afición que hay hacia mi padre pero, por otra parte, también he heredado a todos los enemigos. En la herencia está todo.
-¿Se siente entonces más presionado por ser Morente?
-Hay una especie de responsabilidad por intentar seguir el camino de cante que hay en mi casa. Es como si de repente en una panadería por la que han pasado varias generaciones viene de pronto el bisnieto y decide cerrarla y abrir un estanco. Daría mucha pena tirar ese horno a la basura.
“Siento la responsabilidad de seguir el camino de cante que hay en mi casa. Daría mucha pena tirar ese horno a la basura”
-En este sentido, ¿qué comentarios le han llegado sobre el disco?
– Hay de todo, porque quienes estaban más cerca de mi padre me dicen que esperaban algo más heterodoxo y luego hay que cree que debería ser todavía más puro. En cualquier caso, lo importante es coger de uno y de otro y sobre eso te vas situando, dependiendo también del día de la semana.
-Porque Kiki Morente, ¿con qué flamenco se identifica?
-Hago un trabajo de búsqueda, de escuchar a los antiguos, a los maestros, a los grandes cantaores de la historia del flamenco. Y luego, por supuesto, a mis compañeros, a los de mi generación y a los más mayores… Arcángel, Poveda, Pitingo, El Granaíno, Rancapino Chico o Israel Fernández, que está pegando fuerte ahora, a Rosalía… gente que se atreve con cosas nuevas.
-¿Y otras músicas?
-También, escucho de todo. Me gusta especialmente la música brasileña, el fado y Manuel de Falla.
-¿Qué tiene que tener un cantaor para le emocione?
-Que le guste lo que hace, rebusque en los cantes y cante con el corazón.
-¿Coincide con quienes dicen que lo más difícil de un artista es encontrar su personalidad?
-Puede ser. El flamenco es mucho de búsqueda, de escuchar lo antiguo y aprender la lección. Respetar mucho a los viejos y llevar todo eso a tu personalidad. Esto es complicado pero si se hace con el corazón supongo que será más fácil.
-“El flamenco es mucho de búsqueda, de escuchar lo antiguo, aprender la lección y llevar todo eso a tu personalidad. Para transmitir uno tiene que estar a gusto cantando lo que siente”
-Da la sensación que no le gusta pringarse, ¿se ha propuesto no dejarse influir?
-Es que sino no hay otra, para transmitir uno tiene que estar a gusto cantando lo que siente, aprender lo máximo posible y llevar todo eso a su terreno, claro. Hay que respetar a todo el mundo, al que hace las cosas como las siente. El que quiera escucharlo que lo escuche y el que no, no.
-¿Le importa entonces más la opinión del público, de la crítica o de su familia?
-Me importan todas, claro. Decir que te da igual es una tontería. Por supuesto que me gusta que me feliciten pero sí intento mantenerme al margen de que me regalen los oídos. Trato de trabajar duro y sentirme lo mejor posible conmigo mismo.
“Dejé la guitarra porque el cante no hay que cargarlo, lo llevas encima”
-Y, de momento, ¿qué está sintiendo en sus conciertos?
-Es la parte más divertida porque los días previos te preparas con tu grupo, ensayas y vas con ilusión. En el directo es donde más se ve la verdad, donde más se disfruta y donde tienes esa conexión con el público que es la que hace sentirte vivo.
-Suponemos que no querrá entrar tampoco en lo que es o no flamenco y menos habiendo citado a Rosalía, que está en el epicentro de esta polémica…
-Como digo, me mantengo al margen e intento seguir mi propio camino. Dios los cría y ellos se juntan (Risas).
-¿Es ésta la filosofía del Morentismo? ¿Cómo lo definiría?
-El Morentismo es la afición al cante, empezando por mi padre, por su trabajo, por su historia y la manera que tenía él de ver el flamenco.
-Y además del flamenco, ¿a qué otras cosas es aficionado?
-Me gusta el Netflix, el fútbol, los toros, la Semana Santa y las mujeres (Risas). Soy así de completito.
-¿La play, no? Hay mucho flamenco confeso de play y donettes…
-(Risas). Bueno, también, pero no lo ponga… (Risas).