Aprovechamos la visita a Madrid de Jesús Corbacho, para conversar con él en la Terraza de las Tablas sobre lo que le ha supuesto ser ganador de la Lámpara Minera 2024, sobre las emociones de aquella noche, su carrera, el valor del cante para baile y de sus proyectos futuros.
Vídeo con la conversación completa:
Jesús, fue muy emotiva tu dedicatoria al ganar la Lámpara Minera 2024 ¿Qué significó para ti ese momento?
Se me ponen los pelos de punta al recordarlo. Presentarme era un homenaje a mi padre, que falleció dos meses después. Él me llevó a todos lados, luchó por mis sueños… Sabía que era mi última oportunidad de darle esa alegría. Cuando anunciaron mi nombre, fue una explosión de emociones: el reconocimiento a mi carrera, el cariño del público… Y, sobre todo, poder decirle a mi padre: «Lo conseguí».
¿Cómo ha cambiado tu vida, tu carrera, tras ganar el premio?
Te abre puertas. Antes, aunque llevaba 20 años cantando para figuras del baile, muchos programadores decían: «Sí, canta bien… pero para bailar». Como si fuera un defecto. ¡Cuando los grandes como Camarón o Morente empezaron así! Ahora me llaman para recitales. Aunque [ríe] algunos siguen diciendo: «Lámpara Minera, sí… pero ¿no canta para baile?».
Hablas de el cante para baile con pasión. ¿Por qué crees que está infravalorado?
Es un prejuicio absurdo. Cantar para bailar exige dominio rítmico, adaptabilidad… Enrique el Extremeño es un monstruo en el escenario, ¡y es cantaor para baile! El flamenco nació así: primero el cante, luego el baile lo sigue. De hecho, yo siempre digo en mis talleres: «La guitarra y el baile deben ser aficionados al cante».
¿Cómo fue lo de presentarte y prepararte para el concurso?
Fue una decisión personal, pero tuve ayuda clave de dos maestros: Jeromo Segura y Miguel Poveda. Jeromo vino a mi casa mil veces; Miguel me mandaba audios corrigiéndome… ellos, me pusieron al tanto de los secretos del cante minero. Siempre he tenido obsesión por escuchar cante: en el coche, en el gimnasio… Hasta mis hijos me dicen: «¡Papá, quita eso!» [risas].
Tu cante tiene un sello muy personal. ¿Cómo lo definirías?
Natural y verdadero. No sé qué plato voy a cocinar hasta que estoy ahí en el escenario. Tengo una voz peculiar –a algunos no les gusta–, pero prefiero eso a ser una copia. Lo mío es contar lo que canto, con honestidad. Morente decía «El cante más difícil es el que peor se te dé».
¿Te has sentido tentado ha hacer algo de experimientación en el flamenco como lo han podido hacer Rocío Márquez o El Mati?
¡No me cierro! Si sintiera la necesidad, lo haría. He cantado en espectáculos con bicicletas que sonaban por seguiriyas [risas]. Pero tiene que nacer de mí, no porque sea una moda. Admiro a Rocío y El Mati porque lo suyo es auténtico. Lo que no haría es un proyecto que no siento, aunque me pagaran bien.
¿Qué proyectos tienes ahora?
Quiero grabar un disco muy especial: hacer cada tema con alguien importante en mi vida. Artistas como Miguel Poveda, El Extremeño… sueño como grabar con Riqueni o Lole, ojalá pueda hacerlo. Ahora voy a actuar en el Liceo de Barcelona con la Gala de Ganadores –¡nunca soñé cantar ahí solo!– y también sigo con «El Choro», un espectáculo loco donde bailo, pedaleo… La gente sale feliz, y el flamenco también es alegría.
Fuera del escenario, eres una persona muy familiar, un padre entregado
Mis tres hijos son mi mayor regalo. Por eso me presenté al concurso: para poder elegir más y estar con ellos. Esta profesión exige mucho: ayer mi hijo jugó con la selección andaluza y no pude ir. Viajamos mucho, pero a veces solo conozco aeropuertos y teatros. [Sonríe] Ahora también estoy haciendo boxeo con mi hermano, me operaron de la rodilla y me dijeron que era bueno para la recuperación.
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