Texto: Silvia Cruz Lapeña
La artista presenta en la Bienal de Sevilla una obra ligada a la actualidad en la que habrá colaboraciones sorpresa.
Especial XIX edición de La Bienal de Flamenco de Sevilla 2016. Toda la información
Contra las apariencias, Yerbabuena
“¿Qué te queda de Alemania?” La pregunta es para Eva Yerbabuena, quien al oírla, exhala una risa y un suspiro. “Qué difícil me lo pones”, contesta mientras busca la respuesta. “El primer oxígeno es importante: creo que es de allí de donde tomé la constancia y la resistencia.” Sigue el hilo del cuestionario y cuenta que de Granada tomó lo romántico y lo mágico y no duda cuando se le pide que decida entre dar clases o recibirlas: “Prefiero impartirlas porque yo también aprendo.”
Eva Yerbabuena habla en tono jovial mientras ensaya el espectáculo que presenta el 12 de septiembre en el Teatro de la Maestranza para la Bienal de Sevilla. Explica con cautela en qué consiste. No es fácil, pero se lanza. “Nada más nacer nos cargan con una identidad, nos viste la madre a su gusto, nos atribuyen un rol que no elegimos. Y nuestra personalidad se vuelve limitada.” Lo que cuenta no es pequeño, y ella además, lo baila. En “Apariencias”, Eva Yerbabuena danza sin pelo, baila de hombre, luce sin peinetas, con mantones y sin ellos, sin moño, ni imposiciones. Es su espectáculo número trece y confiesa que hay en él algo de inevitable. Como si todos los demás hubieran sido un camino para llegar hasta aquí.
La bailaora cita a Nietzsche de memoria y un libro que le regaló una amiga: “Liberarnos de todo lo computarizado es alcanzar nuestra esencia.” No teme decir cosas de otros, demostrar que tiene memoria y la usa. Y que no quiere olvidar. “En mi show hay referencias a la actualidad, a los refugiados, a la velocidad a la que cambia todo, a la importancia de la apariencia sobre la esencia.” Se dice comprometida y aunque asegura que aprendió de Mario Maya “la inquietud”, hoy cita como único maestro “al tiempo”. “Los alumnos son los hijos”, contesta con una respuesta que apenas tiene que pensar.
Ni ondas ni peinas, cabeza
En la entrevista, Yerbabuena cita nombres grandes: Bach y Béla Bartók, por ejemplo, y confiesa que le gusta escribir y le gustaría atreverse con un libro pero que se siente verde. Eva ríe, y con la risa rompe esa imagen, pura apariencia, que se ve de ella en las fotografías: dos enormes ojos negros y un rictus serio. No hay severidad en su voz, tampoco lecciones. Lo que pasa es que Eva piensa. Que no quiere ondas, ni peinas, quiere cabeza. “En mi baile siempre busco el equilibrio, no el extremo.” Dice que le incomoda lo muy blanco y lo muy negro, y que busca una armonía porque con su baile busca reconciliación, no rebeldía. Si está equivocada o en lo cierto, nadie lo sabe pero en su manera de hacer, pensar y hablar, hay un hilo de coherencia, esa virtud que algunos creen que es de juguete.
Yerbabuena le bailó a Zurbarán en “Persuasión y devoción”, su show de 2013 en el que se atrevió con la música barroca. Y es la misma que se dio un paseo por su sexo y por su género en “Cinco mujeres.” Podría parecer testaruda pero sólo es firme. Cuando lleva un rato hablando, se advierte que lo que profiere no son certezas sino dudas en movimiento. Pero no les tiene miedo. “No puedo parar mi cabeza”, dice en un momento y vienen a la mente de quien la escucha otros shows suyos: “Ay”, por ejemplo, o “Lluvia”, espectáculos en los que Eva practica la caza mayor más dura: buscar lo humano.
“Vivimos en una pura contradicción, también en el flamenco, que se dice puro y es el arte más impuro que existe”, asegura una mujer que dice amar la mezcla. Por eso, en “Apariencias” le cantan Alfredo Tejada y José Valencia pero también Alana Sinkëy, cantante de Guinea-Bissau a la que califica de “hermosura” y anuncia que habrá sorpresas pero no las cuenta. “Naciste vieja”, cuenta la bailaora que le decía su abuela y recuerda a una frase de Macedonio Fernández. Aquella que imprimió en “Adriana Buenos Aires” y que decía algo tan melancólico como que “el mundo fue inventado antiguo.” Y ese es el globo, cambiante, veloz y viejísimo, que baila/ piensa Eva Yerbabuena.