Acaba de nacer la revista «Acordes de Flamenco»,
en el primer número abre con una entrevista a
Carmen Calvo, la ministra de Cultura. RM Editorial nos
la han cedido amablemente para su publicación
en DeFlamenco.com.
Texto. David Calzado Foto. Paco Manzano
Me declaro flamenco-alcohólica
Primera hora de la mañana de un lunes
de febrero. La ministra de Cultura parece no sufrir
el síndrome que a todos nos atrapa a principios
de semana, ¡qué energía!
El cuestionario y el «usted» debidamente preparados
desaparecen de la mesa en el primer minuto. La aficionada
Carmen Calvo se lanza apasionadamente por la cuesta
abajo de los recuerdos flamencos y ya no hay quien la
pare. Como dicen las madres «qué mona va
siempre esta chica». Esta mañana viste chaqueta
casual de punto, vaqueros ajustados y botas de puntera
fina. Al cuello, un pañuelo blanco cae con elegancia.
Luce media melena que acaricia repetidamente, y sus
ojos, rasgados y negros, delatan su procedencia. Acertó
Luis del Val cuando habló de su parecido -salvando
las distancias- con Jackie Kennedy. Carmen Calvo (Cabra,
Córdoba, 1957) quiere que se sepa que el flamenco
es la mejor materia prima con la que cuenta su Ministerio
y por eso no ha dudado en apoyar el nacimiento de Acordes
de Flamenco. En la hora generosa que dura la entrevista
la responsable de Cultura nos desvela asuntos como que
su abuelo fue mecenas de un cantaor, que no descarta
que Madrid cuente en unos años con un teatro
dedicado únicamente al flamenco y que le gustaría
que éste volviera a la parrilla de Televisión
Española «pero no para trasnochar»,
apunta. Aunque divaga más sobre lo que debiera
ser que sobre lo que es, parece que con ella en el Ministerio
el flamenco tiene los garbanzos asegurados.
¿Cómo te gustaría
aparecer en esta entrevista, como aficionada, como forofa,
como estudiosa? Pedro Almodóvar, una
noche que fuimos juntos a escuchar a Poveda, me dijo
que él era flamenco-alcohólico. Era cuando
empezó a salir esa idea que se inventaron los
yankies de los adictos al trabajo, los works-alcoholics.
Y Pedro lo decía por que él necesita el
flamenco, y yo citando a Almodóvar me declaro
flamenco-alcohólica.
¿Y de dónde
te viene la afición? Yo provengo de una familia de entendidos. De un
padre que nos ponía a escuchar flamenco porque
decía que los niños andaluces tenían
que escuchar flamenco y adiestrar su sensibilidad y
su oído. Luego, en mi casa somos tres hermanos,
a dos nos gusta, y a uno, no. Además, mi abuelo
paterno fue íntimo amigo de un gran cantaor,
Cayetano Muriel, el Niño de Cabra que además
cantaba muy bien los fandangos de Lucena. El nombre
se lo puso don Antonio Chacón porque lo oyó
cantar en una venta y le dijo «joío Niño
de Cabra, cómo canta los fandangos». Él,
D. Antonio, que los cantaba mejor que nadie. Y mi abuelo
era un poco su mecenas.
Y ahora ¿tienes tiempo
para seguir al día? Ahora leo en las críticas cómo va
el flamenco, pero no como hace años que iba a
los mejores festivales del verano. La verdad es que
no tengo tiempo. A veces veo que hay festivales en Huelva,
en algún sitio de Cádiz, de Sevilla, de
Córdoba, porque el buen triángulo del
flamenco, sin desmerecer a nadie, está en esa
zona: Cádiz, Córdoba y Sevilla; también
una parte de Granada, pero los cantes de Granada son
distintos. Y mira que la Peña El Taranto de Almería
es de lo mejorcito que hay en este país. Yo he
estado allí con El Agujetas y no veas. Pero ahora
no tengo tiempo para ver a los cantaores cuando hay
que verlos. A los cantaores, en los escenarios programados
se los disfruta mucho porque cada vez son más
profesionales; pero claro, el flamenco es muy oral,
es muy del arranque, de la espontaneidad, por eso la
autenticidad y la verdad del flamenco es prácticamente
incomparable.
Hay analfabetos de sensibilidad
y de inteligencia que desprecian el flamenco porque
no pueden llegar a él.
¿Qué tendrá
el vino cuando lo bendicen? El flamenco es un hecho artístico como no
hay otro. Tiene texto, tiene poética, tiene música,
tiene expresión corporal, tiene instrumentos
especiales y, como decía Lorca, es un mundo dentro
del mundo. El flamenco encierra una verdad, no se sabe
cuál, pero es el misterio de las cosas creativas.
Y yo creo que por eso le gusta a tanta gente. Yo acabo
de llegar de China y allí lo único que
se conoce de España es el flamenco. Y yo creo
que la verdad que encierra debe andar por donde andan
los espirituales negros; y eso sí es mío
aunque no sea brillante, siempre he pensado que el flamenco
son los espirituales que tenemos los occidentales. Es
un hecho artístico completo como pocos y tiene
que encerrar alguna verdad comprensible universalmente
al margen de músicas, idiomas, culturas y fronteras.
Y si no, no se explica. Y además, si te paras
a pensar en toda la música actual que se hace
en España, hay un porcentaje grandísimo
que tiene un sustrato del flamenco.
Si tuvieses que llevarme
esta noche a escuchar flamenco ¿dónde
me llevarías? (la ministra no lo duda)
Al Teatro Real, que Mercé presenta disco. Me
lo has puesto facilísimo. Porque es que además
adoro a José, porque canta muy bien, conoce muy
bien el flamenco, ha sabido estar en los orígenes
y en las fuentes directas, y además está
haciendo que el flamenco lo escuche mucha gente. A mí
que algunos discos de Mercé estén llegando
a tantísima gente joven me emociona y se lo agradezco
como ciudadana y, naturalmente, como ministra, de rodillas.
Y que el estreno de su disco sea en el principal teatro
público de este país, el Real, me parece
de justicia. Esto es España y punto. Creo que
los españoles nos hacemos un gran favor cuando
ahondamos en las verdades de algunos de nuestros tópicos.
A mí no me gustan los tópicos de baratija,
pero las verdades de los grandes tópicos de este
país son fantásticas. Que tú vayas
por el mundo y que lo primero que te digan sea flamenco,
habrá gente a la que le moleste, pero a mí
me pone de pie, porque qué otra aportación
extremadamente original en el terreno musical, dancístico,
coreútico, ha hecho España.
Ayer, entrevistando a María
Pagés le pregunté qué le pediría
a la ministra de Cultura y lo tuvo claro. Para ella,
España tendría que tener una teatro-sede
oficial que programara e investigara flamenco todos
los días del año. Estoy totalmente de acuerdo con ella y, de hecho,
cuando yo tenía responsabilidades en la Junta
monté un circuito andaluz de flamenco donde se
movilizaron muchísimos artistas, y obligamos
a que una red muy importante de los teatros más
grandes y de capitales de provincia programaran establemente
cante, baile y toque en sus temporadas. Ésa fue
una novedad que arrancamos hace seis o siete años.
Y funcionó muy bien. Hacer eso en el territorio
nacional es el intento que nosotros buscaríamos
de acuerdo con las Comunidades Autónomas, y tener
una sede estable de flamenco en Madrid tiene que ser
una meta. Igual que mi padre decía «vosotros
sois unos niños andaluces y deberíais
entrar en la sensibilidad, la inteligencia, la originalidad
y en el hecho artístico que supone el flamenco
y luego, si no os gusta, no os gusta», yo pienso
que eso que me ha ocurrido a mí se debería
de extender en términos generales. Después,
cada cual elige lo que le gusta o no. Pero es difícil
de entender que los niños y niñas de este
país no puedan acceder a entender el flamenco
independientemente de lo que luego elijan.
En este país hace
falta que las políticas culturales pasen por
el flamenco.
Y es que, como dices, el
flamenco está muy presente en las músicas
que escuchan los jóvenes. Eso es, cuando ves los discos que compran los chicos
y chicas tienen todos un fondo aflamencado, por lo que
aquí nadie está a salvo del flamenco.
Y desde luego, lo que te sorprende es que está
muy presente en las biografías de algunos de
los músicos que más te pueden impresionar.
Yo recuerdo que Prince viajó a Cádiz para
bucear en el mundo del Camarón. Y para llegar
a esto, la lista de agradecimientos es para caerse:
Mairena, Chacón, La Niña (de los Peines,
se supone), Manuel Torre y tantos otros, pero también
a muchísimos actuales que han procurado que esto
se adapte para existir. Por eso, al Camarón,
en contra de muchas críticas, le di la Llave
de Oro del Cante, por toda su aportación, que
ahora están haciendo otros muchos como Poveda
o Israel Galván, que es alguien increíble
al que vengo siguiendo desde hace diez años,
cuando le empezamos a dar cobertura en el Teatro Central
de Sevilla.
Da la impresión de
que Carmen Calvo ha sido más flamenca como consejera
que como ministra. Lo que ocurre es que como consejera estuve ocho
años y me dio tiempo a mucho, y como ministra
llevo sólo año y medio y en este tiempo
he tenido que hacer muchas cosas, con un territorio
mucho más amplio y con más complejidades
en mi trabajo. Porque ahora muchas de las cosas que
tengo que hacer las tengo que negociar con otros, con
ayuntamientos, con comunidades, mientras que como Consejera
tenía un espacio más claro en la ejecución.
Yo tomaba una decisión y la podía llevar
adelante. Ahora es mucho más complicado, aunque
estoy muy satisfecha con este año y medio. Pero
sí creo que en este país hace falta que
las políticas culturales pasen por el flamenco
como parte identitaria de la cultura española.
Por que, además, el flamenco no sólo se
escucha en el sur. En Madrid se da el mejor flamenco,
y está habiendo más flamenco que nunca
en Cataluña, el Festival de Flamenco de París
está en su segunda edición y en ese orden
de cosas iremos dando pasos.
Una de las cosas que Carmen
Calvo acometió como consejera fue iniciar el
expediente para que el flamenco fuese declarado Patrimonio
Oral de la Humanidad. Parece que no ha habido suerte
y que nos han ganado, con todos mis respetos, la música
isopolifónica popular albanesa, el güegüense
de Nicaragua, los dragones procesionales de Bélgica
y Francia, y otras 40 propuestas más, que sí
han conseguido tal denominación. (se acelera) No, no es que nos haya ganado nadie,
eso está en un trámite larguísimo
y complicadísimo como todo lo de la UNESCO. A
mí me costó ocho años que Úbeda
y Baeza fuesen Patrimonio de la Humanidad. Hemos dado
el primer envite y ese proceso no se ha perdido. Es
la primera vez que se hace una propuesta de varios países.
Nosotros nos hemos convertido en un estado absolutamente
cooperador con la UNESCO, hemos roto con la política
de los populares que pasaban de Naciones Unidas, de
la UNESCO y de todo, hemos vuelto al Comité de
Patrimonio Mundial donde sólo están 21
países, hemos doblado el presupuesto de apoyo
a esta agencia de la ONU y todo eso dará sus
frutos.
A mí que algunos
discos de Mercé estén llegando a tantísima
gente joven me emociona y se lo agradezco como ciudadana
y, naturalmente, como ministra, de rodillas.
Y como aficionados al flamenco
nos interesa pensar que la UNESCO ha dado prioridad
a manifestaciones culturales que están más
cerca del peligro de extinción, ¿no? Evidentemente. Es que el flamenco no necesita protección
en ese sentido. Es un arte dinámico, boyante
y poderoso donde lo coloques. Pero, como todas las manifestaciones
culturales, necesita ayuda por parte de los presupuestos
públicos y del mimo de la política cultural
de un Gobierno. Por supuestísimo. Pero también
hay que tener en cuenta que España es el segundo
país del Mundo (después de Italia) más
protegido por la UNESCO, con 38 declaraciones de Patrimonio
de la Humanidad. Por eso no es fácil sacar adelante
otra declaración de España. Y, además,
nuestro papel no puede ser sólo proteger lo nuestro
y queremos llevar a cabo una política de comprensión
y solidaridad.
¿Con qué palo
flamenco se identifica la ministra? (se lo piensa) Depende. A mí el día
que estoy más contenta conmigo misma me gustan
los cantes más alegres, los tangos y los cantes
abandolaos, los cantes de Córdoba, las colombianas.
Y luego también me gustan mucho los cantes serios
pero no para escucharlos grabados, sino cuando estás
metida en el lío, que es cuando dices de repente:
«¿Esto qué es?». Es que el mundo
del cante tiene que ver mucho con los toros. Tiene mucho
peligro. Y es que el cantaor y la cantaora salen muy
solos. El flamenco es muy de soledades, tanto para el
que lo ejecuta como para el que lo recibe. Podemos estar
5.000 y estamos cada uno solos con nosotros mismos y
sintiendo cosas distintas. No hay comunión como
cuando vas a un concierto de rock. Esto lo articuló
muy bien ese tándem maravilloso al que le debemos
tanto, Lorca-Falla. Dijeron cosas muy importantes, como
cuando Lorca aseguró que el flamenco era la música
culta de los españoles y que qué es eso
de denigrar al flamenco como un mundo lumpen. Y eso
es tan verdad que muchos analfabetos no pueden acceder
al flamenco. Y no digo analfabetos en el sentido de
clase, ni gente sin formación, sino analfabetos
de sensibilidad y de inteligencia que lo desprecian
porque no pueden llegar al flamenco. Porque para llegar
al flamenco hace falta un poquito de arte por dentro.
¿A la aficionada Carmen
Calvo le gustaría que Televisión Española
tuviese un programa de flamenco como tenía hace
pocos años? Sí, pero no para
trasnochar. Estoy totalmente a favor entre otras razones
porque creo que se podían hacer programas más
actualizados, donde se podría debatir de textos,
de instrumentos, de cómo influyen algunos palos
en la música actual. Hay tanta cultura española
metida en el flamenco, la mires por donde la mires,
que habría que inventarse un programa que no
fuese el de colocar delante de la cámara al cantaor
o la cantaora, porque el flamenco como más se
disfruta es en directo.
Me han dicho que eres forofa
de la Niña de los Peines. A la Niña hay que reivindicarla mucho. Yo
creé el premio de la Niña de los Peines
y además recogimos cantes suyos que estaban en
cilindros de cera y, después de limpiarlos y
digitalizarlos, sacamos un pack de sus cantes que son
patrimonio de Andalucía y de este país.
Por cierto, se lo regalé a García Márquez
-que la gente no sabe que lo que más le pierde
es el flamenco- y me respondió con un mensaje
diciéndome que era lo mejor que le habían
regalado en los últimos años. Y, también
se lo regalé a una persona a la que yo quiero
mucho y que entiende muchísimo de música
y me dijo: «Hay tres voces femeninas en este planeta,
la de Ella Fitzgerald, la de María Callas y la
de Pastora Pavón».
Esto es España y
punto. Creo que los españoles nos hacemos un
gran favor cuando ahondamos en las verdades de algunos
de nuestros tópicos.
Hace tiempo Félix
Grande me hizo ver la contradicción que existe,
en un país como España, entre los presupuestos
dedicados al flamenco y a algo tan poco nuestro como
la ópera. ¿Está de acuerdo? Seguramente, no le voy a quitar la razón
en esto. Pero este país tiene una historia que
hay que atenderla. España sale en 30 años
de una dictadura que lo arrasa todo; en la que, cuando
buscamos abrirnos a la democracia lo primero que queremos
es homologarnos con Europa y para hacerlo tienes que
tener a Mozart y a Puccini todos los días y,
naturalmente, no quieres saber nada del Magreb ni de
Marruecos. Yo creo que en estos 30 años se han
hecho muchas cosas y casi todas bien hechas en la cultura
española. Ahora va llegando el momento de empezar
a reorientar las cosas; pero claro, en un país
donde no había orquestas había que crearlas,
donde no se había escuchado prácticamente
ópera había que formar a la gente, aunque
fuese en detrimento de lo que hace 30 años, cuando
se murió Franco, era lumpen, que era el flamenco,
que Marruecos estuviera tan cerca cuando queríamos
estar en Bruselas y en Rótterdam. Ahora nos encanta
ser de Marrakech porque nos estamos reconciliando con
lo nuestro, y las reconciliaciones y los cambios culturales
son muy lentos, y determinados cambios -sobre todo políticos-
pueden ser muy rápidos. El mamarracho de Tejero
tardó cinco minutos en plantarse en la tribuna
del Congreso pegando tiros. Eso fue muy rápido
aunque también lo fue la respuesta. Pero los
cambios culturales son muy lentos. Dile tú a
mucha gente en este país que cultive a sus hijos
en el flamenco. Parece más chic que conozcan
a Mozart antes que a Mairena. Pues ya volverán
las aguas a su cauce porque este país nunca ha
tenido tantas décadas de libertad y de democracia.
Que hay que ayudarle, por supuesto, que lo tenemos que
hacer quienes tomamos decisiones, así es, y que
hay que poner inteligencia y recursos públicos,
pero yo cada vez veo flamencos más dignificados,
mejores críticas, artistas mejor colocados en
el prestigio cultural. Hace 50 años ese mundo
no tenía prestigio y ahora tú te cuadras
delante de ellos. Y yo de lo que me alegro es de que
hayamos pasado de la juerga del señorito andaluz
a José Mercé agotando las entradas en
el Teatro Real.
Te veo enormemente optimista. Es que el flamenco está fantástico.
Ahí tienes a gente como Estrella (Morente) que
es una cosa que no te lo crees. Cada vez que la oigo
es como de otro mundo, parece que escucho a la Niña
de los Peines. Y hace poco estuve viendo a Lebrijano
con un músico marroquí, porque ésa
es otra, la capacidad del flamenco de abrazar otras
culturas. Eso es un activo moral. Pero todo es lento
y, además, a los flamencos no puedes forzarlos
porque son unos grandes intuitivos. ¿Y Evita
La Hierbabuena, que crece 50 centímetros cada
vez que se sube al escenario? Adoro también a
María (Pagés) porque ha sido totalmente
moderna y atrevida con todo. Son unos fenómenos
maravillosos que pertenecen a lo más divino que
tiene el flamenco y el que lo quiera, lo tome y el que
no, lo deje, pero eso no se lo carga nadie.