ANTONIO MÁRQUEZ,
Premio Tanit del Consell Insular de Ibiza, presenta
en Madrid su selección “10º
aniversario Compañía Antonio Márquez”
Compañía Antonio Márquez
11 y 12 de agosto en el Matadero de Madrid. Veranos
de la Villa.
“El ‘no
se puede’ no existe en el baile”
por Manuel Moraga
Viene de realizar una importante gira
por Italia y casi sin solución de continuidad
ha regresado a la Ibiza de su infancia para recibir
el premio Tanit que le ha concedido el Consell
Insular por su trayectoria artística. Y
para rematar la semana, los días 11 y 12
lleva al escenario del Matadero de Madrid –dentro
de los Veranos de la Villa- su selección
“10º Aniversario”. Así
es de intensa es la vida de Antonio Márquez,
uno de los artistas más comprometidos con
la danza española y de más proyección
internacional: no en vano es de los pocos que
pueden presumir de haber recibido el prestigioso
Premio Nureyev. Entre tanto ajetreo, le hemos
podido abordar en un momento de pleno descanso
del guerrero.
¿Qué
es un premio para ti: una meta, un punto de partida
o un área de descanso?
El premio me hace muchísima ilusión
porque aunque me vine muy pronto a Madrid –con
diecisiete años- ya traía una buena
base de Ibiza gracias a mis maestros Paco Torres
y María Martín. Estoy muy contento
porque volveré a la tierra donde me crié,
donde viven mis padres, donde mis compañeros
me vieron formar los pollos que organizaba en
el colegio (como cuando me ponía a bailar
en medio de un examen de matemáticas)…Por
todo eso este es uno de los premios que quizá
más me han emocionado. Y de lo que preguntabas…
no, descanso, no. Es una palmadita más
en la espalda que te anima a seguir luchando y
te reafirma en tu trabajo
Has logrado pasar la
barrera de los diez años con tu propia
Compañía. No está nada mal,
teniendo en cuanta lo difícil que está
la profesión.
La verdad es que es complicado tener tantas personas
en una Compañía y que se lleven
bien. Esa es una de mis luchas. Dar estabilidad
a la Compañía, pero con un contacto
humano, personal. Ahora sí lo he conseguido,
y cuando se sale al escenario se nota. No hay
día que no salgan dejándose la piel.
Pero ahora ya son once los años que llevamos
trabajando. Por esa razón, para conmemorar
el décimo aniversario, el pasado año
recopilé algunas de las coreografías
que más ilusión me hacían
y ahora, en el Matadero de Madrid Currillo y yo
vamos a hacer además unas Alegrías.
Las ha montado Currillo y son muy bonitas.
“Sigo
aprendiendo que cada vez tengo que aprender más.”
¿Por qué
decidiste crear tu propia Compañía?
Creo que no me lo planteé nunca. Nunca
tuve ese reto. El responsable de todo esto fue
el maestro Granero. En una unión que tuvimos
en Sevilla él me dijo: tu eres joven todavía,
tienes ganas e ilusión ¿por qué
no montas tú la compañía
y llevamos este trabajo que queremos hacer en
conjunto? Lo que me planteaba era un poco lo que
yo había vivido en el Ballet Nacional de
España. Y así lo hicimos. Yo tenía
a mi derecha a una persona en la que creía
y que tenía capacidad para llevar ese proyecto
adelante. Entonces seguimos, tuvimos la suerte
de que en Madrid estaban buscando Compañía
para estrenar en el Teatro Real. Y así
fue. A partir de entonces la lucha ha sido –como
suelo decir- “armada”, tratando sobre
todo de dar una estabilidad y un peso a la Compañía.
¿Y cómo
se consigue eso?
Con trabajo con ilusión, con ganas de trabajar
y de aprender. Por eso siempre he llamado a coreógrafos,
a maestros, compañeros bailarines, he tratado
de tener una sede donde puedan asistir a impartir
esas clases que nunca deban faltar. Uno tiene
que estar siempre dirigido y aprendiendo con gente
que te pueda sacar más de lo que uno se
puede dar a sí mismo. Así que desde
hace unos dos años he logrado formar una
Compañía estable, en el sentido
de que somos los mismos bailarines, que no estamos
cambiando constantemente.
¿Has pasado muchos
malos tragos en estos más de diez años?
Sí, pero a mí se me olvidan las
cosas muy pronto. Esos malos tragos son los berrinches
que uno se toma cuando las cosas no salen como
tienen que salir. Yo soy una persona muy visceral
y muchas veces no me da tiempo a pensar las cosas
que ya he dicho. La mayoría de los malos
ratos son consecuencia de mi forma de ser, pero
es así por el amor que le tengo a esta
profesión.
“Hoy estoy encantado
de la Compañía que tengo y voy a
hacer todo lo posible para mantenerla tal y como
está.”
¿Y cuáles
han sido los mejores momentos?
En todas las etapas los he tenido. Hemos hecho
cosas muy buenas y hemos trabajado mucho y por
todo el mundo. Pero quizá lo que más
valoro es el trato humano. Hoy estoy encantado
de la Compañía que tengo y voy a
hacer todo lo posible para mantenerla tal y como
está, porque me siento protegido cuando
estoy en el escenario y también me siento
a gusto cuando estoy fuera.
¿Muchas responsabilidades?
Cuando empecé con la compañía
no sabía lo que me iba a encontrar. Cuando
yo estaba en el Ballet Nacional o en cualquier
otra de las muchas compañías en
las que he estado, te ponen tu camerino, tu sastra,
las luces, todo, y de lo único que tienes
que encargarte es de bailar. Eso es maravilloso,
pero luego la realidad no es esa. Cuando tienes
Compañía propia, cualquier cosita
requiere tu presencia, incluso para solucionar
problemas un minuto antes del espectáculo
y, a veces, también en medio de la representación…
Se necesita mucha fuerza para poder conectar y
desconectar… derrochas mucha energía.
¿Qué has
aprendido en todo este tiempo?
Sigo aprendiendo que cada vez tengo que aprender
más. Y sobre todo voy aprendiendo a que
todos no somos igual, que hay que entender a cada
uno. También el ser siempre el ejemplo
me ha hecho pasar malos tragos: en mi Compañía
casi siempre he sido el más veterano, y
cuando alguien dice que esto “no se puede
hacer” allí he ido yo a hacerlo…
El “no se puede” no existe en el baile.
Esa postura me ha causado sinsabores, pero también
es bueno que la gente tenga referencias.
“Mientras estoy
activo no me doy cuenta de los años que
llevo, pero en cuanto paro me duele hasta la lengua.”
¿Has tenido
tentaciones de tirar la toalla?
Yo hubiera mandado todo esto a hacer puñetas
muchas veces, pero siempre termino pensando que
merece la pena ¡claro que merece la pena!
El público se merece eso y más.
Pero mucha culpa que haya seguido para adelante
la tienen esas personas que han estado a mi lado,
las que me han apaciguado, las que han conseguido
que me muerda la lengua y cuente hasta diez. Una
de esas personas es mi mujer, Eva Leiva, a la
que realmente se lo debo todo.
No haces audiciones
para entrar en tu Compañía…
A mí eso me recuerda esos exámenes
en los que el profesor decía que se podían
utilizar el libro y los apuntes… Instintivamente
uno piensa que el examen va a ser complicadísimo…
¿es difícil responder a las exigencias
de Antonio Márquez?
Personalmente creo que no, porque a nadie se le
obliga a estar en esta profesión. Esto
es muy vocacional y exige amor. Jugamos con nuestro
cuerpo y cada día nos cuesta más
levantarnos. En la última audición
que hice se presentaron 350 personas y pude seleccionar
a elementos maravillosos, pero me duraron tres
días. Entonces lo que hago es que ya no
hago audiciones y la gente que quiere venir a
tomar clases puede hacerlo, siempre con un cupo
máximo, lógicamente. No les puedo
subvencionar, ni darles un dinero, pero sí
les puedo dar muchísimas horas de trabajo,
que les va a aportar más que el dinero
Si esa gente es capaz de seguir el ritmo que nosotros
llevamos es seguro que a la vuelta de seis meses
está en al Compañía, porque
siempre hay alguna baja o puedo ampliar el repertorio.
Al final, lo que consigo es formar bailarines
para el trabajo que yo necesito. A mí me
viene muy bien y a ellos también.
Tienes la sede en Villaviciosa
de Odón ¿Qué aporta vuestro
trabajo a esa localidad madrileña?
Para empezar, siempre trato de exponer mis pensamientos
a los dirigentes culturales. Y siempre les digo
que aquí tienen que venir todas las Compañías,
porque se está creando una gran afición
a la danza. Date cuenta que para la gente de Villaviciosa
es como si fuéramos su Compañía,
que además nos ven trabajar a través
de una cristalera, como si estuviesen viendo el
fútbol. Nos conocen y todo eso crea expectación
y afición.
Estás prácticamente
recién aterrizado. Llegas de Italia de
hacer una gira de ocho actuaciones en trece días..
Si, la gira ha sido dura: Parma, Catania, Trieste,
Roma… También hicimos una televisión
con motivo de los Premios Roberto Valentino, que
son muy importantes allí. Después
estuvimos en el Festival de la Versiliana…Hemos
venido muy contentos.
En Italia se te quiere
mucho desde hace ya tiempo
Lo que ha pasado con Italia es que di un pelotazo
muy fuerte y ha seguido.
“Sólo
he querido promocionarme en el lugar que creo
que debo hacerlo: en los escenarios.”
¿Por qué
aquí es más difícil?
Aquí nos movemos por otros parámetros.
Hoy la fama es como una lotería. De repente
una persona entra en televisión, se mete
en un programa y a partir de ahí es la
persona que más discos vende… Y un
compañero suyo que a lo mejor sigue picando
piedra en una cantera piensa “¿cómo
es posible, si yo he hecho lo mismo que él,
y ahora ni se acuerda de mí?”. Eso
hace que la gente se frustre. Yo comparo esa vía
con un embudo, en el sentido de que al principio
es muy ancho, pero luego tienes que tragar mucho,
y yo nunca he estado dispuesto a entrar por ese
embudo. Siempre he tenido muy claro que en mi
profesión, aparte de que se nazca, luego
hay que hacerla con el trabajo. Quizá no
me haya promocionado suficientemente, pero es
que sólo he querido promocionarme en el
lugar que creo que debo hacerlo: en los escenarios.
Entonces
¿Crees más en el trabajo que en
la suerte?
Por supuesto. Yo nunca he comprado lotería
porque sé que no me va a tocar. Tengo claro
que no puedo dejar aparcado mi trabajo porque
tenga que dedicarme a otras cosas. Mientras estoy
activo no me doy cuenta de los años que
llevo, pero en cuanto paro me duele hasta la lengua.
No pregunto ahora a
Antonio Márquez bailarín, sino al
hombre ¿qué te inquieta?
La injusticia. No la soporto. No puedo callarme.
Mi mujer me dice “Pero Antonio ¿es
que siempre hablas tú? ¡Deja a otro
que hable!” Y yo le digo ¡Pero es
que no va a hablar!
¿Qué son
los hijos para Antonio Márquez?
Pues de ser todo “yo” y pensar siempre
en mí, tienes que olvidarte y empiezas
a reflejarlo todo en los hijos. Ellos pasan a
ser lo primero. La vida se hace ya en función
de ellos.
¿Te gustaría
que siguieran tus pasos?
Veo que alguno sí tiene vena artística.
Si ellos son felices, por supuesto que me gustaría,
pero sea esto o sea lo que sea. Yo les apoyaría
en todo, pero un apoyo oculto, sin que se sepa,
dejarles que se levanten solos si se caen, para
que aprendan a valorar un poco más la vida.
La verdad es que ahora se lo ponemos todo muy
fácil y eso les va a proporcionar más
disgustos que alegrías. Pero si alguno
se quiere dedicar a esto, por lo menos tendrá
algo muy importante: una Compañía…
A ver si conseguimos que dure como la Cruzcampo,
una Compañía que dentro de veinte
años pueda decir “fundada en mil
novecientos noventa y cinco.”
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