Escrito y editado por Andrei Shapiro, Niño de Bela
Realizada por Niño de Bela en el centro de Danza Española y Baile Flamenco de Silvia Duran.
“Porque a mí me gustaba demasiado el baile”
Estamos en el centro de Danza Española y Baile Flamenco de Silvia Duran en Tel Aviv para hablar con Antonio El Pipa, – un maestro y bailaor grande que viene de la cuna del flamenco, Jerez de la Frontera. El motivo de la visita a Israel es un curso de baile y la intervención del Pipa como artista invitado en Jaffo en la Casa de la Fundación de los Coreógrafos.
N.B.: Antonio, te he querido preguntar sobre tu familia. Cuando se dice “Antonio El Pipa”, Juana “la del Pipa”, La Tía Juana “la del Pipa”, se trata de una familia de tradición flamenca, del flamenco de raíz. Entonces te quiero preguntar si puedes contarnos algo sobre de tus orígenes.
A.P.: Es muy fácil. Yo ya nazco dentro de una familia gitana de los artistas de Jerez de la Frontera del Barrio de Santiago, con lo cual tenía una identidad propia desde antes que decidí a ser un bailaor. Tuve la suerte de nacer en esta familia, en esta tierra y en esta cultura. Soy uno de los hombres más felices del mundo, cuando hablo de mi trabajo. Si encima tenía la suerte de nacerme en esta familia tan bonita como la mía, muchísimo más. Por supuesto, que siempre doy gracias a mi abuela Tía Juana la del Pipa. Fue un poco la culpable de que una generación de mi tía Juana o la mía siguiéramos la misma saga artística.
Todos queremos a nuestras abuelas, encima la mía era artista y contaba sus historias, cuando iba a festivales, y cuando le cantaba Mairena, y cuando le cantaba el Sordera. Entonces era todo lo bonito que tiene estar con una abuela, pero además con una abuela que era artista. Y que para mí, que a mí me gustaba el baile – era como mi primer ídolo.
Pero después, mi familia es una familia muy humilde, muy de verdad, una familia gitana de Jerez, que su mayor tesoro es el amor para los suyos. Una familia adorable a la que quiero muchísimo: la que me regalaron mis padres, la que tengo con mis hermanos, y por supuesto, la mía propia. Para mí la familia es muy importante.
N.B.: ¿Antonio, como empezaste a bailar?
A.P.: Como cualquier gitano del barrio de Santiago de Jerez. Para nosotros es algo natural. Los niños jugamos con la bicicleta, al balón, corremos por las calles, pero también bailamos por bulerías en la esquina, o en la puerta de iglesia, o en un banco del parque. Es que para nosotros forma parte de nuestros juegos. Soltamos el balón para hacer las palmas por bulerías o hacemos una carrera con bicicleta y después a ver quien tocaba las palmas más rápido. Entonces para nosotros era tan natural como el juego de niños.
N.B.: ¿Y como iba tu carrera artística antes de que formaras a tu propia compañía?
A.P.: Mis comienzos fueron muy bonitos con Manuel Morao. Yo formé parte de su compañía y después con la compañía de Tati, Antonio Vargas, de Cristina Hoyos, Carlos Francos, Lola Flores y muchísima gente, – de los que me pude ir alimentándome y de los que pude aprender antes de montar mi propia compañía.
N.B.: ¿Entonces, cómo salta uno de ese nivel del juego de niño y se mete a bailaor profesional? ¿Cómo ocurre eso?
A.P.: Porque a mí me gustaba demasiado. Me gustaba más allá que dejarlo como un juego. Tú me has preguntado por mis comienzos, y son como los de cualquier gitano de Jerez que tenía el baile flamenco y el cante flamenco, casi como comer o tomar el agua. Pero después te das cuenta de si quieres o no quieres ser profesional de esto. Si quieres o no quieres llevar toda la vida en esto. Eso es diferente. El paso creo yo que lo di cuando me vi por primera vez en un escenario, y sentí lo que gana el baile en el escenario.
N.B.: ¿Cuando fue?
A.P.: Profesionalmente fue con Manuel Morao en el gran teatro de Córdoba, y hace muchos años ya. Pero lo recuerdo, como siempre se recuerdan todas las primeras veces – como algo excepcional. Y a partir de allí ya sabía que mi vida iba a ser esta.
N.B.: ¿Y cómo trabajaste tu propio estilo? Tú tienes tu propio estilo, algo muy tuyo. ¿Cómo lo has logrado?
A.P.: Yo creo que de la escuela familiar – primero, porque me marcan mucho los brazos, y los brazos son el regalo de mi abuela, de mi madre, de mi tía – que son las señoras que marcan un estilo en Jerez de la Frontera. Y después, todo eso se traduce, todo eso entra por mi interior y se traduce en el baile de un hombre, – los brazos de un hombre que ama y respeta muchísimo la estética, y que le gusta la belleza. Entonces yo creo que allí uno se define. Y después ya la evolución como bailaor. Sigo aprendiendo de grandes maestros, sigue aprendiendo de todo aquel que tiene algo bueno, bonito compartirlo.
N.B: Se habla mucho hoy de arte de la técnica, de la tradición, de lo que era antes, y de los cambios que ha habido en el flamenco por salir al mundo. Y aún es muy beneficioso porque la gente está más consciente del destino de los gitanos, de su historia, de la persecución y de lo que han pasado, de donde salen y como se nace este arte…por otra parte se nota la pérdida de su pureza. ¿Como lo ves?
A.P.: Mi experiencia es otra. Es decir: yo soy gitano y creo que los gitanos, cuando vamos a un escenario crecemos, nos desarrollamos, no perdemos la pureza. Y yo creo que en esa pelea entre la técnica y la pureza, necesitas tener el conocimiento justo de la técnica para poder olvidarte de ella. Cuando conoces la técnica, cuando la tienes, cuando ya forma parte de ti, te olvidas de ella. Ya no tienes que pensar de ella. Solo tienes que pensar en mostrar tu arte. Y más que mostrarlo, compartirlo. Yo creo que en escena lo que tenemos que hacer es compartir lo que sentimos. Yo no tengo necesidad de mostrar nada a nadie, yo lo que quiero es compartir con el público que va a un teatro lo que siento: lo que siento como hombre, como gitano, como artista. ¿Cómo lo hago? Lo hago a través de una técnica. Necesito esa técnica para bailar. Pero cuando la he aprendido, la dejo en el camerino para no pensar de ella.
N.B.: ¿Qué es el arte para ti? ¿Que es puro para ti, si es que existe la pureza?
A.P.: Es que hablar de pureza yo no me considero… No creo ni que es la fuerza, ni tener la verdad en mis manos. Tengo la verdad de mis manos, de mi pureza, de mi sentimiento como hombre, como gitano, como artista, pero yo no soy quien va a decir quién es puro y quién no lo es. Creo que la pureza se ve. Se palpa.
“Creo que la pureza se ve. Se palpa”.
Lo que están bailando las generaciones nuevas, – gente nueva del hoy en día, están bailando muy desinformadas. Hay muy poca información. Hay gente que no se forma bien, que está desinformando. Hay gente que por no saber hacer la cosa bien hecha, se inventa caminos nuevos. Hay gente que no sabe marcar dos letras por soleá, y entonces lo que hace es montar mil pasos. Pero eso no es bailar puro. Eso no es bailar flamenco.
N.B.: Entonces uno tiene que aprender lo que mi maestra Susana Manzano llama «el protocolo de flamenco»…
A.P.: Claro, hay unos cánones, hay unas medidas, hay unas estructuras, hay unos estilos que dejaron los grandes maestros. Ya los dejaron… Entonces, vamos a respetarlos, vamos a aprenderlos bien. Después cada uno tiene que sentir, tiene que sacar su propia personalidad – que es lo más importante.
N.B: ¿Cuál es tu palo preferido, que a ti más te gusta bailar?
A.P.: Bueno, en el flamenco cuando escucho un cante por soleá, la verdad es que me hace mucho daño. La soleá para mí es un poco la madre. Y después, soy de Jerez, con lo cual cuando escucho unas palmas por bulerías me muevo. Entonces, en definitiva, ese compas de 3 por 4 es lo que me mueve. Pero cuando escucho cantar por seguiriya [se ríe]… Es muy difícil quedarte con un solo palo en el flamenco, afortunadamente. Pero si tuviera que elegir alguno, la soleá: el baile por soleá es para mí el baile madre – la esencia.
N.B.: ¿De dónde viene este apodo que tienes?
A.P.: Creo que de mi abuelo. Ya hace muchos años y muchas generaciones era un gran fumador de pipas. Se llamaba “El Pipa” porque siempre tenía su pipa. Y mi abuela fue la mujer del Pipa. Y allí nació mi nombre artístico.
N.B.: Hablando de tu abuela, me acuerdo de un fragmento en la película “Gypsy Caravan”, donde tu tía dice que su madre, Tía Juana la del Pipa, está en todas las enciclopedias de flamenco, porque pesaba ciento veinte kilos. Dice: “…pero cuando levantaba sus brazos era como una catedral”.
A.P.: Efectivamente. Está muy bien dicho, porque tenía mucha presencia, una personalidad aplastante, era muy gorda, pero cuando se levantaba y alzaba los brazos, era la mujer más bonita del mundo, y seguía pesando ciento veinte kilos, pero parecía que volaba. Parecía una paloma o una gaviota.
N. B.: Te agradezco mucho de parte mía, y de parte de toda la comunidad flamenca que hay aquí por haber venido y compartido tu gran arte y sabiduría con nosotros. Gracias por concedernos esta entrevista. Como mucha otra gente estoy esperando tu actuación este sábado.
A.P.: Me hacia muchísima ilusión estar aquí. Estoy feliz, estoy contento, estoy recibiendo mucho cariño y muchísimo respeto. La gente conoce o conocía o quería saber el estilo de Antonio El Pipa. Y estoy contentísimo con la respuesta, cómo está trabajando la gente conmigo, sudando el día a día en mis clases y cómo esta admirando. Me hacia muchísima ilusión a conocer este país y su gente. Estoy encantado con las tres maestras, Silvia, Sharon y Racheli, que se han unido para que este proyecto se hiciera realidad. Yo estoy encantado de estar aquí.