Sólo le conocía a través
de sus discos y sus recitales. Personalmente nunca había
hablado con él, pero intuía por su obra
que se trataba de un artista con una rica e interesante
vida interior. Me habían pasado su último
disco a última hora de la tarde. Para escucharlo
con detenimiento antes de irme a trabajar, me levanté
a las 5 de la mañana. Fue darle al play y el
tiempo parecía ir más despacio. Algunas
horas más tarde me encontraba cara a cara con
él. “Un momento en el sonido”, de
Vicente Amigo no ha hecho sino reforzar más la
percepción que tenía. Esta entrevista
saca de dudas a cualquiera.
¿Cuánto tiempo
le has dedicado a este disco?
Empecé el año pasado. Aunque estaba de
conciertos y esto y lo otro, del tiempo que me quedaba
me cogía semanas sueltas y me iba a un lugar
llamado Rocamador, en Extremadura, que es de Carlos
Tristancho y Lucía. Son dos amigos que me abrieron
las puertas de ese sueño, porque es un sitio
maravilloso para irte de vacaciones o para irte a componer.
Estos amigos me abrieron las puertas de su casa y allí,
rodeado de encinas, sólo con mi ordenador y mi
guitarra, ordenando todas las ideas que pude escuchar…Porque
yo tengo muchas ideas grabadas, pero luego me falta
paciencia para escucharlas. Pero mientras las tenga
ahí grabadas, las dejo; ya las retomaré…
de hecho, en este disco he retomado idas que tenían
veinte años y las he desarrollado. Entonces,
después de eso, ya empecé a grabar el
disco en Córdoba, en el estudio que me monté;
un estudio pequeñito pero creo que las máquinas
que tengo son buenas, y la sala es ideal para grabar
guitarra. En enero empecé a grabar y desde entonces
hasta hace unas semanas he estado grabando el disco,
pero también de una manera tranquila, no todos
los días.
Aunque haya ideas de hace
veinte años, da la sensación de que el
disco cuenta una historia diferente a otros trabajos
tuyos anteriores.
Es que aunque la farruca tenga veinte años la
he desarrollado ahora. Digamos que la semilla estaba
ahí desde hace veinte años. He tenido
que desarrollarla ahora, cosa de la que me alegro; no
lo hice antes porque no me lo había pedido mi
interior hasta que ha llegado este momento de hacerla.
Lo que veo de novedoso en
este disco es un estado emocional diferente que recorre
todo e trabajo.
Estoy totalmente de acuerdo, y es lo que he buscado.
Este disco está cargado de emoción. Es
lo que busco. Por encima de todo he buscado que sea
emocionante, que tenga una carga importante de clima…
es atmósfera, es hasta místico, casi.
¿Cómo compones?
¿Qué necesitas? ¿Qué te
estorba?
Para sentirme a gusto nada más que necesito encontrar
la idea. Tener la guitarra conmigo y un cacharrito para
grabar. Ahora, con los ordenadores, tenemos la ventaja
de poder ir pista por pista haciendo tu claqueta primero,
que te invita a moverte, el ritmo… es como que
te abre una ventana para encontrar el camino. Están
muy bien los avances de la técnica.
“Demipatí”…
Es una rumba muy equilibrada… la batería
imprime una fuerza que la guitarra se encarga de suavizar,
de complementar.
En principio, el disco me lo planteé haciendo
guitarra y palmas nada más, y esta rumba la tengo
grabada con guitarra y palmas y también tenía
su punto, pero aquí ha tocado Tino di Geraldo
¡uf!, tiene muchísima vida y se complementa
con la guitarra. Desde luego, Tino es uno de los fenómenos
con los que podemos disfrutar en este país. Y
aquí busqué una rumba que la onda que
tiene es muy flamenca, hay partes muy flamencas, pero
tiene melodía y esencialmente ritmo. A mí
me recuerda a esos grupos de fusión que hay en
el jazz, pero llevado a lo mío, porque yo no
he profundizado nunca en el jazz; me he limitado a disfrutarlo:
Weather Report, y esta gente… Yo creo que tiene
que ver con esa onda.
“Hay música
dentro de mí que no tiene que ver con una soleá,
una taranta o una bulería, y tengo que echarla
fuera”
“Campo
de la verdad”… … Al principio parece
una especie de chillout. La guitarra se pone ya más
brava cuando recibe al cante
Es una composición que entra y no sabes lo que
va a ser, y luego se desarrolla una bulería de
lo más tradicional. Es de las pocas veces que
he pensado en alguien para componer. Pensé en
José Tomás, en su toreo, como si estuviera
poniéndole música a una faena de José
Tomás a cámara lenta. Eso es lo que trata
de ser el principio de ese tema. Luego se desarrolla
una bulería de lo más tradicional donde
busco la música como siempre: busco ordenar bien
las notas y la pureza de una bulería.
¿qué es lo
que te atrae del arte de José Tomás?
Para mí tiene toda la verdad del mundo. La verdad.
Es el torero de los cuentos. Es un genio del toreo.
“Mezquita” es
una soleá como las de antes… Tiene un sabor
a melancolía, a dolor meditado, a serenidad,
a ojos humedecidos… Esas sensaciones son difíciles
de encontrar en la guitarra actual…
Totalmente. Es una buena lectura. Es bonito que cada
uno interprete a su manera. El arte es tan tuyo como
mío… El arte sin el artista receptor no existe.
Aquí en la soleá he buscado la soleá
de siempre. Es como un homenaje a la tradición…Yo
siempre trato de mostrarme muy respetuoso con lo que
yo entiendo que es el flamenco puro, el flamenco tradicional,
los maestros, los viejos. Empieza la soleá con
una historia como de arpegio que no parece que sea soleá
y luego llega el momento en el que, sin darte cuenta,
te has metido en la soleá más tradicional
tocada en los tonos de siempre y, por supuesto, asumiendo
el compromiso de darle mi visión.
Parece que la guitarra no
quisiera estorbar. La guitarra está al servicio
de la idea. Tú eres un tío muy de “ideas”
en la música. Creo que buscas más formar
la idea que destacar la guitarra.
Por supuesto. El disco entero es así. Busco como
cuando un pintor tiene que rellenar el blanco, el vacío,
eso es lo que busco en este disco: pintar mi cuadro
o mis cuadros. El disco es como una exposición
de cuadros.
“Tengo que
buscar en el interior un estado de ánimo, una
especie de trance para tocar este disco como quiero”
“Tangos
del arco bajo” Es una pieza con nervio…
Y siempre con una gran musicalidad y con falsetas muy
desarrolladas, muy redondas y de gran belleza…
Hay un poco de todo en estos tangos. He buscado que
sean más flamenco si cabe que los del disco pasado
y creo que son todavía más flamencos.
Y hay momentos como de buscar la delicadeza… me
hace pensar en la piel, el contacto de la piel…
Y luego, hay unas colaboraciones muy bonitas de Ángela
Bautista. Le he puesto en el disco “voz de ángel”
por no decir voz femenina o voz de cantaora. Es un ángel
cantando. Y Antonio Villar canta desgarrao. Me da mucha
alegría que haya jóvenes haciendo el flamenco
ese tan viejo.
Le da un poco el aire a
El Pele cuando se vacía cantando.
Si, tiene que ver. Son cantaores de mucha verdad.
“Bolero a Marcos”…
Sólo lo he escuchado un par de veces y casi parece
ya un standard de jazz… esas piezas que luego
las puede hacer mucha gente, cada uno con su versión.
Parece una pieza universal.
Exactamente. Esa es la idea, además. A mí
me encantaría escucharlo por ahí, que
lo tocaran músicos de otros lugares y de otras
formas de sentir. Esa es la idea: hacer un tema clásico.
Ya en el otro disco hice un bolero a mi otro niño
y también es eso. Recuerdo que me llamaron de
Japón porque iba a hacer una versión una
japonesa cantando el bolero, para pedirme permiso; por
supuesto que se lo di, porque se trata de eso precisamente.
Desde mi forma de sentir flamenca no quiero cerrarme
las puertas a algo que está dentro de mí,
que es la música sin ninguna etiqueta. No sé
como llamarle a esa pieza: yo le llamo bolero por una
cuestión romántica de que los boleros
son las historias de amores imposibles…Y este es el
más posible…Y el más imposible también…Es
el amor a tu hijo. A lo mejor es un poco surrealista
llamarle bolero, pero lo que tratado siempre es de no
cerrarme esa puerta. Como te he dicho, hay música
dentro de mí que no tiene que ver con una soleá,
una taranta o una bulería, y tengo que echarla
fuera y darla de la manera más respetuosa posible.
Es
una de las composiciones más bonitas que he escuchado,
te lo digo en serio. Además me he escuchado el
disco a las 5 de la mañana, recién levantado,
o sea, sin ningún “condicionante”
añadido.
(Ríe) Creo que el disco en sí tiene un
poco de borrachera. Busca esa borrachera de emociones.
Pero si luego te tomas una copita, ya la hemos liao.
“Silia y el tiempo”,
la farruca tiene un punto como de estar echada para
adelante… Y al mismo tiempo suena a farruca clásica.
Asumí ese compromiso cuando decidí retomar
esas ideas que tenía por ahí guardadas
de hace mucho tiempo, y es porque encontré un
camino que, de alguna manera, abría otra perspectiva
de lo que había sido la farruca siempre, y además
respetándola al máximo. El otro día,
escuchando el tema con unos flamencos honorables me
dijeron que ahí estaba Gades, que en esa farruca
estaba Gades bailando… y eso me emocionó. Le
dieron una lectura tan bonita como la intención
mía de hacerlo
Gades o Sabicas, porque
a veces me parece que ahí está también
Sabicas.
Pues mira, otro amigo coincidió contigo en eso…
Y hay una parte ahí que es como música
clásica también que nació dentro
de mí en esa búsqueda.
“Oriente Mediterráneo”…
Es, quizá, la pieza menos introvertida…
más abierta personal y musicalmente…
Este tema es la continuación del zapateado que
hice en el disco “Vivencias imaginadas”,
y tiene mucho de esa línea. Es como querer recordar
un poco lo que empecé en aquel disco para tratar
de decir cosas nuevas y recordar que soy el de siempre.
Considero que también le doy mi visión
personal al zapateado… Y aquí, mi compadre
Blas Córdoba demuestra ser un pedazo de cantaor.
Es muy bonito, en veinte segundos, sintetizar, cuando
te han dado un guión, meterte en él y
sintetizar y dar de ti el flamenco que, en este caso,
exijo. Hay un pedazo de cantaor ahí.
“El arte es tan tuyo
como mío: el arte sin el artista receptor no
existe”
En “Rocamador”
hay un hermoso contraste entre la densidad del bandoneón
y la claridad de la guitarra…
El bandoneón es uno de los instrumentos para
los que yo habría servido, de no ser la guitarra,
y es porque te permite expresar lo más grande
de un ser humano.
También, conforme
se desarrolla Rocamador vemos una guitarra muy temperamental…
Ahí hay una bulería en los tonos de toda
la vida, por arriba, como dicen los flamencos. Una bulería
en mi y fa, y eso también era para mí
un reto: tocar en los tonos que tocaba Diego el del
Gastor y llevarlos a esta época, a mi visión.
Es que el disco es, realmente, muy flamenco.
“Un
momento en el sonido”. La taranta está
hecha con mucha delicadeza, como si fuera de cristal,
como con miedo a romperla.
En esta taranta hay momentos que estoy como al borde
del abismo, porque busco que un acorde dure lo más
posible… Y si dura un poco más ya no toco lo
que sigue ¿sabes? (ríe)… Tratar de saborear
eso, esperarme y luego seguir de manera natural, que
te pida lo que viene después, pero a la vez te
pida quedarte en lo de antes.
El sonido es algo secuencial,
mientras que el momento es parar la secuencia, una instantánea
que nos permite reflexionar sobre lo que tenemos ahí
¿es esa la idea?
Un amigo mío dijo que ese tema era como una oración.
Me da la sensación
de que en este disco estás muy a gusto…
La mayoría de las piezas están sobre los
7 u 8 minutos… O sea, que te has puesto cómodo,
como el que se pone el pijama y, sin prisa por terminar,
has ido desarrollando al máximo las posibilidades
de cada idea….
Eso es. No me he querido cortar, no he querido hacer
los temas de 3 ó 4 minutos. Luego he tenido que
cortar algunos para la radio. Alguno… Los que más
se pueden pinchar, según la Compañía,
y bueno, los he tenido que cortar para dar un aperitivo.
Pero yo recomiendo que se escuche el disco tal y como
es.
Siempre has sido un músico
de mensajes claros, nítidos. En la tele sería
algo así como una imagen sin rayas en la pantalla.
Trato de serlo. Y no sé hacerlo de otra manera…
(pausa) También tengo que hablar de Potito, que
ha cantao… Ese momento también lo busqué
en el sonido, compartirlo con él también.
Y en el tema de José Tomás canta El Potito
que cada vez que lo escucho me conmueve. Eso es muy
bonito… ¡Cómo estará dicho para
que cada vez que lo escuches te conmueva!
En este disco todo está
como en un punto de mucha meditación, desde la
rumba a la taranta, desde la farruca a la bulería…
Yo nunca lo pincharía de ambiente, sino para
disfrutarlo tumbado en el sofá.
Este repertorio me lo voy a estudiar ahora para tocarlo
en los conciertos, pero lo que tiene este disco es que
tengo que estar no sólo técnicamente puesto,
sino que tengo que buscar en el interior un estado de
ánimo… una especie de trance para tocarlo como
quiero.