Entrevista a Rafael Estévez

Rafael Estévez

Rafael Estévez

Entrevista: Sara Arguijo

Nuevo director del Ballet Flamenco de Andalucía

“Tan importante como enseñar a bailar es despertar la afición y la curiosidad”

Rafael Estévez y su pareja artística Valeriano Paños  -que no está al otro lado del teléfono pero sí en las respuestas en plural que concede el bailaor y coreógrafo onubense por ser parte indisoluble de su obra- llevan tiempo formando un tándem imprescindible para el flamenco y para la danza con propuestas como Tiempo (2005), Danza 220V (2010), La Consagración (2012), Romances (2012) o la más reciente Bailables (2016) que buscan la experimentación pero siempre indagando en la raíz de lo hondo.

En este recorrido, personal y coherente, se han ganado el respeto de críticos que incluso no comparten su estética, del público y, sobre todo, de compañeros que ven en ellos la garantía para darle sentido a un espectáculo. 

“No me gusta matar la personalidad del alumno. El baile flamenco no es uniforme ni lineal”

Ahora Estévez afronta una nueva etapa como director del Ballet Flamenco Andalucía (BFA) sabiendo que su nombramiento ha suscitado una alegría generalizada y que lo que le queda por delante es un proyecto apasionante.  

-Acaba de aterrizar en el BFA y terminar unas audiciones con casi 190 candidatos, ¿cómo lleva el despegue?

-Pues ha sido difícil porque las audiciones han sido muy potentes. Hemos seguido el modelo de las grandes compañías internacionales, haciendo una preselección por vídeo donde de esos 190 seleccionamos setenta. Luego elegir el elenco ha sido más difícil aún porque había que seleccionar sólo un diez por ciento. En esos momentos te preguntas con quién te quedas. Por eso, hemos tenido que hacer una prueba muy potente con muchos filtros. Sabíamos que el resultado iba a ser igual de justo que de injusto porque se queda fuera gente muy buena. Aun así, ha sido muy bonito porque los candidatos, aunque se hayan quedado fuera, nos lo han agradecido. Se ha vivido con mucha emoción y se creó una atmósfera de compañerismo muy especial, todos estaban disfrutando. 

-Y antes de haber elegido elenco ya estaba anunciada la fecha del espectáculo con el que se estrenarán en el Festival de Jerez, ¿da un poco de vértigo?

-Todo lo estamos viviendo con mucha ilusión. Ahora estamos preparando la fase de selección para guitarristas y cantaores y toda la gestión para empezar el rodaje del espectáculo y hay muchas ganas. 

“En nuestra compañía podemos experimentar lo que queramos pero ésta -el BFA- es la compañía de todos los andaluces”

-Usted ya avisó en la presentación de su cargo que ‘Aquel Silverio’ no va a ser una recreación de la época, ¿puede adelantar algo?

-Es una visión totalmente personal y actual del repertorio de cantes, bailes y músicas de la época. Ésa es la fuente donde hemos ido a investigar pero para crear una pieza nueva. Puede haber sorpresas, con algún guiño a su figura, pero el objetivo no es recrear ni su biografía ni el contexto. Como en todos nuestros trabajos, a Valeriano y a mí nos interesa investigar, buscar en lo pre-flamenco y lo proto-flamenco porque, paradójicamente, ahí encontramos bases muy actuales. 

-Sin embargo, sabe que habrá muchos que tiemblen con eso de las fantasías…

-Venimos a dirigir el ballet de todos los andaluces y de la humanidad sabiendo que esa parte más experimental que podemos trabajar en nuestra compañía aquí no tiene cabida. En nuestra compañía privada podemos fantasear lo que queramos pero ésta no es nuestra compañía, es la de los andaluces.  En este sentido,  venimos a dirigirla con el respeto, el cariño y la responsabilidad con que afrontamos todos nuestros proyectos. Un trabajo que sea coherente para la naturaleza de la propia compañía.

-Como coreógrafo, ¿qué dificultades encuentra en los jóvenes que empiezan en el baile?

-Las mismas que las de todos. No es algo que dependa de la edad. La gente joven lo que no tiene es la experiencia. En este caso en el BFA tenemos un elenco con un amplio registro de edades y los jóvenes tienen que seguir formándose como lo hacemos todos. Tengo 37 años y sigo formándome diariamente. Lo bonito de esta profesión es eso, la convivencia con gente de otras edades, de distintas procedencias, inquietudes… porque ahí se producirá un equilibrio en el que creceremos todos.

 “No soy bailaor ni bailarín, soy un hombre que baila”

-¿Qué es lo que cuesta más enseñar? 

-Lo que no se puede enseñar es a tener arte y a sentir. Imagino que a ser aficionado tampoco porque, al fin y al cabo, es algo que te tiene que nacer, aunque sí puede haber alguien que te despierte el interés. En cualquier caso, lo difícil de enseñar flamenco es enseñar, justamente. Personalmente no me gusta desechar ningún estilo. Creo que el profesor está obligado a transmitirle al alumno todas las formas de bailar porque todas son válidas y ayudan a que cada uno encuentre su personalidad. Estoy en contra de castrar. No podemos pretender que la danza sea uniforme y lineal. Hay una base sí, pero hay que dejar que el alumno se desarrolle. No me gusta cuando se le mata la personalidad a un bailarín. Tanto a Valeriano como a mí nos gusta la personalidad, mucho más que las condiciones técnicas. Personalidad y honestidad. 

– Y, ¿cuál es la enseñanza que más le ha calado a usted?

-He tenido mucha suerte porque he sido discípulo de tres grandes maestros: Carlos Robles, Manolo Marín y Merche Esmeralda. He estudiado con mucha gente más pero a ellos les debo la educación en el baile. De todo lo que he aprendido lo que más me ha ayudado no han sido los pasos ni bailes. De Manolo, por ejemplo, aprendí la forma de dejarte bailar natural. Darte herramientas para que pudieras bailar y desarrollar tu personalidad. Carlos, por su lado, me enseñó a bailar con coherencia y a coger un lenguaje con el que defenderme y con Merche Esmeralda me cambió totalmente la vida porque dio una colocación y cogí una disciplina que no tenía. También me ha servido mucho la afición, desde que tenía 12 o 13 años veía videos de bailaores que no pude ver por edad y que me han nutrido mucho.

-Porque, ¿es posible bailar sin esa afición de la que habla?

-Con lo puramente técnico puedes ser un gran bailarín, ejecutar bien y ser un intérprete maravilloso y, de hecho, los hay de todas las edades, aunque igual no sepan quién es Pilar López. Pero tan importante como enseñar a bailar es despertar la afición. No sólo al flamenco, para conocer todos los estilos de soleá o seguiriyas. Me refiero a la curiosidad por el arte en general, saber apreciar nuestra cultura, observar qué se está haciendo aquí y fuera… y admirar lo mismo lo barroco que lo contemporáneo, un cuadro de Velázquez o un Tapiés, una cantata de Bach o una canción de Rocío Jurado. Disfrutar escuchando a Juan Talega y a Marchena no te hace un flamenco menos cabal. 

-Sobre todo porque, imaginamos, que todo enriquece.

– Claro, todo eso que uno aprende y de lo que uno se empapa lo termina utilizando tarde o temprano a su baile de una forma u otra. Yo soy bailaor porque me he formado con tres flamencos pero por mi experiencia y mi curiosidad me he ido haciendo más bailarín y he podido llevar a cabo otro tipo de propuestas; y ahora no soy ni bailaor ni bailarín, soy un hombre que baila. Y no soy ni flamenco ni clásico soy un hombre al que le gusta el arte. 

“No pretendemos imprimir al ballet un sello personal sino el sello de la disciplina, el trabajo, el rigor y la investigación”

-Por último, ¿qué sello le gustaría imprimir a este nuevo Ballet?

-El sello va mucho más allá de nuestro sello personal. Entramos a dirigir el ballet de los andaluces y el sello que vamos a intentar imprimir día a día va a ser el de la disciplina, el trabajo, el rigor y la investigación. Lo que queremos es que la gente venga con gusto a trabajar y a crecer. No concebimos otra forma de trabajar que no sea con ilusión, alegría, ganas de aprender y dejarnos la piel en el estudio.


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