Rodeado de excelentes músicos, Niño Josele da un paso decisivo en su carrera. Hay nuevos horizontes en este último disco. Una forma diferente de tratar el flamenco que solo puede salir de un músico que tiene el don de hacer fácil lo objetivamente complejo. La guitarra de Niño Josele penetra en todos los corazones por la fuerza de su sensibilidad: su virtud no está en vencer, sino en convencer. “Española” es el último trabajo discográfico de un músico libre.
Tenemos un disco muy novedoso… absolutamente diferente… Flamenco vestido de jazz y latin jazz… No sé si ese vestido estaba ya pensado desde el primer momento o si primero estaba tu música y luego se arropó de esta forma. Fue después. Primero estaba hecha la base de flamenco, que es la raíz de donde viene uno y luego se han ido incorporando los demás componentes. Ha sido como en la cocina, primero se trabaja el producto principal y luego se van añadiendo los demás ingredientes, que en este caso ha sido el jazz y la música latina.
Me llama la atención la forma en que se integran todos los instrumentos. No es una guitarra rodeada de otros instrumentos, sino que suena todo perfectamente acoplado, como si se tratara de una banda totalmente homogénea: aunque la protagonista sea la guitarra existe una sintonía total entre los músicos… Es que son grandes músicos, como John Benítez al contrabajo, como Dafnis Prieto en la batería, etcétera, y por supuesto la gran estrella Phil Woods… Son grandes maestros que en cuanto escuchan una música se dejan llevar por ella… Así va surgiendo esta integración de instrumentos: de una forma natural.
“Española” es como mi primer disco. Hay un antes y un después.
O sea, que no estamos hablando de un aliño, sino de un plato redondo y bien condimentado. Es que esa es la fusión verdadera. A nadie se le fuerza a que haga jazz o a que haga flamenco, sino que cada uno se siente libre, que en el fondo no es más que lo que es o intenta ser la música: algo libre.
A mi modo de ver hay en este disco un concepto totalmente nuevo: el flamenco se comporta ahí como algo muy integrado en esa conjunción de instrumentos y eso hace que adquiera una nueva categoría, una naturaleza diferente escuchándose al lado de estos músicos tremendos. Bueno, uno siempre trata de estar a nivel de todos esos músicos. Pero cuando me puse a componer en casa, yo no sabía lo que estaba haciendo… No sabía muy bien por dónde iba a salir todo eso. Lo que sí tenía claro que quería que sonara distinto. Por ejemplo, me quería llevar la seguiriya a un terreno fuera de lo habitual. Entonces, el ritmo siempre es el mismo, porque la seguiriya tiene el suyo propio, pero la innovación hay que hacerla dentro de de ese ritmo y dentro de la armonía del estilo.
Además de los grandes nombres que intervienen como intérpretes hay otros dos nombres que aparecen en los créditos porque es a quienes dedicas dos de las composiciones: Paco de Lucía Y Bebo Valdés. Son dos maestros que creo que todos admiramos. He tenido la suerte de compartir escenario con Paco de Lucía en estos últimos cinco años y he aprendido mucho de él. Me ha explicado muchas cosas que pocos saben y que tampoco yo sabía. No es igual verlo en la televisión o en un vídeo que verlo frente a ti diciéndote la posición del dedo… es un privilegio. Y Bebo Valdés te da la enseñanza de la humildad y del amor hacia la música, además de su corazón, de esa forma de expresar que tiene Bebo, que cuando toca el piano, ese piano se convierte en puro corazón. Es algo increíble.
La soledad es parte de tu música, es parte de uno mismo.
Aquí hay un giro brusco en la relación de Josele con la industria discográfica. Warner ya es una gran multinacional, pero la impresión que tengo es que esa circunstancia no ha trabajado en contra de la creación ni en contra del producto final, sino tolo lo contrario. Es como si Niño Josele hubiera encontrado un campo de libertad. Para empezar, es que me siento muy arropado por la gente que me apoya en este disco: Alfonso Pérez, Fernando Sánchez, Olga Castrenos, etc. Son un grupo de amigos que me han dado el apoyo que necesitaba en ese momento. Y, desde luego, Fernando Trueba y su familia… Para mí es un disco hecho como en familia, rodeado de gente que te quiere que cree en tu música y que creen en ti como artista. Ese es el regalo más grande que puedes tener en tu vida: tener amigos que te arropen y que te quieran.
Es que para hacer música hay que sentirse querido, arropado y sobre todo, libre. La música es libertad.
Una de las piezas que más me gustan es la seguiriya… Me asombra la fuerza que tiene y cómo está planteada. Ahí están Dafnis Prieto en la batería, Piraña en el pandero, Alain Pérez en el bajo y Javier Colina en el contrabajo… No teníamos muy claro cómo iba a quedar, porque es difícil que un bajo tomara las riendas desde el principio… Ya que la composición ya era algo atrevida, así que había que buscar también algo atrevido… Y creo que es la primera vez que graban dos bajos juntos: Javier Colina y Alain Pérez. Ellos entran en el principio y en el final, y en medio queda solo mi guitarra y el pandero de Piñaña, que le da misterio al tema.
Mi niño no quiere tocar la guitarra porque dice que le duele la mano cuando me ve tocar a mí
Te has ido a Estados Unidos presentar el disco… ¿Aquel gitanillo de Almería se imaginaba alguna vez que podría ocurrirle algo así: presentar un trabajo de esta calidad en el país de la música? ¿Estaba en tus planes, o al menos, en tus sueños? No. Si alguien me dice esto cuando yo estaba con mi guitarra de pequeño, con 10 años, en el estudio que tenía mi padre, jamás me lo hubiera creído. Lo que sí he tenido claro es que la guitarra me gustaba… Yo empecé en el flamenco bailando, con seis años. Me gustaba la música clásica española y entonces la danza española me llamaba mucho la atención. Bailaba una farruca… Después me dio por el cante… Pero luego me di cuenta de que ni el baile ni el cante era lo mío, así que me centré en la guitarra, que la tenía muy cerca porque en mi familia ha habido y hay grandes guitarristas. Mi padre toca la guitarra, mi abuelo, mi bisabuelo, mi primo Tomatito…
Grandes guitarristas en Almería. Es que en Almería siempre se ha tocado muy bien la guitarra. Y en mi casa siempre ha habido esa tradición. Mi abuelo tenía una guitarra muy buena que no me la dejaba tocar, pero cuando él no estaba, yo me metía en la cueva a tocarla… Y cuando entraba él y me encontraba allí me decía “esa guitarra no la toques que a ti no te suena a campana”… Yo no entendía esa frase. Un día me explicó que cuando su padre tocaba por taranta, la guitarra le sonaba a campana. Tenía yo entonces diez u once años. Y un día, antes de morir mi abuelo, le toqué con esa guitarra por taranta y entonces me dijo: “ahora sí que te suena a campana”
Me siento muy orgulloso cuando salgo fuera de España y me preguntan ¿eres gitano? Y yo digo ¡claro!
¿Cuántas horas tocando la guitarra al día? Cuando eres más joven te organizas más: toco de tal a tal hora, luego me voy a clase, luego me voy dos horas con los amigos… Pero cuando vas siendo mayor, eso ya no está tan organizado. Ahora la coges en el momento del día que te apetece, y hay días que te puedes pasar con ella desde las 8 de la mañana hasta las 12 de la noche sin darte cuenta… Yo tengo ese problema. A no ser que me haga daño en algún dedo o algo parecido, no me doy cuenta del tiempo que llevo con la guitarra.
¿Cuántas lágrimas te ha costado llegar hasta aquí? Lágrimas, sudores y fatigas… Creo que cuando un músico quiere algo, algo le cuesta. Siempre hay gente que te pone tu carrera en duda. Si vales o no vales, si aguantas o no… Pero pienso que estas cosas te hacen más fuerte, te hacen ser más músico y te ayudan a aprender…. Siempre he tenido muchas ganas de aprender. Cuando llegué a Madrid con 20 años me puse a escuchar a grandes músicos como Bebo Valdés, que estaba por España y le conocí a través de Trueba, o Jerry González, o toda la mezcla de música que hay aquí…Las ganas de aprender te dan fuerza para seguir.
Esos dos niños que viven en tu casa… ¿se sienten orgullosos de que su padre sea músico? Estoy muy contento con esos dos niños que tengo, porque son mi vida. Son todo. Mi niño no quiere tocar la guitarra porque dice que le duele la mano cuando me ve tocar a mí. A él le gusta la batería y la quiere tocar de mayor. Y la niña, de momento, quiere ser princesa.
Últimamente proliferan los programas de televisión donde aparecen siempre los gitanos en ambientes marginales… ¿Te sientes orgulloso de tu etnia? Por supuesto. Yo me siento muy orgulloso de dónde vengo y de lo que soy. Me siento muy orgulloso de ser gitano. Es una forma de vida. Yo, por circunstancias de la vida, me he criado bien, de forma muy humilde, pero viviendo bien. Es verdad que en la televisión sacan a gitanos que viven muy mal, pero también hay otra parte de gitanos que tienen su trabajo, que viven bien, que son maestros, abogados… Nuestra etnia tiene que tirar para adelante y yo me siento muy orgulloso y muy feliz cuando salgo fuera de España y me preguntan ¿eres gitano? Y yo digo ¡claro!
Y hablando de orgullo ¿Cómo lo tienes con “Española”? Para mí, “Española” es como mi primer disco. Hay un antes y un después. Viene en el mejor momento de mi carrera, donde me encuentro más preparado como guitarrista, porque después de la gira con Paco de Lucía creo que vengo mejor preparado. Y también me ha pasado lo mismo con Bill Evans. Después de trabajar con su música también me he enriquecido más. En ese momento nace “Española”, donde puedo expresar lo que pienso ahora: por ejemplo, cómo veo una bulería o una seguiriya, o una rondeña… Te das cuenta de que la música siempre es abierta y que siempre permite seguir innovando… siempre hay cosas nuevas.
Hace unos días te escuchaba decir en una entrevista que, al contrario de lo que pueda parecer, cuando terminas una actuación, recoges tu guitarra, te vas al hotel y pasas del aplauso del público a la soledad de la habitación ¿Cómo te llevas con la soledad? Te acostumbras. La soledad es parte de tu música, es parte de uno mismo. La soledad es lo que hace que después de un concierto sigas estando con los pies en la tierra y no creerte demasiadas mentiras o demasiadas verdades. Los halagos son muy bonitos; a todos nos gustan, pero después hay que parar un poco, llegar a la habitación, mirarte al espejo y ver lo que hay: estás solo… Ahí no hay éxito. Y además, hay que seguir pensando en el siguiente concierto y corregir los errores cometidos en el anterior.
En cualquier caso Josele sabe que no está solo. Su música gusta y se sigue. Así que cuando Josele pasa la prueba del espejo y se autoerige más, seguro que alguien, en algún lugar del mundo, está disfrutando de su disco y dándole las gracias por alimentar su espíritu con aquello que sabe hacer: música en libertad.
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