Es sin duda uno de los músicos más interesantes del flamenco actual. Pertenece a una dinastía gitana de arte que echa raíz en Extremadura. En su estirpe encontramos toda suerte de artistas: cantaores, bailaores, pianistas y hasta al dramaturgo Francisco Suárez. Se llama Juan Antonio Suárez y venía siendo conocido artísticamente como “Canito”. Hoy se nos presenta con su primer disco bajo el brazo: un trabajo personalísimo que derrocha una madurez musical fuera de lo común. El álbum se titula “Son de ayer”. Está ilustrado visualmente por Antonio Maya y literariamente por Félix Grande. El guitarrista y compositor Juan Antonio Suárez se nos presenta ya como “Cano”. Esta es la charla que mantuvimos una tarde de primavera en el café de la Filmoteca Nacional, en Madrid
¿Cómo se graba hoy un disco desde fuera de la industria? Fuera de la industria se graba con paciencia, con mucho ánimo y mucha ilusión. Yo pensé en grabar en el año 2000 y me puse a grabar en el 2003. De entonces al 2008 van cinco añitos que he estado liado poquito a poco. Ha sido así, despacito porque no he podido hacerlo más rápido, de lo cual ahora mismo y viendo el resultado me alegro porque hay cosas que se han madurado, que se han parado, que se han pensado más… El disco está muy pensado porque llevo mucho tiempo con la idea en la mente… De modo que se consigue teniendo mucha ilusión y queriendo plasmar tus ideas y como tú sientes y ves esta película para que los demás la escuchen.
¿Dónde has ido grabando? ¿Es un trabajo casero? No, lo he grabado en estudios profesionales y en algún estudio casero pero con equipo profesional. He grabado en varios sitios: en Barcelona, en Madrid, en Sevilla, en Huelva, en Japón… En muchos sitios, porque como la historia ha sido tan larga… Dependiendo de la gente con la que grababa y con la que colaboraba, allí me iba. Ha sido un trabajo muy movido, muy viajado, pero muy interesante.
Como la cultura japonesa de dejar pasar el tiempo… Pues sí, tiene mucho que ver.
“Son de ayer”… Yo no quise ponerle título al disco y confié en una persona que conoce muy bien lo que yo hago, mi música, para que él pusiera ese toque final. El disco estaba ya grabado y todavía no se sabía el título. “Son de ayer” es porque se trata de una música que tiene ya muchos años y es algo con lo que he cerrado ya totalmente una etapa de mi vida, y eso también lo sabía esa persona. Y la palabra “son” tiene también el sentido del soniquete, la rítmica… Yo me considero un guitarrista muy rítmico.
“Con la música podemos soñar y lo único que he hecho ha sido hacer este disco soñando”
Te defines como un guitarrista muy rítmico pero el disco no es un trabajo al uso en muchos sentidos, uno de ellos es que no hay tres rumbas y cuatro bulerías. Soy un guitarrista rítmico porque toda la vida he sido un guitarrista de baile y eso es algo con lo que tengo facilidad, pero es cierto que cuando compongo no me suelo guiar por ese aspecto, sino que mi línea suele ir con otro concepto, con otras miras. El trabajo no tiene muchas bulerías ni muchas rumbas porque el planteamiento del disco ha sido hacer exactamente lo que mi mente, mi corazón y mi alma querían, y era exponer lo que hago… Y lo que hago es eso. No he pensado nunca en que el disco tuviera que ser de una forma o de otra, o que tuviera que seguir una estética “parecida a”, o ir con una determinada moda… Hay cosas que se pueden hacer porque sabemos donde están, pero a mí me apetecía hacer lo que me gusta, mi música hasta donde pueda.
Decía que es un disco diferente en muchos sentidos. Otro son los arreglos y las colaboraciones que has tenido… No hay saturación de instrumentos. Es que es otro concepto y, de hecho, está pensado y trabajado para que sea así. He intentado tratar todo musicalmente. Incluso lo último que es la mezcla la he intentado tratar así, sin pensar en que determinado instrumento tenga que sonar más alto porque el disco se va a pinchar en uno u otro sitio… No… Y los arreglos, como bien dices, no tienen que ver con los arreglos flamencos al uso, porque la gente con la que colaboro se han dedicado en general a otras disciplinas, aunque conozcan muy bien el flamenco. Y a la hora de hacer arreglos lo hacemos de forma absolutamente musical y siempre a partir de la madre, que es mi composición. A partir de esa madre ellos interpretan esa historia sacándole el mayor partido posible pero, lógicamente sin tener que hacerlo al modo flamenco, sino que son caminos paralelos que casan muy bien. Por eso no se escuchan esos arreglos típicos del flamenco, esos arreglos a los que se les quiere sacar flamencura. No, en mi momento actual prefiero esta forma de trabajo, este otro concepto.
Es que cuando hay varios instrumentos se dan distintos discursos al mismo tiempo… una polifonía. Totalmente. En realidad el disco es un trabajo de música de cámara. Cada nota está muy pensada. El arreglista de esos temas que sabemos, Rafael Fernández, es miembro de Caponata Argamacho Trío, un grupo sevillano con el que llevo colaborando cuatro años y nos hemos recorrido .prácticamente todos los continentes. Hemos pasado por más de veinticinco países y tenemos un amplio repertorio de guitarra y trío. Así que en realidad es un trabajo de cámara. Todo está pensado desde ese punto de vista.
“Me apetecía hacer lo que me gusta, mi música hasta donde pueda”
Una de las ideas que me vino cuando escuchaba el disco y que apunté dice así: cada nota tiene su espacio; las notas no se aprietan ni se estorban; las notas dan color a cada clima… Eso es lo que pensaba escuchando el trabajo. Es que en mi forma de sentir la música, de pensarla y de plasmarla, tengo mucho en cuenta ese punto. Me gusta que cada nota tenga su duración, la que creo que debe tener… Me gustan mucho los silencios, las cosas abiertas, que cada cosa tenga su clima, llegar a un clima, cambiarlo, etc.
A mí me parece que tu música funciona en general como las bandas sonoras de las películas, donde la partitura subraya una emoción, un sentimiento… Es que el disco está lleno de esas composiciones porque desde el año 1996 llevo colaborando con directores y con coreógrafos que no sólo hacen danza, sino también teatro, de modo que tengo la suerte de tener esa experiencia, lo cual me abrió las puertas una barbaridad. Ese trabajo me mostró un camino y un mundo que me quedó muy grabado. Hoy esa experiencia me da la posibilidad de soñar y de plasmar imágenes, olores, colores… Tienes todo el abanico de posibilidades que te dan los sentidos. Ahí me siento muy libre.
Es que en realidad, tú no haces falsetas, sino que dibujas ideas. Como todos, yo empecé con las falsetas y me encantan las falsetas… Hay falsetas que son directamente libros, pero en mi caso me dedico más a componer de principio a fin, pasando por una historia y buscando un desenlace. Eso es lo que me gusta y creo que metiéndome ahí no tengo por qué perder nada de lo mío. Son cosas perfectamente compatibles.
Otra cosa que me llama la atención es la suavidad con la que tocas, si lo comparamos con la fuerza que impera hoy en la guitarra. Tengo los dos aspectos. Yo me considero un guitarrista de fuerza porque mi vida ha sido tocar para el baile, pero también es verdad que a la hora de tocar solo o de componer, me encanta hacer dinámica. Me lo paso bomba haciendo dinámica. Me encanta acariciar la guitarra y venirme abajo después de un cescendo. Y es cierto que utilizo mucho esa fórmula de hacerlo todo muy susurrado.
“El disco es un trabajo de música de cámara”
Sin embargo, tu música también tiene mucha luz. Bueno, la he ido cogiendo con el paso de los años. En los agradecimientos, le digo a un tío mío que nuestro camino ha ido de la oscuridad hacia la luz… Y lo digo en el sentido de que, por ejemplo, hay momentos de la vida en que gusta más el invierno que el verano… Sin embargo, yo he ido caminando hacia el verano. He ido viendo más luz y hoy veo mucho más la luz. Yo he cambiado y mi música ha cambiado. Espero que eso sea evolución y que esa evolución sea buena.
Todas las piezas dicen algo, pero me llaman especialmente la atención algunas, como por ejemplo, el corte 9, “El punteao”… Eso es muy antiguo. Es la juerga que grabamos en Barcelona. Es mi tía Adela la que toca la guitarra y yo sólo acompaño por detrás. Esa mujer hace una recreación de lo que hacía una mujer que le dicen la Tijera y que sigue viviendo con noventa y pico de años. Éstas eran dos hermanas y tocaban las dos, porque antiguamente había bastantes gitanas que tocaban. Mi tía recreó lo que escuchaba de esa gitana y es lo que aprendí primero en mi casa con la guitarra. Entonces es una maravilla porque además está toda mi familia cantando: mi padre, mis tíos, mis primos, mis primas, mi tío abuelo… Eso es una parte primitiva y fundamental del flamenco. Es un toque que, además, ya no se escucha. Procede de Villafranca de los Barros y, al margen de todo lo que significa para mí, me parece importante haberlo sacado porque tiene su valor flamenco. Es algo muy extremeño, con un sonido muy primitivo, pero fantástico.
Están también los Caponata Argamacho Trío Tengo dos colaboraciones de ellos y son unos músicos fantásticos que han sabido coger mi música y soñarla, y eso no tiene precio. Ellos aportan los arreglos más contemporáneos de los que hablábamos antes. Pero además tengo a mi familia artística que son los Cachapines: mi primo Pablo, mi primo Juan, mi primo Dani, que son gente maravillosa con un don de contar las cosas sin tener que hacer demasiados alardes… tienen ese punto de que todo lo que hacen suena y se ve. Hay una especie de simbiosis y todos nosotros vibramos en la misma frecuencia, los cuatro, y eso se nota, sobre todo en esos tangos donde canta la madre de Juan en portugués. Es una cosa que cantaban los gitanos portugueses y que ella lo ha puesto por tangos… Esa voz de ella, esa cosa de ella… madre e hijo… ¿Tú sabes el amor que había ahí? Eso no tiene precio… Y luego está Lole, que es una reina gitana que nunca ha cantado tradicional y, sin embargo es de lo más flamenco que existe.
“He ido caminando hacia el verano. He ido viendo más luz y hoy veo mucho más la luz”
Y también encontramos un músico japonés, Hideo Sekino. Es un músico tradicional japonés de la flauta shakuhachi y que, aprovechando que estamos en la Filmoteca, te cuento que cuando era muy joven le hizo una música a Kurosawa. Es un hombre alucinante. Toca todas las flautas japonesas. Lo conocí en San Francisco y me entró algo cuando escuché esa flauta. Sentí un hilo de luz… Me prometí que tenía que hacer algo con él y encontré un tema mío, el más antiguo de los que hay en el disco, que tenía que ver con la sensación que me daba esa música.
¿Quién es la Mari a la que dedicas una composición preciosa y llena de ternura? La Mari es una prima hermana mía y de Pablo que murió de un cáncer de médula con 28 ó 29 años y esa pieza es una recreación de una música que tocamos el día de su boda en la iglesia. Utilizamos, por así decirlo, el estribillo de aquella música. Toda la gente que canta son tíos y tías carnales y primos hermanos… Toda la familia para su recuerdo.
Dedicas una canción al pueblo gitano y también tienes la portada una pintura de Antonio Maya. Tanto esa música como esa pintura muestran una forma muy particular de entender a los gitanos. Me gusta valorar lo que tiene importancia y el pueblo gitano tiene muchas cosas bellas. Estamos acostumbrados a saber de las cosas feas y parece que un garbanzo negro estropea el cocido, pero mi corazón siente mucho que ese pueblo, que es el mío, tiene muchas cosas que contar y tiene mucha sensibilidad. Tenía una letra del poeta Rajko Duric, un poeta del Este, que la habíamos utilizado ya en la obra “Orestes en Lisboa” y a mí esa letra me dejó flipao. Pensé que tenía que hacer algo con esa letra y quién mejor que Lole Montoya para cantarla. Lole me parece una de las grandes voces del flamenco y de las más personales. Esa mujer tiene que cantar esto, pensé… Y al final he tenido la suerte y el honor de poder contar con ella. En realidad hice este tema por puro gusto personal… Bueno, como todo el disco, que ha sido puro gusto personal todo él. Y es bonito dedicarle una pieza a un pueblo que ha pasado por mucho. Hace muchos años pasaron cosas y aunque no lo hago por volver otra vez con lo mismo, sí reconozco que las resonancias mórficas existen. Y las resonancias mórficas es que nosotros llevamos todo eso intrínseco aunque ya no hayamos pasado fatigas y eso se note a la hora de tocar, de bailar o de cantar. Pero los que pasan fatigas tienen otro puntito diferente, ni mejor ni peor: diferente.
Desde luego Antonio Maya tiene una sensibilidad y un punto estético fuera de lo común. No sé si es casualidad o no, pero es que a tu música le pega totalmente esa pintura. El disco se ha ido redondeando porque en realidad nunca me esperaba que estuviera Antonio, ni Lole, ni Félix Grande… No me esperaba que estuvieran muchas cosas de las que están. Hace unos días estuve con Antonio Maya para regalarle el CD y resulta que el Instituto de Cultura Gitana le ha concedido un premio y me estuvo leyendo lo que tenía preparado para su discurso: era una historia muy hermosa en la que se acuerda de cómo sintió que iba a ser pintor, que lo que quería era pintar y que su sentido y su vida iba a ser la pintura. Fue impresionante y emocionante ver cómo una persona te habla de algo tan sencillo y tan bello. Y todo eso se plasma en su pintura… Y por lo que respecta a ese cuadro de la portada, me puso el vello de punta cuando lo vi por primera vez, porque es una pintura enorme y representa un pedimento nuestro, de los gitanos. Cuando vi esos colores hindúes, esa forma de contarlo…Cuando lo vi supe que ese era mi disco. Si te das cuenta, dentro del disco hay una foto del día que grabé con toda mi familia en Barcelona y es muy parecida al cuadro, con lo cual se va uniendo todo. Para mí ha sido un honor poder tener este tipo de colaboraciones hechas además con tanto cariño.
¿Pero cómo aparece el cuadro en la portada? Mira, cuando terminé la pasterización hicimos una escucha para mi tío Paco Suárez, que es quien le ha puesto el nombre al disco, y él invitó a Antonio Maya y a Félix Grande. A Antonio le encantó todo, pero sobre todo le encantó la juerga de Barcelona; nos decía “estas son las cosas de cuando yo era mozo” y alucinaba con el toque de mi tía Adela que, como te digo, es quien toca la guitarra ahí, la madre de Pablo Suárez, que por cierto, es un pedazo de pianista. Al final me dijo Antonio que fuera cuando quisiera a su estudio para elegir algo. Ese cuadro es el último que hizo de una serie de gitanos, el que cierra esa historia.
Y también está la ilustración literaria de Félix Grande. Su texto es una pasada. Dice cosas maravillosas. Cuando no habla de mi dice cosas que son verdades que hoy en día pasan; y cuando habla de mí se me cae….bueno, dice cosas muy hermosas. A mí me parece un regalo tener ese texto ahí.
¿Cuál sería, en definitiva, el mensaje último de este disco? Este disco está hacho para demostrar que se puede ser libre dentro del flamenco… Yo siempre he sido rebelde con eso de las normas, des de niño. No soporto que me pongan una barrerita. Suficientes barreras tenemos ya en la vida, donde no somos libre para nada aunque estemos en democracia y todo lo que tú quieras, pero libres somos muy poquito. Lo que nos dejan. Pero la música es diferente. Con la música podemos soñar y lo único que he hecho ha sido hacer este disco soñando y creyendo. Así que se puede ser libre sin perder nada, sin dejar de ser flamenco, porque el ser flamenco es la persona, y no lo que se haga.
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