Entrevista: Sara Arguijo
Fotos: Ana Palma
Hablamos con Israel Galván en el Día Internacional de la Danza, el único artista flamenco elegido para escribir el mensaje oficial.
“Me siento como un monje del baile”
Para llevar a cabo esta entrevista nos hemos propuesto desprendernos de los múltiples adjetivos con los que ha sido ya definido Israel Galván y su baile. Olvidarnos de los espectáculos que hemos visto de él a lo largo de su trayectoria, de las críticas que lo tachaban de loco en sus inicios y que ahora lo encumbran a genio. E incluso de la conversación que mantuvimos hace años cuando las preguntas giraban en torno a ese público que al verle abandonaba los asientos.
Aún a riesgo de que este trabajo periodístico no resulte tan comercial y sacrificando el ego periodístico hemos buscado las cuestiones más simples. Aquellas que, sin saberlo, parten de la idea que el propio bailaor nos aconseja seguir en cualquier proceso creativo: “Para evolucionar es necesario mantener la mirada de un niño”, dice.
Prueba conseguida. Colgamos el teléfono tras media hora de charla y ni una palabra sobre la crítica, ni sobre cuánto le debe a Pedro G. Romero por su éxito ni sobre las diferencias con su padre, defensor de un concepto clásico del flamenco. Estas líneas persiguen únicamente adentrarnos en la visión del arte del único artista flamenco elegido para escribir el mensaje oficial del Día Internacional de la Danza, que se celebra este miércoles 29 de abril. Descubrir sus obsesiones, sus manías y sus anhelos. Escucharle reflexiones improvisadas que terminan por convertirse en dogmas por la sinceridad que encierran. Que cuando baila solo escucha a sus tíos, que está leyendo el Franskenstein de Mary Shelley o que no soporta que le deseen mucha mierda. Si quieren conocer qué le pasa por la cabeza al bailaor más enigmático, venerado e incomprendido… pasen y lean.
-¿Qué significa para usted pronunciar el mensaje oficial del Día Internacional de la Danza?
-Supone una enorme responsabilidad porque el reconocimiento es al baile, más allá de que sea o no flamenco. La danza es poner en movimiento nuestros cuerpos y en este sentido a todos nos arrastra la misma energía. Todo el que baila, sea break dance, clásico o sevillanas en la feria lo que hace es comunicarse y esto es lo importante.
Mensaje de Israel Galván en el Dia Internacional de la Danza.
-Porque, ¿qué poder ejerce la danza en usted?
-Además de un medio de vida, la danza me ha ayudado a vencer muchos miedos. Con el tiempo me he dado cuenta que los artistas tenemos el poder de hacer más felices a los demás y estamos, por tanto, en la obligación de transmitir esa magia. El arte es una forma de evasión de la realidad y siento que el baile es una medicina.
“Cuando bailo solo, sin música, siento que puedo ser útil”
-¿Paga por esto algún precio?
-Bueno, hay algo de masoquista pero si bailas es porque eres feliz con lo que haces, sino se notaría y además acabarías dejándolo. En mi caso llega a ser una necesidad. Si estoy de vacaciones, por ejemplo, no puedo estar más de una semana sin bailar. Me siento como un monje, que vive fuera de la vida en continuo proceso de búsqueda entre lo que en ese momento te ordena la mente y el cuerpo. Pero es algo natural, no te das cuenta de a lo que renuncias.
-¿Para ese proceso de búsqueda es necesario estar insatisfecho o ser un inconformista?
-No, nunca me tomo el baile como una guerra. Es cierto es que el cuerpo me exige como ser siempre joven y en este sentido sí hay, como decía, una lucha de energías entre lo físico y lo psíquico. Esto es lo único a lo que me enfrento.
“Para crear y evolucionar en el arte es necesario jugar y tener la mirada limpia”
-¿Y dónde encuentra Israel Galván la creatividad?
-Es la gente que me rodea lo que me inspira. Y, por supuesto, toda la información que está disponible en google. Lo que importa es estar abierto. Para evolucionar en el arte hay que estar muy alerta, mantener la mirada limpia, como si fueras un niño. Jugar, porque jugando descubres muchas cosas. Para crear es necesario observarlo todo, no permitir que se te crucen los egos ni dejarte llevar por lo que es o no comercial.
-Sin embargo, sus últimos espectáculos ‘Fla.co.men’ y ‘Torobaka’ han sido todo un éxito. ¿Tiene la sensación de que hay un público al que le va a gustar todo lo que haga?
-Tengo un público que me tiene cogido mucho cariño pero esto no es ninguna garantía, si una cosa está mal hecha se va a notar. Soy consciente que se tienen días malos y días buenos. No pretendo gustar siempre.
-Pero de alguna forma, se ha convertido en un gurú entre los intelectuales y hasta les hace guiños en sus propuestas, ¿se sabe un bailaor hipster?
-Sí que supongo que al bailar te pones en la mirada o en la psicología de cierto público pero tampoco de una forma pretendida. Sobre todo porque viajo por todo el mundo y en cada país tienes unos espectadores con una cultura distinta y tú tienes que transmitir igual. Por tanto, intento buscar lo universal, siempre desde mi arte que es el flamenco.
“No soportaría perder energías en hacer lo que se espera de mí”
-¿Hay entonces que romper con su público para seguir evolucionando?
-Sí. No soy de los que piensan, sigo esta línea porque es la que me funciona. No quiero acabar siendo un esclavo de lo que soy. Me gusta arriesgar. Si me viene una idea, la llevo a cabo. A pesar de que esté fuera del mercado, aborde un tema que no venga bien, se aleje del flamenco, se acerque demasiado, o resulte rara. Lo que quieres hacer responde a tu propia vida y para mí es fundamental mantener esa fidelidad contigo mismo. No soportaría perder el tiempo y las energías ensayando únicamente para gustar al público o hacer lo que se espera de ti a nivel profesional.
-¿Le ha ayudado el humor a hacerse más libre en el escenario?
-En cierta forma sí. En mis últimas obras se respira una atmósfera más libre, más relajada. Me he dado cuenta que en mis anteriores propuestas siempre ha estado muy presente la muerte, un clima corrosivo, y esto ha desaparecido. Ahora bailo por el placer de bailar, liberándome de los códigos y etiquetas. Si a un espectáculo empiezas a añadir ingredientes para que todo el mundo esté contento, a lo mejor es más vendible pero le quitas la verdad.
-Por cierto, ¿qué escucha cuando baila al silencio?
-Bailando sin música es cuando estoy más libre. No estoy acotado a ningún ritmo y puedo dejarme arrastrar por un mundo virtual y rítmico en el que escucho a mis tíos, a Belmonte, a un animal, el agua… o pienso que vuelo… Soy muy tímido y es en estos momentos cuando noto la verdadera comunicación con la gente. En ese momento, siento que puedo ser útil.
– De los adjetivos que se le han puesto, ¿con cuál se queda?
-Seguramente con lo que me dijo Morente, que era el bailaor más viejo de todos los jóvenes. Enrique ha sido muy especial para mí, un cantaor que me busco dentro porque era capaz de hacer volar con su voz.
-Su frase de “me interesa el flamenco si está con la cultura y con la sabiduría, si está con la ignorancia, la estupidez y la bufonería no me interesa” se ha convertido casi en un lema revolucionario. ¿Qué flamenco interesa a Galván?
-Por decirlo de una forma breve, el flamenco en libertad.
“El clima corrosivo que había en mis obras ha desaparecido”
-¿Algún proyecto nuevo?
-Sí que tengo un proyecto en mente, aunque aún no tiene fecha. Va a suponer un cambio brusco porque es una coreografía de siete bailarines en la que vamos intercambiando experiencias a través del juego, del movimiento de nuestros cuerpos. No sé si será bueno pero para mí está siendo maravilloso porque es la primera vez que comparto mi baile de esta forma grupal.
“Me molesta que me deseen mucha mierda”
-Por último, ¿alguna manía antes de salir a escena?
-Antes tenía muchas pero la verdad es que ahora no. Soy muy maniático en mi vida pero no en el escenario. Bueno sí, una, me molesta bastante que me deseen mucha mierda.