Como un combinado de hierbabuena y ron
añejo. Así sabe el último
disco de Ginesa Ortega. Se le ve radiante y se
le escucha firme. Tiene las ideas muy claras,
la cabeza perfectamente amueblada (el resto del
cuerpo también, dicho sea de paso) y una
exigencia: la sinceridad. La pide a los demás
y se la exige a sí misma. La sencillez
y la transparencia que hay en “Flamenca”
logran esa agradable combinación de frescura
y reposo.
Cada trabajo es el
reflejo de un momento y la idea que uno defiende
en cada etapa. Este es tu cuarto trabajo discográfico
¿Cuál es tu momento y qué
has querido defender?
He querido reflejar mi parte flamenca, que la
he tenido siempre pero que siempre ha sido también
un constante ir y venir en esta carrera. Me encuentro
en un momento de recesión, porque siempre
es bueno mirar de vez en cuando las raíces
de donde se viene.
Tu trayectoria es de
lo más interesante. Has trabajado con gente
tan diversa como la Fura, Iberia, has hecho “El
amor brujo”, has cantado a Billy Holliday,
a Serrat, a Bob Marley… Eso no es casualidad
¿Qué tiene Ginesa Ortega para que
se embarque en proyectos tan diferentes?
No creo que sea la única que haga colaboraciones,
pero si es verdad que en su momento siempre he
estado abierta a cualquier posibilidad de colaboración
.Quizá lo que tenga sea versatilidad
¿Es este tu
trabajo más personal? Lo digo porque hay
mucho tuyo en el disco, aparte de tu cante.
Sí, a este trabajo le he dedicado mucho
tiempo, mucho énfasis, mucha energía,
mucho cariño, mucho de todo. Y si, es el
más personal. Es, digamos, el hijo más
mimado.
“Es un
disco con mucha sinceridad y mucho cariño
y respeto hacia el flamenco”
Siete de las nueve piezas
que contiene son composiciones tuyas, incluidas
las letras.
Ya hace tiempo que desarrollo esa faceta. Desde
que grabé el primer disco -que, aunque
digo que son cuatro discos los que tengo, en realidad
no cuento otros dos que hice al principio de mi
trayectoria “Luna entre mimbres” y
“Suspiro gitano” que están
descatalogados-, ya desde entonces ya había
temas míos tanto en los cantes como en
las canciones aflamencadas que hacía.
Y cuando compones ¿partes
de una música para escribirle una letra
o partes de una letra a la que luego le buscas
un encaje musical?
Las dos cosas juntas. Cuando aparece la inspiración
me puede pillar en cualquier momento y entonces
me viene la melodía a la cabeza en el caso
de que tenga una melodía inédita,
porque hay veces que me viene la letra y esa letra
la adapto a taranto o a soleá o a siguiriya
y entonces la música es tradicional. Pero
cuando me vienen unos tangos o una bulería,
me viene automáticamente el ritmo y la
melodía y la letra.
“Hay que irse
al lirismo para poder hacer letras flamencas y
poder cantarlas”
Hay letras muy bonitas,
como la del loco que haces en la taranta, por
ejemplo, y otras más. A la hora de componer
letras para el flamenco ¿vale todo? ¿Basta
con una rima o unos versos bonitos o una letra
flamenca tiene que reunir otras características?
Para mi una letra de flamenco tiene que tener
alma y corazón flamenco o gitano. Hay que
irse al lirismo para poder hacer letras flamencas
y poder cantarlas. Hay compañeros que hacen
letras de flamenco más actuales, pero yo
no veo que esas letras sean adecuadas. Hablar,
por ejemplo, de motos en una soleá, pues
no lo veo.
Muchos autores defienden
que la letra es la cuarta gran faceta del flamenco
junto al cante, el baile y la guitarra. Esa sabiduría
popular puede expresar en tres o cuatro frases
ideas que muchos literatos no son capaces de plasmar
en todo un libro.
Es cierto. El flamenco en sí es pura poesía
y no debemos olvidarlo. Después está
el día a día para verte con las
cosas más actuales como un ordenador o
los mercedes que pasan por la calle. Para cantar
hay que tener un sentimiento más lírico.
Cantas a Carmen Amaya
y a Sabicas ¿te han emocionado mucho?
Muchísimo. Tanto uno como otro son un estandarte,
no voy a descubrirlo yo. Son referencias para
todos los flamencos.
“Hay
que cultivar los cantes de levante porque son
un tesoro”
Los cantes de levante
siempre se te han dado bien. En ente disco vuelves
a ellos con un taranto y una taranta.
A mí me gustan mucho. Les encuentro mucha
hondura y ahí hay un pozo de lamentos,
de sentimientos, de pasión, de pena y de
todo lo que envuelve al flamenco. Aun cuando no
sean cantes de Andalucía hay que prestarles
mucha atención y hay que cultivarlos porque
son un tesoro.
En este disco el cante
no está tapado, si lo comparamos con los
trabajos que suelen ser habituales en los últimos
tiempos.
Lo he querido hacer muy sencillo, es decir, que
no tiene misterio. Para la soleá, los fandangos
y los cantes de levante vino Pepe Habichuela:
su guitarra envolvía el ambiente de una
manera muy especial y ahí ya no cabía
más que su guitarra y una voz. Después,
todo lo demás he procurado tratarlo con
mucho cariño y a veces con pinzas para
que no se pasara mucho. Quizá no suene
a actual como los discos que se están haciendo
ahora, pero es un disco con mucha sinceridad.
Eso sí lo quería transmitir: mucha
sinceridad y mucho cariño y respeto hacia
el flamenco.
Donde más arreglos
hay es, curiosamente, en la siguiriya: hay violín,
la voz de Guadiana… Digo curiosamente porque
es el estilo más añejo (junto con
la soleá) de los que has grabado en este
disco ¿Por qué es justamente en
este corte donde más arreglos has introducido?
Porque tenía ganas de hacer una siguiriya,
pero en anteriores trabajos ya la había
grabado y entonces no quería volver a hacer
lo mismo. Además, veía esta siguiriya
como algo muy puro y, a la vez, como un desatino.
Siempre que pienso en un cante flamenco como la
siguiriya o la soleá, es tan lamentoso
que tiene que ser como un desatino, como algo
muy loco, casi picasiano. Por eso en el ritmo
he querido hacerlo así. Ya la siguiriya,
en sí, sólo con guitarra y voz,
tiene la suficiente grandeza, pero en mi mente
yo me dibujaba como que el cantaor o la cantaora
están en un desatino de locura total.
Con Pepe Habichuela
y Guadiana ¿te unen vínculos concretos
o su presencia aquí es porque te emocionan
especialmente?
Me gustan mucho, tanto la guitarra de Pepe en
esos palos como la voz de Guadiana. El metal de
voz de Guadiana tendría que estar más
presente en el flamenco porque es un eco muy flamenco,
muy añejo y a la vez, actual. Tiene ese
punto que debería llegar al público
mayoritario. Y Pepe es la esencia, y tiene también
ese punto de solera y de modernidad. Su toque
es como una catedral. Está tocando por
soleá y ese hombre está tocando
con esa pedazo de guitarra que suena con un pesazo
enorme.
“Nadie se conoce
como uno mismo”
Te decía antes
que hay mucho tuyo en este disco además
de la interpretación. Ya hemos hablado
de la composición, pero también
te has encargado del diseño gráfico
y de dirigir la producción ¿Cómo
te has movido en estas facetas?
Como yo digo, este disco lo he hecho prácticamente
a mano, con mucho esfuerzo y con mucho tesón,
que es particularmente lo que me mueve: el tesón,
el esfuerzo, el trabajo. En cuanto a la faceta
de productora te puedo decir que los anteriores
discos los he controlado un poquito, pero este
ha sido a tope y ha sido agotador. Sin embargo,
es posible que repita la experiencia porque nadie
se conoce como uno mismo. Puede venirte un productor
y puede hacer algo que te pueda vender muchos
discos y, sin embargo, no tener tu alma de acuerdo
con esa postura. Ese es mi caso. Soy una persona
muy autodidacta, muy libre. Cuento con profesionales,
con artistas que cuando salen del estudio saben
lo que han dejado y después me gusta estar
yo pendiente de la historia. Como Juan Palomo.
Hablando de libertad,
tengo que hablar de “Dos gardenias”,
que es la pieza más libre de todas. Vas
haciendo continuas variaciones… También
está la armónica de Antonio Serrano,
que a mí me suena a música porteña,
y todo va evolucionando, sin repetir nada. Y al
final tampoco se cierra nada, sino que, bien al
contrario, la canción queda abierta, en
el aire.
El “Dos gardenias” lo concebía
como un bolero muy sentimental, muy romántico.
La armónica de Antonio Serrano ha cogido
mucho peso y además con mucha sensibilidad
y luego desenlaza en un medio blues, que fue como
surgió en ese momento.
“Dedico este
trabajo a las personas que miran a los ojos cuando
hablan y al corazón cuando escuchan”…
¿La falta de sinceridad es lo peor que
pueden hacerte?
Sí. A mí y a todo el mundo. Estamos
viviendo en una sociedad donde todo se dice y
se manipula por detrás, y donde a la gente
que te mira a los ojos hay que cuidarla, prestarle
mucha atención y escucharla cuando te hablan.
A este mundo le falta humanidad por parte de todos,
saber entendernos, saber dialogar y tener cada
cual su cultura respetándola, acercarnos
cada vez más a la cultura del vecino y
sabiendo que la vida es un continuo aprendizaje
y que es lo más bonito que hay. Siempre
perdemos mucho tiempo haciéndonos daño.
¿Y ese loock
a lo Jennifer López? ¡Estás
explosiva!
¿Ah si? (ríe) No, mira, quería
cambiar porque ya he ido bastante con rastas,
con trenzas y hasta en su tiempo llevaba los pelos
verdes. Ahora he decidido ser un poquito más
lo que soy, una mujer latina, de hoy en día:
hacer mucho deporte y vivir sanamente. Estoy en
un momento muy sereno de mi vida.
Por eso te decía
antes que veía este trabajo muy personal,
como un momento diferente en la vida y en el trabajo
de Ginesa Ortega, porque ya desde el principio,
desde el primer golpe de vista, desde el mismo
concepto gráfico del disco se ve algo distinto.
Por eso comenzaba la entrevista por ahí.
Nunca se puede decir que esté en el mejor
momento, pero personalmente, dentro de mí
-y no quiero que suene pedante- me veo serena,
sin la impaciencia que tenía con veinte
años y con una emoción y una ilusión
enormes y con ganas de transmitirlas, de transmitir
esa buena onda, ese buen rollo, con ganas de que
se perciba.