La Tati actuará el 19 de junio en el Teatro Bulevar de Torrelodones con su espectáculo “Vivo y lejano” uno más de los que forman el festival “Suma Flamenca”
«No hay cosa más moderna que el flamenco antiguo»
Francisca Sadornil, «La Tati» a sus 65 años, es la más veterana bailaora de Madrid e imparte clases de flamenco en la escuela Amor de Dios desde hace 30 años.
Quedamos en la cafetería del Mercado de Antón Martín. Se oyen los taconeos en el piso de arriba. Amor de Dios es la escuela más importante de flamenco de Madrid y desde su fundación ha ido adquiriendo un prestigio del que no pueden gozar el resto de escuelas de la capital. Por los estudios del piso de arriba del Mercado de Antón Martin y por los antiguos locales de la calle Amor de Dios han pasado los artistas flamencos más importantes.
Desde Camarón al Güito, pasando por Merche Esmeralda o Joaquín Cortés, las aulas de este centro de arte han sido la cantera de bailaores y bailaoras de Madrid y han atraido a aficcionados y profesionales de España y de todo el mundo.
Bailaora con Camarón y Tomatito en París, artista favorita de Manolo Caracol por bulerías, señora del baile flamenco en Madrid, bruja de los tablaos, maestra y madre coraje, pasea todos los días por Lavapiés con su pañuelo atado a la cabeza.
Con 45 años de carrera no puede dejar de pensar en nuevos proyectos, y conversar con ella es como asomarse a un pozo donde nos llegan los ecos de una vida entera. La edad es un grado, y ella acumuló el criterio suficiente para estar segura de sí misma. Las palabras de la Tati dictan sentencia.
¿Qué es el flamenco para ti? El flamenco tiene todos los contenidos, hay sensualidad, hay pena, puede haber coraje, una cantidad de sentimientos que se pueden expresar como en otros artes, pero no con la misma libertad de expresión que tiene el flamenco, el flamenco es la libertad.
Te dicen ¿Qué es el flamenco puro? Puro no puede haber nada cuando se tienen las reminiscencias hindúes, árabes, judías, y de varias culturas que han estado en España y han dejado su impronta. Y de todas estas cosas, incluidos los gitanos, ha venido este fenómeno que es el flamenco.
¿Y la madre del flamenco? La madre es la soleá, esa es la madre de todos los cantes(…) y la verdadera madre del flamenco es el cante. Cómo se baila una seguirilla o como se baila una soleá, eso lo determinaron los cantaores sin saberlo.
¿El flamenco es cosa de gitanos? No. Hay flamenco andaluz y flamenco gitano. Los gitanos aportaron al flamenco su idiosincrasia, su forma de hacer, su toque como hindúes y como gitanos. Aportaron esa forma de interpretarlo, ese dolor, esa voz, esa forma y esa coyuntura al flamenco, que dejó de ser tan clásica y tan folclorista.
¿Madrid es flamenco? Muy flamenco, no porque el flamenco haya nacido aquí pero por el desarrollo que ha tenido. Cuando los medios de locomoción eran limitados Madrid estaba más cerca que cualquier otro sitio. “Madrid es castizo, y del casticismo al flamenquismo hay muy poco”.
Don Antonio Chacón vivió y murió en la calle Toledo, los caracoles están dedicados a Madrid: «Cuando suben y bajan los andaluces». ..Había más tablaos en Madrid que en Andalucía y aquí venía la gente a ganarse la vida, esa fue la única manera de que el flamenco traspasara las cuevas y llegara a la gente. Por eso yo siempre digo que la novena capital de Andalucía es Madrid.
¿Cómo fue esa generación de los sesenta? Había un tablao que se llamaba El Duende, y El Duende fue una de las casas más flamencas que hubo en España. Yo trabajé allí con catorce o quince años. he trabajado en tres o cuatro tablaos y han sido muy determinantes en mi vida artística porque tuve la suerte de vivir los años cincuenta, sesenta y setenta; que fueron la época dorada del flamenco, cuando existían esos artistas genuinos que venían salvajes y que desarrollaban una magia en el escenario que hoy en día no existe.
Luego había también compañías de baile, como fué la de Pilar López, la de la Argentinita, la de Antonio el bailarín, la de Rafael de Córdoba, la de José Greco, la de Carmen Amaya… que empezaron a llevar espectáculos mixtos con artistas invitados de flamenco.
Y son los que dieron opción a que el flamenco se hiciera mundial. Pero el desarrollo fue primero en los tablaos y en los cafés cantantes. Y Madrid y Sevilla fueron pioneros.
Desde los años veinte hasta los setenta y ochenta todos los artistas genios del flamenco, Paco de Lucía, Mario Maya, La Paquera, todos se desarrollaron en Madrid, y vivieron en Madrid durante veinte y treinta años. En Madrid estaba el Duende, los Canasteros, Torres Bermejas, El Corral de la Morería, la Soleá; seis tablaos funcionando a tope con los mejores artistas.
Doña Francisca Sadornil Ruiz ¿Quién es la Tati? La Tati es una bailaora. Tati fue porque mi madre me quería poner Tatiana por una actriz que era muy morena, y yo cuando nací era muy negra muy negra. Pero claro, yo nací en el año cuarenta y siete y la iglesia católica no permitía los nombres rusos. Entonces me pusieron Francisca por mi hermana y por mi abuelo que acababan de morir. Pero en casa mi abuela siempre me dijo Tati, mi madre Tati, y con la Tati me quedé. Ahora tengo una nieta que se llama Tatiana.
¿Y cómo surgió tu vocación por el baile? No fue vocación, yo no sabía lo que era el baile. Yo bailaba por la gracia de Dios. La vocación nace cuando has visto algo, cuando hay un instinto, pero yo no tenía vocación. Yo bailaba todo el día si más hasta que descubrí el flamenco.
La que me cortó el cordón umbilical era una gitana de Córdoba, la Tía Lola, que cantaba muy bien… En mi casa uno tocaba la bandurria, otro cantaba jota… Pero cuando yo empecé a entender realmente lo que era el flamenco fue cuando empecé a trabajar con doce años en Zambra, y empecé a escuchar los cantes y a ver a bailaores y bailaoras que bailaban de una determinada forma, y empecé a desarrollar lo que soy ahora.
¿Cómo empezaste a subirte a los escenarios? Con cuatro años. En el cine Toledo. Mi abuela me llevaba alli todos los miércoles, y por el día de la Paloma había concurso, entonces en vez de pasearme como una maniquí como hacía todo el mundo, yo bailaba. Y gané el segundo premio.
Luego en el Circo Price había un cómico que se llamaba Ramper y cantaba » Ay tani tani mi tani, ay tani tani mi tá…», entonces mi abuela me llevó y me dijo «¡Tati baila!» y me salí y me puse a bailar allí en medio del circo.
Yo me he criado en un escenario, recuerdo de muy pequeña que cuando pisé un escenario yo sabía que yo ya había estado allí, el escenario nunca ha sido nada extraño para mí.
Luego de pequeña me colaba en el Corral de la Morería. Juan del Reino me cogía y me metía entre sus piernas y yo me asomaba por la cortina para ver bailar a la gente. Mi padre iba a la berbena a bailar chotis, y entonces yo me escapaba de mi padre y me metía en el cuadro flamenco.
¿Qué le hace falta a una bailaora? Eso no te lo puedo decir, sería muy osado por mi parte… Lo primero que tiene que tener es amor a lo que está haciendo. Respetar muchísimo la idiosincrasia, las formas. Sobre todo mucha educación y mucho amor. Y hay que estudiar, hoy en día se necesita una preparación para todo en la vida, y hay que prepararse porque la mejor improvisación es un buen trabajo, un buen ensayo. No podemos ser genios pero podemos ser personas trabajadoras y tener amor y ganas de hacer cosas.
Has trabajado con los grandes del flamenco… Y no sólo del flamenco sino del jazz: Ella Fitgerald, Duke Ellington… He compartido escenario con todos los grandes y gracias a Dios eso es algo que llevaré en el archivo de mi memoria hasta el día que me muera. He compartido escenario con Manolo Caracol, del cual yo era su bailaora preferida por bulerías, con Gitanillo de Triana; con Camarón, que cuando llegó a París dijo “yo quiero cantarle a la Tati”; el Capullo de Jerez, Terremoto, Carmen Amaya, que quiso llevarme con ella cuando me vio bailar en Torres Bermejas siendo yo una niña… Ellos me han respetado, me han querido y me han enseñado, ellos han sido realmente mis verdaderos maestros.
¿Eres moderna? Bueno, soy contemporánea; y he sido muy atrevida, cuando había censura yo me ponía los escotes casi hasta la rabadilla (…) Y en una ocasión dio la casualidad de que en la venta del Gato estaba Bernardo Parrilla, ahijado de mi marido, que tocaba el violín, y entonces mi marido me preguntó si yo podría hacer algo con ellos, y yo le dije que sí. Yo fui la primera que metí el violín al flamenco, aunque ya había metido un bajo en Los Canasteros con Manolito Soler, cuando éramos teloneros de Lole y Manuel en el año ochenta.
¿Osea que fuiste una rebelde? No, una rebelde no. Porque al flamenco todo lo que sea echarle cosas bonitas no le molesta. Lo malo es cuando se anteponen otras cosas a lo que es verdaderamente el flamenco. El flamenco es una trilogía: cante, guitarra y baile. Todo lo demás es un adorno maravilloso, pero simplemente un adorno. Se puede engrandecer la música pero no se engrandece al baile ni al cante.
Siempre que se hagan las cosas con amor y con respeto yo lo veo bien, pero para eso hay que tener un concepto muy claro de lo que es el flamenco. Los grandes pintores, Picasso, todos empezaron dibujando. Tú no puedes hacer una casa empezando por el tejado, tienes que poner los cimientos de la casa bien firmes y sobre eso edificar lo que quieras.
Tú aprendiste con la Quica… Lo que realmente me enseñó la Quica es a enseñar. Ella me dio las pautas para ser profesional, me hizo la primera bata de cola y me dio muchos platos de comida. Entonces cuando empecé a enseñar me di cuenta de que tenía un carácter muy parecido a ella. Esa armonía, esa estética del baile que yo tengo es de la Quica, su hija me vio bailar y me dijo llorando que era la única que le recordaba a ella. Yo vivía en la academia entre seis sillas y un colchón, veía bailar de las diez de la mañana a las diez de la noche, y cuando la Quica se acostaba yo me subía arriba y me ponía la bata de cola con un cinturón, y me llevaba bailando hasta que amanecía.
Ella me dio el camino, y quizás si ella no me hubiera enseñado yo no estaría aquí. Si ella no me hubiera dado esa pauta de profesionalidad y de madurez. Ella fue mi madre profesional, mi madre artística y una persona que recordaré siempre, por eso en mi currículum siempre pongo que mi maestra fue la Quica.
Y ahora la maestra eres tú. Llevas en esta escuela más de 25 años. Llevo treinta. Y suerte que he tenido de no quedarme anquilosada. Yo creo que una maestra, sobre todo en el flamenco que es un arte vivo, tiene que tener mucha experiencia, porque si no te aburres. El flamenco no está en un libro ni en un pentagrama.
El flamenco son personajes individuales que aportan cada uno su granito de arena para hacer la montaña. Y el salir al escenario me ha dado una experiencia tremenda que a la hora de enseñar me ha dado otra amplitud de miras. Verdaderamente yo empecé por casualidad y hoy en día tengo dos grandes profesiones, la de bailaora y la de maestra.
¿Qué es para ti Amor de Dios? El puente que me abrió a la enseñanza. Además fue algo que me ayudó a quitarme de los tablaos cuando llevaba ya mucho tiempo en ellos y ya no tenían nada que ofrecerme artísticamente.
¿Se enseña igual que antes? No. Antes no había técnica, sólo había baile. Pero los tiempos van cambiando y hay que adaptarse. Hay que enseñar el compás a las personas que no lo conocen. Esta tiene que ser una escuela completa. Aunque un poco diferente porque el flamenco es un poco diferente de cualquier otra cosa. Si se puede meter la guitarra en el pentagrama también se pueden meter los compases del baile. Ahora eso sí, los maestros deberían ser personas con una trayectoria importante.
¿Crees que el flamenco está bien valorado? Bueno, ni son todos los que están ni están todos los que son. El flamenco está valorado en las grandes figuras, que han recogido las mieles de los que les ha costado una vida entera trabajando. Pero los tiempos cambian y no me parece mal que haya artistas que ganen mucho dinero. Si lo ganan otros porqué no lo va a ganar Sara Baras o Paco de Lucía que es una estrella. No, no tengo nada en contra. Debería valorarse incluso mejor.
Pero yo creo, y no estoy resentida en eso porque gracias a Dios yo tengo lo que necesito, que debería estar más repartido, ser más ecuánime. Faltan mecenas, todo está muy caro y los empresarios sólo apuestan por figuras que saben que les van a llenar los teatros.
¿Y por parte del público? No todo el mundo entiende de ópera, esto no es el porompompero. Entender es una cosa, pero gustar y aceptarlo es algo que ocurre en el mundo entero. Al flamenco no le hacen falta teatros de cinco mil personas. Con cinco teatros llenos todos los días con ochocientas personas, el flamenco estaría donde le pertenece.
¿Qué es eso de mezclar el teatro con el flamenco? Eso es algo que inventó Antonio Gades, no lo inventé yo. Yo hice una adaptación de La casa de Bernarda Alba, con un buen director de teatro…¿se te saltaron las lágrimas en el estreno, no es así? Estuve llorando todo el estreno porque la verdad es que me tocaba. Mi madre fue una Bernarda Alba, una viuda que sacó a sus hijos adelante.
Tenía mucho respeto por eso, tuve un buen director, lo hice con todo mi corazón y fue innovador porque las niñas tocaban los cajones y eso era la primera vez que se hacía. La gente se sorprendió mucho porque me conocían bailando y esta obra era muy seria y muy dramática. Yo acababa de perder a mi marido y estaba en un momento anímico que era ideal para hacer Bernarda, me enamoré del personaje.
En otras entrevistas has hablado de la falta de identidad del flamenco de hoy en día, ¿Qué querías decir? No he querido decir que le falte identidad, sino que hay un afán por ser moderno, y no hay cosa más moderna que el flamenco antiguo. El flamenco está en evolución, está vivo, es un arte contemporáneo, pero no hay que cambiar la esencia. El café tiene que saber a café aunque sea descafeinado, porque si no se pierde la identidad. Una actriz de teatro puede hacer cien papeles, pero la actriz está por encima del papel, se mete en el personaje pero sigue siendo ella, y eso es lo que creo que el flamenco debe tener.
El flamenco se ha convertido en un arte universal ¿No es así? Sí, es universal desde hace tiempo. Lo que pasa es que el interés va por generaciones. Después de Pilar López y Carmen Amaya el flamenco tuvo un bajón. Y surgieron aquellos tablaos de la costa brava donde la gente pensaba que el flamenco era el folclore. Entonces llegó un grandísimo artista como fué Antonio Gades, o también Mario Maya, que llevaron el flamenco a la categoría teatral. Y después de un vacío generacional en los tablaos ahora es un buen momento para volver porque ha surgido otro interés.
¿Qué encuentra el público en el flamenco? La gente cuando empezó a ver el flamenco se dio cuenta de que es algo especial. Encuentran en el flamenco vida, energía, yo lo único que sé es que la gente vibra, se levanta. Una vez me preguntaron qué era el duende, y yo respondí que es llegar en un instante a la raíz del ser, un rayo. Ese es el flamenco y eso lo tiene quien lo tiene, no siempre sucede, pero cuando sucede eso se logra porque hay un artista que conecta el rayo. Se puede dar en otras artes pero en el flamenco es más explosivo. No se puede ni comerciar, ni comprar ni vender, sucede y punto.
Y después de cuarenta y cinco años de carrera ¿Qué proyectos tienes en mente? ¡Uy, muchos! Proyectos todos. Espero tener tiempo, hacer un par de cosas o tres más… Tan sólo seguir bailando, disfrutar y que disfruten otras personas de verme bailar, ese es el proyecto más importante que tengo en mi vida. Mientras que yo me sienta con fuerzas me gustaría bailar, y bailar, y bailar, y bailar.
Tiene los tobillos muy finos, las piernas delgadísimas, y el cuerpo regordete. Machaca el suelo con los zapatos con una fuerza insólita, y a pesar de los años puede estar bailando toda la mañana.
Francisca Sadornil es bailaora de flamenco, y dentro de ella vive una niña pequeña. Sabe emocionarse cuando habla de cosas importantes, entusiasmarse con un compás bien dado, despotricar contra quien haga falta y reirse o gritar como si estuviera loca, pero desde luego no lo está…la Tati tiene un alma salvaje y vive de forma salvaje en una gran ciudad. Y de esa misma manera enseña a sus alumnas.
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