Entrevista a Diego Villegas – Bajo de Guía

Entrevista a Diego Villegas

Entrevista a Diego Villegas

Entrevista: Sara Arguijo

Su música, como él, es intuitiva, fresca, expresiva, colorista, honesta. «Una mirada blanca entre el mar y el río», que define José Luis Ortiz Nuevo en «Bajo de guía», el álbum con el que se presenta en el mercado después de haber colaborado con los más grandes de lo jondo y haber sorprendido al público sevillano en propuestas como «Divino Tesoro» o «Quién me presta una escalera», dirigidas por el escritor y flamencólogo.

“Mis instrumentos tienen pellizco porque aprendí a tocarlos en un tablao”

Diego Villegas, rodado en el tablao, acerca ahora los vientos de este pintoresco barrio marinero de Sanlúcar de Barrameda, su pueblo natal, sonando por tanguillos, soleares, bulerías, tangos, rumbas o mirabrás. 

Este año, además, se estrena en la Bienal de Sevilla el martes 13 de septiembre, con la mala suerte de que es el mismo día que viene Jorge Pardo, uno de sus referentes –que por cierto colabora en el disco-, pero con la buena de que tiene todo por contar. Si creen que hay instrumentos que no están hechos para el flamenco, escuchen a Villegas, que canta, baila y toca las palmas con un soplido.

-Uno es lo que respira, le escribe Javier Ruibal, y desde luego Sanlúcar le sale por los poros… 

– Quien conoce el pueblo, me lo dice. Amigos que viven fuera me lo han comentado, que cierran los ojos y se ven en Sanlúcar… Imagino que no podía ser de otra forma porque me he criado en un ambiente de pescadores y he mamado toda la Sanlúcar de verdad. 

-¿Cómo lo han recibido en su pueblo?

-Genial, mucha gente de Sanlúcar que no había escuchado antes un disco musical me ha dicho que le ha encantado.  Las amigas de mi madre, con las que desayuna en ‘El Pinocho’ compraron el álbum porque yo era ‘El hijo de la cari, la pescaílla’ y ahora me dicen que lo llevan en el coche. Es muy gratificante porque he hecho lo que quería hacer, pero es verdad que suena dinámico y es comestible.

-¿Cuál es la Sanlúcar que más añora?

-Lo que más añoro es la naturalidad y la cercanía de la gente, el cariño. Muchas veces a los andaluces se nos acusa de ser hipócritas por expresar una amistad que a lo mejor no es verdadera. Pero creo que eso tiene su parte positiva porque demuestra que lo que queremos es estar a gusto.

-Muchos se preguntarán cómo se llega al flamenco tocando el saxo, la flauta y la armónica…

-Con 8 años entré en el conservatorio a tocar la guitarra. Lo que pasa es que en el pueblo había una banda, la de Julián Cerdán, que tenía una academia y ofertó becas en mi colegio. Convencí a mi madre para ir y, cuando me preguntaron qué instrumento quería tocar, dije el clarinete porque mi mejor amigo del conservatorio lo tocaba. Al final conseguí la beca y a los dos meses de entrar me pusieron en la banda, con lo que nunca tuve que llegar a pagar la matrícula. 

-¿Y al flamenco?

-Ah, eso. Cuando ya tenía 15 años mi hermana, que es bailaora, abrió un tablao. Entonces no tenía ninguna afición flamenca. Había ido alguna vez a verla bailar y me quedaba dormido, era un chiquillo. Pero, como tocaba el clarinete, me animé a ir y le cogí el gusanillo a tocar a mi rollo, sin partitura. Empecé también a escuchar jazz, formé un grupo con amigos y ahorré para comprarme un saxo tenor, que tocaba por mi cuenta. Luego vino la flauta travesera, después el saxo soprano y con 18 años más o menos me compré la armónica.

-Vamos, que lo suyo fue atrevimiento…

-Completamente. Era un indecente, no tenía vergüenza. En cuanto sacaba algo al instrumento me subía al tablao a hacerlo. Quizás, mi peculiaridad es que no estudié los instrumentos y después toqué flamenco, los estudié en el escenario. Esto igual no me ha dado una técnica completa pero sí la que necesito para expresar lo que soy. Mi formación en el tablao me ha hecho buscar recursos para tocar lo que quiero tocar.

“Para tocar flamenco tienes que sentir los 12 tiempos para después navegar sobre eso y buscar los matices”

-¿Es así como ha conseguido el pellizco?

-Posiblemente es mi diferencia con la mayoría de instrumentistas de viento que tocan flamenco hoy día es que ellos se han formado primero en la clásica o el jazz. Lo mejor que me pudo pasar es tocar en el tablao porque el flamenco es ritmo y la rítmica la tienes que tener metía en la cabeza, en los huevos y en el corazón. Tienes que sentir los doce tiempos para después navegar sobre eso, buscar los matices. Eso lo aprendí allí. 

-Porque, ¿qué exige el flamenco a un instrumentista de viento? 

-Lo primero que tú seas flamenco y lo sientas igual que un guitarrista, un cantaor o un bailaor. Lo segundo es que los instrumentos están creados para que suenen de forma impecable y en el flamenco es importante buscar el desgarro. De hecho, los recursos que busco no son naturales, ensucian el sonido, pero vienen bien para conseguir que suene como quiero, como el quejío de un cantaor. Para mí es importante conseguir ese pellizco. No he querido sonar payo. Una vez le toqué a Remedios Amaya y me dijo “hijo a mí eso de los pitos no me gustan pero es que tú suenas muy flamenco”. A raíz de ahí la he acompañado muchas veces.

“El disco tardé un año y medio en hacerlo porque hay 40 artistas y todos han colaborado dando lo mejor de sí”

-¿Y le han dejado los flamencos hueco desde el principio?

-Por suerte he trabajado con mucha gente y he tenido la libertad de poner mucho de mí porque, entre otras cosas, no sabían decirme qué hacer. El desconocimiento de los instrumentos que toco me ha venido muy bien para hacer lo que quería. He tenido que darle vueltas e inventar para aportar algo a lo que se estaba haciendo… 

-Ahora muchos de ellos colaboran en su disco…

-Sí, desde el principio sabía que quería hacer un disco para competir, no de andar por casa. No es un disco respaldado por la Warner pero no tiene nada que envidiarle en la calidad. Así que busqué que sonara bien. Primero me puse en contacto con los guitarristas que creía que más tenían que decir en cada uno de los temas. No podrían haber sido otros. El mirabrás de Manuel Valencia, el tanguillo de Pedro Pimentel, Paco Vidal en ese tango que se llora… Y el cante, igual, tiene mucha lógica. El disco tardé un año y medio en hacerlo por eso. Porque hay 40 personas y todos han colaborado dando lo mejor de sí.

-¿Nota que en el flamenco cada vez caben más instrumentos?

-Sí porque además la gente no es torpe. Tú vas a un espectáculo de guitarra, cante y baile y es precioso. Pero cuando a eso se le suman buenos músicos, hay más colores. Y más cuando el flamenco se lleva el teatro y tiene que contar una historia. 

“No sé qué tendrá esta mierda -el flamenco- pero engancha”

-¿Y qué ha encontrado en el flamenco que no encuentra en otras músicas? 

-Cuando estaba en Madrid me hice esta pregunta y fui a concierto de música clásica, otro de jazz y otro de flamenco. En los dos primeros se me pusieron los vellos de punta dos veces, en el de flamenco terminé excitado. No sé qué tendrá esta mierda pero engancha. Escucho, por ejemplo, a Enrique Morente y me revienta el alma. Ese hombre tiene algo que me conmueve.

-¿Se ve viviendo de otra cosa?

– Sinceramente, si en vez de flamenco hubiera tocado otra cosa igual no podría vivir de lo que hago. Al final mis instrumentos provocan cierto morbo por lo desconocido y eso me ha ayudado. Además, no quiero ser famoso, me gusta la vida por encima de mi profesión. Lo que quiero es que la gente pueda escuchar lo que hago que, al final, es el propósito del artista. Y si el disco te gusta, el directo dicen que es mejor.

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