Entrevista: Silvia Cruz Lapeña
Fotos antiguas: Jesús Santos
Fotos actuales: A. Bautista
Mairena del Alcor homenajea este año a Calixto Sánchez al cumplirse 50 años desde que ganara el premio del Certamen de Cante Jondo Antonio Mairena.
“Afortunadamente, el arte no se hereda”
54 edición Festival de Cante Jondo Antonio Mairena
Al otro lado del teléfono Calixto no arranca a contestar sin antes sacarle unas notas a la guitarra con la que le hemos pillado en las manos. “Escucha, que cantar por soleá es muy difícil.” Recurre a la guasa para explicar lo que ha visto y vivido en este medio siglo y al preguntarle si cree que hoy ganaría ese concurso que lo metió en el mundo jondo, no duda en decir que no daría lugar. “No me presentaría. Yo fui al concurso porque me aposté un almuerzo con los amigos y ya no podía echarme atrás. Pero estaba muy verde e iba a la universidad, así que si me pilla más tarde, con unas oposiciones e hijos que mantener, ni me habría presentado.”
Dice que se preparo los cantes como si fuera a un examen de matemáticas. “Cogí un disco de pizarra de Pastora Pavón, elegí la cartagenera y me la aprendí de memoria. ¡Hasta los ruiditos del disco me sabía! Lo mismo hice con la malagueña del Mellizo que cogí de Mairena.” Narra las dificultades que pasó para cantar con guitarra, pues nunca lo había hecho. Su aprendizaje fue en el bar de su padre al que llegaban los jornaleros después de quince días en el campo a cambiarse de ropa y tomarse un vino. “Y de las fiestas de Mairena del Alcor, de los buenísimos saeteros que cantaban en los balcones por Semana Santa. Yo no le echaba cuentas, pero ese era un aprendizaje que me iba calando.”
Maestro y cantaor
A partir de ahí, no pudo despegarse del flamenco. Siguió estudiando Magisterio y fue maestro rural pero el mundo flamenco lo enganchó. “Cuando yo empecé en esto la sociedad española era una sociedad de fatigas, de pueblos muy cerrados y de una incultura tremenda. Con el flamenco entro en el mundo artístico, que se me antoja como una sociedad incrustada en la sociedad general pero más liberal, más permisiva.” Asegura que las nuevas generaciones como Enrique de Melchor o Luis de Córdoba tenían más formación pero que la mayoría de los artistas que se encontró eran analfabetos. “Pero no importaba porque con ellos me llevé una sorpresa: había una libertad que ni siquiera encontré en el ambiente universitario.”
Esa libertad y el propio carácter de Sánchez le hacen hablar con desahogo. Incluso del festival que lo premió y del que él ha formado parte en otras ediciones. “Mucha gente me pregunta por el cartel porque hay quien dice que no es bueno, que podría ser mejor y qué sé yo. Pero es que tenemos un problema grave en mi pueblo: haber tenido un cantaor extraordinario como Antonio Mairena.” Cita a la cantidad de grandes artistas que han pasado por allí, desde Bernardo el de los Lobitos hasta la Niña de los Peines. “El público de aquí entiende, pero no se quieren enterar de que los tiempos han cambiado y viene gente más joven que canta muy bien, como por ejemplo, Rubio de Pruna, que es un buen cantaor y ya hecho y también se quejan. No se enteran de que los que ellos admiraban ya se han muerto.”
Método e investigación
Calixto Sánchez también es crítico con el mairenero más famoso: “Él buscó la verdad del flamenco en la tradición oral porque cada uno la busca donde le da la gana pero en su búsqueda no hay conocimiento exhaustivo ni metódico.” Para este cantaor, lo que no se puede escuchar no se puede juzgar. “Cuando los hijos de Enrique El Mellizo dicen ‘así cantaba mi padre’ están mintiendo. Tú no eres tu padre. Si no, qué le pregunten a Picasso, que tuvo un montón de hijos y ninguno pinta como él. Afortunadamente, el arte no se hereda.”
En cuanto a las discusiones que suscitó Antonio Mairena sobre el cante gitano y el payo, Sánchez es igual de rotundo. “Aquí no hay nadie puro. Y si nos ponemos hablar de los grandes nombres que todos citan, como Silvero o Fresco el Rojo, no eran gitanos. Yo no era gitano y gané el premio de mi pueblo. No era ni mairenista, porque yo iba a mi aire.” Para él, detrás de estos debates que se eternizan está la economía. “Es a los mairenistas a quienes les interesa perpetuar una separación que no existe. Es una forma de eliminar la competencia pero por suerte, de esos ya quedan pocos.” Y no duda de que en Mairena lo que se persigue es el buen cante, más allá de las etiquetas.
Un jubilado pegado a la guitarra
Calixto no sabe precisar si lleva retirado tres o cuatro años porque los dedos se le van a la guitarra a las primeras de cambio y dice que canta todos los días. Recuerda su tarea de maestro rural junto a su mujer y su labor pedagógica enseñando a los chiquillos fandangos, tanguillos de carnaval o verdiales en el colegio. “Fui pionero en esa enseñanza musical en las aulas”, dice orgulloso este hombre que llevó su trabajo de maestro en paralelo a su carrera artística. “Actuaba los fines de semana y los veranos. A mi me dio ventaja no partir de la tradición oral para enfocar mi carrea. Mi base era académica y de investigación y eso me dio una posición de privilegio”, dice abiertamente el hombre que ha ganado todos los premios del cante en Andalucía.
Calixto Sánchez ríe con frecuencia y muchas de sus respuestas están cargadas de un humor que es estructural pero también fruto de quien ve las cosas con cierta distancia. Hay un momento en el que se pone más serio: “El escenario es muy complicado. Es maravilloso y abre las puertas a un mundo que yo no soñé. Pero también se toca en él el infierno.” ¿Y eso cuándo pasa? “Cuando tú estás cantando pero no te encuentras. Cuando estás fuera de sitio y el público lo nota. Eso te hunde en la miseria.” Al preguntarle si le ha ocurrido muchas veces, es escueto: “Las suficientes para aprender que delante del público hay que ir muy bien preparado. No se puede uno subir sólo con cuatro guisquis en el cuerpo, de esos que quitan la vergüenza y hacen que alguno se crea que es Don Antonio Chacón.” A estas alturas, Calixto ha vuelto otra vez al humor y a la guitarra.