Andrés Marín nace en Sevilla en 1969, fecha que le sitúa plenamente en la generación del experimentalismo en el flamenco. Respetado dentro de la profesión, pero relativamente poco conocido por el gran público, nunca tuvo clases formales ni participó en una compañía. Sus obras rompedoras, su original estética postmoderna, y su baile conceptual, empujan los límites de un arte por el que siente el más profundo respeto. El día 22 de septiembre, dentro de la programación de la Bienal de Flamenco de Sevilla, en el Teatro Central, estrena su nueva obra, “El cielo de tu boca”. En su estudio de baile situado en el barrio castizo sevillano que le vio nacer, hablamos del estreno, y de muchas otras cosas…
“Mirando atrás, pero siempre hacia delante…”
Andrés, te he escuchado hablar de tu padre, de “rescatar” su nombre, explícame esto un poquito… Mi padre era bailaor, de Sevilla… llevaba bailando toda la vida, su medio de vida era el flamenco, era su profesión. Bailaba con pareja, porque antiguamente existían las parejas, ya desde Antonio Gades casi no se baila en pareja… Conoció a mi madre, que era cantaora… ella también era de Sevilla, de Olivares. Había un cantaor que se llamaba el Niño Olivares, de allí sale mi madre cantando. Mi padre fue a trabajar con Pepe Marchena, que estaba en su apogeo, turnés de variedades. Luego saltó a Valderrama, y esa fue su última turné, porque entonces conoce a Pulpón, que no estaba en ese circuito, trabajaba con salas de fiesta, antes de los festivales, los años cincuenta. Mi padre era de la quinta antigua, la de Farruco por ejemplo. Entonces, en este sentido, pretendo rescatar el nombre de mi padre.
Él siempre quería que yo bailara, y yo con 14 años, mi madre no quería, dice “tú no bailes, que se pasa mucha hambre”, pero dice mi padre “aunque se pase hambre, deja al niño que baile”, porque mi padre veía en mí cualidades, no que fuera ni mejor ni peor, sino que vio que me gustaba, entonces yo era el único de cinco hermanos que me gustaba bailar, siempre estaba bailando. Al cabo de los años, me di cuenta que mi padre, con todo lo que había bailado, estaba en el olvido. Y ahora para mí es una satisfacción poder bailar, y como tengo su nombre, toda la gente que conocía a mi padre, “…ah pues sí, el hijo de Andrés”.
¿Tu padre te enseñó entonces? Claro. Él me enseñó las partes principales por las que hay que bailar. Hay que tener mucho amor a esto, y mucho respeto, y que te guste de verdad. Me enseñó que el dinero no era lo fundamental en esto. A mi padre le encantaba bailar, y ser muy anárquico…era muy aficionado al cante. Me enseñó el amor al flamenco, y todos los compases básicos y las estructuras tradicionales. Me fui desarrollando, muchas veces me he confundido, otras veces me seguiré confundiendo…
Eso que has dicho, que “antiguamente” existían las parejas de baile…no lo había pensado hasta ahora, pero es cierto que ya no se ven… Claro. Creo sinceramente que el baile es muy individual, muy espontáneo, y cada persona tiene que expresarse. El cuerpo de baile y tal, pues me gusta menos, hablo del flamenco, claro. El flamenco es un vehículo para expresar la pena, para expresar la alegría… Hoy en día sigue siendo igual, hablando de mí personalmente, yo quiero expresar la queja social dentro de mi expresión…lo que pasa con las guerras, lo que pasa con el consumismo… Todo eso, de alguna manera me afecta, y a la hora de montar un baile, parto del vehiculo flamenco, son expresiones “negras” que manifiesto, para no quedarme en el folclor, esa es mi filosofía
“Cuando veo a una persona que se expresa con verdad, y que la cosa huela a flamenco, entonces me gusta”
En alguna ocasión has afirmado que hay que alejarse de los “lunares”…¿lo dices en el sentido figurado o literal? No, a ver, lo que yo quiero decir es que el flamenco no es un disfraz, y no por llevar un pañuelo de lunares, eres más flamenco…como vayas vestido, si tienes algo que contar, puedes contarlo. Pero como había una estética anterior, como había por ejemplo, el traje corto, tengo una foto de pequeño vestido así, o la mujer con su bata de cola… Mucha gente piensa que cuando tú vas vestido así, que eres mas flamenco, pero si no tienes nada que contar, te pongas lo que pongas, no vas a decir nada. Yo siempre salgo con pantalón de pitillo, antes casi que todo el mundo, porque pienso que para ciertas cosas que yo hago, son más visuales si el pantalón está un poco más pegado, y bailo con camisa porque bailar con chaqueta de calle y traje, no lo veo tampoco normal. Primero fue la estética de bailar con chaquetilla o con chaleco, luego sale el traje de calle normal, americana y pantalón, esta gente como Paco Valdepeñas por ejemplo, otra estética. Así que pienso que hoy, la chaquetilla, ya no se lleva, porque tienes que colocar los brazos a cierta altura, y tienes que respetar esa línea, y por las cosas que yo hago, me limita. Muchas veces he pensado que me gustaría vestirme de bailaor, porque me gusta, pero me siento muy limitado.
¿Te sientes más querido fuera de España? Yo me siento querido por la gente que realmente me quiere, dentro o fuera del país, pero en España soy un poco desconocido, quizás no tengo el impulso que en otros países, no tengo mucho filón, tampoco soy ambicioso, tengo mi línea, mi camino, y poco a poco…
En Japón has trabajado, ¿cómo te reciben artísticamente? Sí, en Japón he estado, me querían en su momento, pero ya cada vez voy menos, la cosa no es tan fácil en el extranjero…
En Holanda te adoran… En Holanda me adoran porque el flamenco estaba muy virgen, y creo que aporté mucho a mucha gente de allí que hoy bailan muy bien, pero sobretodo lo que aporté fue enseñarles que hay que ser aficionado, porque yo insisto que por encima de bailaor, hay que ser aficionado.
¿Nunca has bailado en una compañía? Nunca. Había dejado de bailar, y cuando volví, nunca quise una compañía, porque yo tenía en mi interior el concepto de mi padre, pero creo nadie me marcó, nunca he pensado si eso es bueno o malo, por eso soy muy anárquico, siempre tenía mis referentes en la cabeza…me gustó Gades con locura, me gustó Farruco con locura, también me gustó Mario Maya, también me gustó Antonio, y de cada uno iba sacando lo bueno…El Güito, Manolete…
“Yo puedo ser más efectista, pero no me interesa el aplauso, me interesa más provocar una reacción”
Mucha gente te compara con Israel Galván, yo no lo veo… Son caminos diferentes, vamos, ninguno está bailando como la generación anterior, o sea, en ese sentido sí. Yo me veo, pero que muy distinto de Israel, el mensaje de cada uno es totalmente diferente. También yo bailo muy anárquico, un baile dos veces igual no lo hago, me gusta mucho la improvisación del momento.
Hablas mucho de hacer más con menos…a veces, menos es más… Pa’ mí sí. Porque si eres capaz de esencializar las cosas, vamos, yo puedo ser más efectista, pero si puedo esencializar una cosa, es porque llevo un trabajo de búsqueda, no porque no quiero hacer nada, sino porque lo veo gratuito, que yo no tengo por qué hacer una subida para que me aplaudan, a mí no me interesa el aplauso, me interesa más provocar una reacción.
Sé que cantas ¿pero llegaste a cantar profesionalmente? [Se ríe] Llegué a cantar en la Bienal. Cuando dejé de bailar, me preguntó un extranjero si quería cantar con él, y yo tuve la osadía de subir encima del escenario del Hotel Triana, y cantar por soleá, pero ‘alante’. Pero cantar no, yo creo que para cantar tú tienes que nacer, y tener una voz, una tradición…el cante es mucho más difícil que el baile…
¿Te hubiera gustado ser cantaor en lugar de bailaor? Mucho, ¡pero mucho más!
Has recuperado la obra “Asimetrías”, pero no es lo que vas a presentar en la Bienal ¿verdad? No, “Asimetrías” la he recuperado para el Teatro Campoamor en Oviedo, y estoy dando fuerte con “Asimetrías” porque tiene unos palos muy bonitos, se hizo con mucho gusto, y ahora ha madurado, así que para no perder ese trabajo que está allí… Para la Bienal estoy haciendo otra cosa distinta, lo que estoy haciendo es…a ver… Cuando yo hice “El alba del último día”, hay un momento que yo bailo con campana, dos o tres minutos, entonces, me supo a poco y dije, bueno, a ver si un día hago un espectáculo, pero de campanas completo, porque me apetecía mover el cuerpo humana como una campana, no sabría explicarte, voy por la calle, escucho una campana y veo un movimiento, luego escucho otra campana, y veo otro movimiento, y un poco jugando con la expresión, el sonido de una campana siempre me trae recuerdos…de mi infancia, a lo mejor recuerdo otra cultura…es un paisaje que tú tienes en tu mente. Conocí a un músico que es un gran compositor, y que es un fenómeno que se llama Llorenç Barber, y este hombre hace conciertos de campanas. Entonces, voy a trabajar con él sobre la campana, pero un trabajo bastante difícil… la obra se llama “El cielo de tu boca”…vamos a trabajar un poco sobre los movimientos de las estrellas, constelaciones, todo muy abstracto…me está costando…
¿Hay palos reconocibles? Hay palos reconocibles, lo que pasa es que van como fragmentos. Para mí sería más fácil coger los palos que tengo ya, pero quiero meterme en otra cosa, no voy bailando los palos completos como decir doce minutos de baile, sino que voy fragmentando las cosas y las voy cambiando…me gustaría hacer bambera, farruca, cantiña… En vez de siguiriyas completo, nada más quiero los cambios, lo que cada cantaor tenga en sus vivencias: nos sentamos, “vamos a hacer esto…lo otro”, y es lo que estamos haciendo…no sé cómo va a salir, la verdad…
¿Qué cantaores van? Van José Valencia, Segundo Falcón, Enrique Soto, que creo que son tres voces muy potentes, y de guitarrista, Salvador Gutiérrez, Antonio Coronel a la percusión y Llorenç Barber a las campanas…y bailo yo. Si llevo más gente, es un espectáculo inamovible, es lo que pasa con “Asimetrías”, que lo tengo hecho con tres mujeres, aunque en algunos sitios es más fácil de vender, más vistoso…yo soy muy negro bailando, muy oscuro, muy tenso bailando… Es más difícil un espectáculo solo, pero hay mucha gente que quiere ver los espectáculos conceptuales, en Francia gustan mucho. Aparte de eso, quiero hacer cosas de búsqueda, no sé porqué…
“Soy muy negro bailando, muy oscuro, muy tenso…”
¿Ideas tuyas todas, o tienes ayuda? No, viene conmigo Salu López, también Juan Vergillos, Santiago…siempre me rodeo de personas que me pueden abrir ventanas, a la vez que hago lo mío, si yo no siento lo que bailo, no me vale. La Salu, como ha hecho danza, por ejemplo: ¿cómo hago de la campana movimiento? Pues necesito a una persona que dice “vete por ahí, vente por aquí”. Lo que a mí me gusta es la verdad, y cuando veo a una persona que se expresa con verdad, y que la cosa huela a flamenco, entonces me gusta. Voy con gente de otras disciplinas, y me proponen cosas, pero luego tú tienes que decidir, porque si no huele a flamenco ¿dónde estamos? ese es mi camino. He leído críticas tuyas, y me parecen fantásticas, y entiendo cuando a lo mejor a ti el libreto a veces te cansa [risas], te entiendo, porque a lo mejor del libreto se entiende poco. Lo que pasa es que es necesario para mí, porque yo tengo que buscar la ilusión, lo que son los reflejos desde el nacimiento, siempre la búsqueda.
¿Gozas de alguna subvención? Yo pedí una, a ver si me la dan. Tuve una ayuda para “Asimetrías”, pero muy mínima, o sea, a mí me costó dinero, así de claro. Y para “El alba del último día”, no tuve nada, tuve que poner yo de mi dinero. Ahora sí he pedido, espero que me den algo para poder desarrollar el espectáculo.
Háblame del futuro del baile, ¿cómo lo ves? Pues, yo pienso que el futuro del baile está muy bien, hay gente que tiene muchas cosas que decir, y que son grandes profesionales. Hay algunas personas que están en una búsqueda, y eso hace que el flamenco se mueva, de otra manera estaría estancado. Algunos tienen más inquietudes que otros, y van moviendo el flamenco, creando como otra pintura, otros movimientos, y eso hace que el flamenco esté totalmente vivo. El cante estaba ya muy hecho, había grandes figuras que dejaron un legado muy importante, y de ahí tenemos que beber, mirando atrás, pero siempre hacia delante.