Dani de Morón: «Si en España supiéramos más de música, veríamos que hay aún más guitarristas buenos de los que se nombran»

Dani de Morón

Dani de Morón

Silvia Cruz Lapeña

El tocaor presenta «21» el 26 de mayo en el Auditori de Barcelona con Duquende, Jesús Méndez y Antonio Reyes en el marco del Ciutat Flamenco.

 

El álbum que ultima Dani de Morón se llamará 21 y a él le habría gustado que fuera el primero de su carrera. “Era mi ilusión estrenarme con un disco que hubieran hecho Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar o Vicente Amigo, pero no tenía sentido sin haber grabado algo como solista”. Tras hacerlo, con Cambio de sentido y El sonido de mi libertad, ultima 21, donde se meta a acompañar  “a cantaores muy distintos y crearles un colchón”. En la nómina están El Pele, Miguel Poveda, Estrella Morente, Arcángel, Rocío Márquez, Marina Heredia, Pitingo, Esperanza Fernández, Jesús Méndez, Duquende y Antonio Reyes

Con los tres últimos llega a Barcelona a presentar sus credenciales en el marco del Ciutat Flamenco. “Son cantaores con registros muy distintos y ese es el reto, adaptarme a ellos y a su forma de cantar”, dice el de Morón, que no duda en calificar a Méndez como “la potencia y la raza” y a Reyes como “el caramelo”. Del cantaor de Chiclana destaca la apertura que ha mostrado para que él pueda desarrollar su toque: “Me decía que tocara a mi manera, que no lo hiciera como le tocan los demás. Y fue un gustazo”. 

El caso de Duquende es especial: “Le hago un acompañamiento más clásico, pero es que él es distinto a todos los demás. Yo cuando le veo, veo a Camarón y a Paco y apela a mis sentimientos”, dice el tocaor que fue elegido por el De Lucía como segunda guitarra para la gira de Cositas buenas.

 

Exigente, no obsesivo

El guitarrista de Morón tiene una rara habilidad con la guitarra. Suena como si fuera viejísima pero compone en el futuro. La clave no está sólo en el uso diferente que hace de sus manos: la tradición de la derecha, con el toque de cuerda pelá que no olvida y que es marca de su tierra, y la imaginación que muestra en la izquierda y con la que inventa a la velocidad del rayo. La clave está también en sus escuchas, que vienen del jazz: el contrabajista Avishain Cohen; el cantante y laudista tunecino Dhafer Youssef o el trompetista Terence Blanchard son sus referencias. “Me vuelven loco. Los tres son geniales como instrumentistas, pero lo que me interesa de ellos es su manera de componer, algo fuera de lo normal”. En esos espejos se mira para componer el esqueleto de sus obras, que no son fáciles, ni de crear ni de escuchar: son complejas, son un reto, pero por eso también sacian y ponen los pelos de punta.

Dani de Morón habla de su oficio con pasión, pero no presenta tics de obseso que pierde el control. “Soy muy exigente, pero no me vuelvo loco”, dice alguien que asegura no tener problemas para compatibilizar la guitarra con su vida personal. “Los trasnoches que he tenido han estado siempre asociados a la diversión, nunca por trabajar o estudiar. Para eso prefiero aprovechar las primeras horas del día y sacrificar sueño por la mañana”, dice y asegura que es vital dedicarle tiempo al esparcimiento. “Tengo que correr, tomarme un cerveza, estar con mi novia… Yo he aprendido a parar porque es muy necesario”. 

Todo eso lo hace donde nació, en Morón de la Frontera, donde volvió a tocar en 2015 en el “Gazpacho” tras doce años ausente de la programación. A ese regreso, sin embargo, lo califica sin reparos como “la conjura de los necios”. “Hubo una polémica a cuenta de si se ponía el bar dentro o fuera del recinto donde yo tocaba. Yo no quise que estuviera dentro y hubo hasta dimisiones”. Lo cuenta riendo, sin drama, pues allí vive y vuelve cada vez que acaba un trabajo y es allí a donde se dirige cuando tiene lugar esta entrevista y regresa de actuar con Rocío Márquez en la Peña El Taranto de Almería. 

Con sus discos también es minucioso, pero no se flagela. Dice que cuando acaba de grabar deja reposar el resultado. “Soy puntilloso, pero no busco la perfección sino la naturalidad. Que todo fluya. Cuando acabo un disco, me comporto como un espectador exigente, pero no me machaco. Tampoco me adoro, pues tengo claro que eso es peor”, dice a carcajadas. 

 

Ganas de Barcelona

Dani de Morón no se prodiga dando clases, pero sí ha impartido alguna masterclass. “Me gusta más que dar un curso continuo porque en dos o tres horas puedes dar muchos conceptos, tocar muchos temas”. Eso también lo define: la manera en que Dani toca y habla es elocuente, su rapidez al contestar, al pensar y al atinar delatan una cabeza veloz que hace que muchos lo califiquen de superdotado. Él le quita peso a esas cosas sin quitarse importancia pues está donde está por méritos propios. 

Otro rasgo que lo caracteriza es la frescura. No teme tocar temas espinosos y a todo aplica un humor que no busca la distancia, sino la salud. Cuando se le pregunta si, en su opinión, hay tantas guitarras buenas en el flamenco como se dice o es que sabemos poco de música, invierte el planteamiento: “Al revés, si en España supiéramos más de música, veríamos que hay aún más guitarristas buenos de los que se nombran”. ¿Y por qué sucede eso? “Muchos pasan desapercibidos porque la evolución técnica y compositiva de la guitarra va a mayor velocidad que los oídos que la escuchan”. 

Sobre la reticencia de algunos espectadores a acudir a un concierto de guitarra, Dani de Morón cree entender las causas. “Es que la guitarra es muy jodía porque requiere mucha información que para una gran parte del público es difícil de captar y reconozco que a veces nosotros también cometemos el fallo de sobrecargar al oyente, sobre todo en los directos”. 

Él, sin embargo, confía en lo que hace y en el espectador, por eso de la actuación del 26 de mayo en el Auditori de Barcelona espera lo mejor. “Le tengo muchas ganas al público de Barcelona, donde he actuado mucho cuando le tocaba a Antonio Canales. Es un público que siempre me ha gustado, es un público listo, que sabe de música, y a mí me gusta porque soy de los que piensa que es más fácil convencer a la gente inteligente”, dice Dani riendo otra vez, pero muy en serio. 


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