Texto: Manuel Moraga
Fotos: David Rojas
«Una cosa es buena porque dura poco, porque es una y porque va en medio de silencios»
Su música se queda pegada al oído nada más escucharla. Enseguida se identifica algo distinto que capta la atención e incluso la exige: a esa guitarra hay que echarle una pensada. Ahora ya se la podemos dar porque la tenemos grabada y sin ninguna otra interferencia: Dani de Morón se presenta casi a pelo, sin cante y solo con los mínimos arreglos que destacan el lícito protagonismo de su guitarra y de sus ideas. Es su primer álbum, pero ya es imprescindible. Se titula “Cambio de sentido”, y realmente es un punto de giro en el rumbo de la guitarra flamenca actual.
Tengo que preguntártelo, ¿Dani de Morón o Dani Méndez?
Sí, es que hay un poco de lío con eso. Realmente estoy muy contento con llevar el nombre de una localidad que ha marcado una época de la historia del flamenco, donde ha habido y hay grandes artistas, pero es que es el nombre que se me ha quedado. De hecho, ni siquiera Dani Méndez es mi verdadero nombre, porque yo soy Daniel López Vicente, pero cuando iba con Antonio Canales, y para quitar el Dani de Morón -que no terminaba de sonar- estuvimos dándole una vuelta. Daniel López tampoco sonaba bien. Canales me preguntó por los segundos apellidos de mis padres y en mi madre era Méndez. Nos pareció que sonaba guapo y me quedé con él, pero finalmente he optado por Dani de Morón, que es como más me conoce la gente.
“Yo tenía claro que quería un disco de guitarra y que fuera la guitarra la que cantara”
El título del disco es el mismo que el de esa bulería tan compleja –musical y rítmicamente- que llamas “Cambio de sentido” ¿casualidad?
En principio era solamente el título de esa bulería, porque hay una parte en medio en que la guitarra se queda sola con las palmas donde hay frases musicales fácilmente reconocibles, las falsetas que suenen a mi tierra, pero todas las frases están cambiadas de sentido rítmico. Entonces me pareció muy oportuno ponerle ese título a este tema, y me resultaba curioso porque son tres palabras que son muy de tráfico. Cuando ya tenía todo el disco tuve que pensar en ponerle título, y decidí ponerle este por unas circunstancias de la vida, siempre positivas, que tienen que pasar para poder ordenar un todo, porque si no, no coge forma ninguna. Entonces pasó un cambio que dio un cambio de sentido a mi vida y lo vi muy apropiado para eso. Y después, también jugamos con esto para la portada del disco, con ese cambio de sentido que tiene mucho que ver con el tráfico. Pero bueno, no tiene que ver que sea el título del disco con ese tema, sino que fue muy apropiado por otras circunstancias.
Se trata de un álbum con doce composiciones, y muchas de ellas con una duración considerable, lo cual no está mal para un primer disco pero ¿Cuántas han quedado fuera?
En realidad puede decirse que son nueve, porque hay otras piezas que más que composiciones propiamente dichas con más bien introducciones, pero al saltar el track ya es otro tema. Por ejemplo, en la rondeña hay una parte libre y otra a tiempo, pero decidí que quien lo escucha pueda ir directo a la segunda parte. Y, bueno, sí es verdad que uno va componiendo cosas, saca mil detalles que uno va grabando en el teléfono, y luego empieza a unir ideas. En mi caso, tengo el estudio en casa y allí empiezo a grabar y a desarrollar ideas. A lo mejor desarrollas veinte temas y al final los vas confeccionando para que formen parte de una obra entera, es decir, que tengan que ver, que no se distancien mucho uno de otro, que tengan elementos comunes e incluso frases de una bulería que se repitan luego la soleá, para que todo tenga que ver, para que sea una obra. Entonces fui eligiendo y las que se fueron desechando fueron formando parte de una cosa futura que es la que tengo ya entre manos, que puede ser un siguiente disco o que puede formar parte de una coreografía. No es cuestión de perderse en una montaña un mes y decir ¡ya tengo el disco! sino que siempre vas eligiendo ideas, cambiando, poniendo y dejando otras para otras cosas.
“El segundo reto era autoproducirme, es decir, ver hasta qué punto era capaz de ser crítico conmigo mismo, tanto para mal como para bien”
El disco es una producción propia. Al ser el autor de las composiciones y el intérprete ¿tenías claro el concepto que querías, los arreglos, el sonido, el concepto sonoro?
Yo tenía claro que quería un disco de guitarra y que fuera la guitarra la que cantara. Lo que más cuesta, al menos en mi caso, es hacer frases que se puedan cantar, que se puedan tararear, que es algo que todos los maestros tienen. Por ejemplo, Paco de Lucía, aunque una obra suya sea armónicamente complicada, siempre hay una melodía que va cantando. Eso es un reto, y para mí más porque siempre he tenido el defecto de huir de esas melodías. Así que cuando empecé a componer y a unir el material para este disco sí tenía claro que quería conseguir ese punto e iba a haber estribillos que sonaran como cantados pero que fueran tocados, y que los iba a haber no solo en unos tangos o en una bulería, sino también por ejemplo en una soleá para que no fueran falsetas sueltas, porque hay frases que se repiten y que van cantando. Tenía claro que eso lo iba a intentar, aunque no sabía si lo iba a conseguir. Y cuando fui grabando el disco me iba dando cuenta de que tenía su sentido, que podía durar una hora sin que fuera aburrido, incorporando por ejemplo unas transiciones para que no se vaya de una bulería directamente a una soleá, sino que haya una especie de respiros para el oído. Y todo eso, insisto, intentando cantar con la guitarra.
Pero ¿la autoproducción fue buscada?
En realidad, mi primera idea era que el maestro Isidro Muñoz me lo produjera, y eso hubiera sido un regalo. Ojalá algún día tengamos tiempo y posibilidades para poder tener a ese maestro que dedica toda su vida al trabajo que lleve entre manos. Se deja la piel en cada disco que produce. Pero en este caso, cuando ya tenía todos los temas en bruto, me encontré con el otro reto. El primero de los retos era el que te acabo de comentar: el aspecto de composición. El segundo reto era autoproducirme, es decir, ver hasta qué punto era capaz de ser crítico conmigo mismo, tanto para mal como para bien, porque hay veces que te puedes gustar mucho –y eso es un peligro- y hay otras veces que te gustas tan poco que llegas a tirar a la papelera cosas que realmente valen. Tenía que demostrarme si era capaz de hacer todo eso y luego escucharme al cabo de dos o tres meses de haberlo grabado y encontrar cierta coherencia y que estuviera lo que yo he querido contar. Al final estoy muy contento, entre otras cosas porque poner ya ahí físicamente el disco es mucho, y hacerlo sin cante como yo quería, y autoproducido… Y además los compañeros me están apoyando mucho. Aunque era un reto doble, estoy muy contento con el resultado.
“Llama la atención el que hagas una cosa clásica de toda la vida pero colocado en otro sitio”
Tienes un gran sentido rítmico. O quizá sea más propio decir un sentido muy peculiar de la rítmica, y esa es una de tus señas de identidad, porque lo demuestras no solo en solitario, sino también acompañando al cante. Me acuerdo de actuaciones o grabaciones tuyas con Jesús Corbacho, con Antonio Campos, etc., y cuando se escucha tu guitarra se te identifica: ese es Dani.
Sí, es posible. Y también hay gente que quiere hacer cosas con la música que a mí se me ocurre, y ese es el mejor regalo que puede tener uno: que alguien quiera tocar o bailar algo tuyo. Y, sí, llama la atención el que hagas una cosa clásica de toda la vida pero colocado en otro sitio. Y de ahí viene el cambio de sentido al que me refiero. La verdad es que me divierte mucho coger una falseta y descolocarla en el tiempo para rematarla después de forma muy flamenca y buscar ese ole. Eso es algo que me apasiona, aunque hay veces que a lo mejor se pone uno demasiado travieso. Pero, sí, eso me vuelve loco, me engancha, porque da muchas posibilidades. Por ejemplo, una frase que no tenga mucha importancia, si la haces en un tiempo interesante puede resultar una obra de arte. Y al revés, una frase que puede ser una genialidad, si se hace sin tiempo y sin ningún interés rítmico se puede quedar en algo que no termine de salir. Y de hecho, para mí ha sido más interesante buscar cosas rítmicamente que buscarme técnicamente. Como es lógico, hay que tener siempre una técnica para tener buen sonido y se pueda entender lo que haces, pero lo que me vuelve loco es la rítmica. Y, sobre todo, rasguear, porque la seña de identidad de la guitarra flamenca es el rasgueo, y eso es algo que no tiene nadie más, así que creo que debemos desarrollar mucho. El rasgueo sí que suena flamenco. Me apasiona el rasgueo, lo estudio mucho y tocarlo en otro tiempo… El disco va marcado por eso: hay veinte mil millones de rasgueos.
Cuando escucho tu guitarra tengo una sensación parecida a la que siento con el cante de José Valencia en el sentido siguiente: parece que vais tirando hacia atrás en el compás.
Bueno, esa sensación tuya es maravillosa, porque realmente es así. Cuando a uno empieza a engancharle ese mundo del ritmo vas valorando otras cosas. Y no es que tire para atrás, sino que cuando uno está tocando algo lento como una soleá, y de verdad te sientes metido en el tiempo, suena como que va atrás. Pero es por la importancia que se le va dando a esas cosas. Yo he tenido ahí mucha suerte –y vuelvo a hablar del maestro Isidro Muñoz-, porque cuando le conocí en la producción de un disco de Arcángel supuso un cambio muy importante en mi vida: me enseñó a apreciar cosas que no sé si alguna vez en mi vida me hubiera dado cuenta de ellas. O me hubiera dado cuenta dentro de cuarenta años. Por ejemplo, la importancia que tiene una nota en el tiempo: una simple nota. Y si haces una frase, que se entienda bien. Si va en un tiempo determinado, que lo hagas porque tú quieres. Si eso lo tienes siempre presente, todo se entiende mejor. Y si uno se mueve en ese tipo de tiempos que ya son un poco complicados de captar, si encima suena a barullo, por dejadez, entonces ya no se entiende nada. Esas son cosas que he aprendido de Isidro. Y, eso que me dices de que ves mi música para atrás lo veo como un elogio.
Te gustan los silencios, ¿verdad?
Me gustan los silencios. Creo que una cosa es buena porque dura poco, porque es una y porque va en medio de silencios. Porque si haces un remate bueno y lo repites veinte veces ya no tiene interés, y si no tiene un silencio antes para que se aprecie, tampoco creo que sea bueno. El silencio -se ha dicho mucho- es parte de la música, y en un disco no solo hay notas: hay también silencios.
Esa personalidad tuya en la guitarra ¿la buscas o fluye?
Todo es trabajo. Todos son miles y miles de horas. Lo que pasa es que el ser personal no consiste solo en decir voy a ser personal, sino que algo tiene que venir en la naturaleza de cada uno. Hay veces –aunque no se diga mucho- que de querer copiar a alguien y no tener el nivel técnico que se necesita, uno se busca la maña para hacerlo de otra forma y surge una forma que solo la haces tú. Por ejemplo, a mí me cuesta hacer algunas cosas con la técnica del pulgar, pero me he inventado otras cosas que suenen a ti y ya es tuya, y ya todo el mundo que la copia sabe que es tuya. Estoy seguro que hay millones de cosas que vienen de eso, de todo lo que se va inventando. No nace algo de nada. Siempre tiene que haber algo antes. Si me veis personal os lo agradezco mucho porque es verdad que hago las cosas como las siento. Y me dejo aconsejar por todo el mundo, aprendo de todo el mundo y copio a todo el mundo, copiado de verdad, pero a la hora de salir al escenario o de hacer un disco, es una libertad poder hacer lo que uno quiera, siempre teniendo en cuenta que estamos haciendo flamenco. Incluso –y me corrijo yo mismo- a veces no hay que tenerlo ni en cuenta, porque lo único que sé hacer es flamenco y a poco que coja algo de otra cosa, cuando uno lo hace ya suena flamenco por eso, porque no sabemos hacer otra cosa.