Pertenece a esa nueva generación
de maestros que dentro de casi nada llevarán
sobre sus espaldas el peso de la danza flamenca.
En Manuel Liñan encontramos una extraña
combinación de poso, madurez, inquietud,
creatividad e inconformismo. Sus propuestas estéticas
pueden sintonizar o no con los diferentes gustos
del público, pero lo que es cierto es que
difícilmente se le puede hacer un reproche
artístico. En el escenario no da puntada
sin hilo y, sin embargo, resulta cálido
y emocionante. Desarrolla un baile de autor que
deja buen regusto hasta en los paladares más
exquisitos. Ahora, en plena etapa de búsqueda,
Manuel Liñán nos invita a una ceremonia
muy particular: la revisión de su pasado
más lejano, aquel en el que los cánones
sociales se afanaban por moldear la ingenuidad
de un espíritu libre.
“1980”
es un viaje a la infancia ¿Hasta dónde
llegan tus recuerdos?
No te podría especificar la edad con exactitud,
pero sí me acuerdo del colegio, desde el
primer curso que se empieza a estudiar. Desde
ahí estoy seguro de tenerlos. Luego tengo
algún que otro flash, pero no sé
a dónde pertenecen
¿Fuiste feliz?
No tuve una infancia mala ni infeliz, pero lo
que sí te puedo decir ahora es no tuve
una infancia justa. En cualquier caso, hasta el
día de hoy no me he dado cuenta de que
podría haber desarrollado mucho más
ese período y haber sido mucho más
feliz.
¿Qué
te faltaba?
Me faltaba naturalidad, es decir que todos los
sentimientos hubieran sido más naturales.
Me faltaba la aceptación de la sociedad…
Y todas esas cosas me hacían sentir diferente,
cuando en realidad no creo que los seres humanos
seamos distintos unos de otros. Pero eso lo he
llegado a comprender hoy.
¿”1980”
es un ajuste de cuentas con tu pasado?
Sí, es una espina que tengo clavada. En
aquellos momentos sentía una serie de cosas
que no podía desarrollar. Los niños
son los seres más inocentes y aquellas
sensaciones no se pudieron explotar en su momento.
Por eso las desarrollo ahora.
“Tuve que sentirme solo para ser libre”
“De pequeño
me metían piedras en los bolsillos para
que no pudiera andar”. Son palabras tuyas
que bailas en una soleá que no pertenece
a este espectáculo, pero esa idea ¿tiene
que ver con lo que expresas en “1980”?
Bueno, ese texto era una cita con la soledad,
pero sí es verdad que en la infancia llegué
a conocer la libertad después de pasar
la soledad. Tuve que sentirme solo para ser libre.
En ese sentido, ese sentimiento sí pertenece
a mi vida.
¿Te gusta la
soledad o si te encuentras con ella es porque
no queda más remedio?
Para mí es necesaria. Necesito estar solo
muchas veces porque creo que ahí es donde
el ser humano se conoce, donde sabe cómo
es él y donde puede saber cómo son
los demás.
¿La soledad
es un camino a la felicidad?
Para mí es muy importante saber quién
soy yo, conocerme. Y para eso, la soledad me ayuda
mucho a descubrirme.
¿A qué
jugabas de pequeño?
A todo. Jugaba al fútbol porque si no lo
hacía no era una persona normal, pero también
jugaba al voleibol… a muchas cosas. Lo que
pasa es que la sociedad tenía unas normas,
unas reglas y siendo un niño tenía
que adaptarme a ellas. De lo contrario te ridiculizaban,
te sentías mal. También he jugado
al elástico, a pilla-pilla, a hacer espectáculos
de circo… Pero también había
juegos que tenía que esconderme para poder
jugar.
“Contar hasta
diez para correr a esconderme en un sueño…
Cambiar los soldados por muñecas…
Poner el amor antes que el dinero” Esas
frases aparecen en la información que acompaña
al espectáculo ¿son tuyas?
Si
Son muy bonitas
(sonríe)
¿Qué
tenías en contra de los soldados?
Pues que no podías jugar a otra cosa. Que
si eras un niño te tenías que vestir
de azul y jugar a los soldados. Y si eras una
niña te tenías que vestir de rosa
y jugar a las muñecas. Por eso creo que
la sociedad está mal educada respecto a
ese y a otros muchos aspectos más. Creo
que debemos dejar más sueltas las riendas,
empezando por la infancia, por lo que un niño
quiera hacer o quiera jugar. “Luchar por
la chica que más quiero” digo también
en ese texto… Y es que la sociedad ya tiene
unas normas y la gente te empuja a ese espacio.
“Cuando tengo las cosas claras me dan igual
las consecuencias”
¿Necesitabas
llamar la atención?
Necesitaba saber que la gente supiera cómo
era yo realmente. Necesitaba que la gente supiera
que no me gustaba el fútbol, que lo que
me gustaba era bailar. Y me hubiera gustado que
la gente, sobre todo mis amigos, hubieran entendido
eso. Pero la verdad es que poca gente me entendió.
Y eso ha sido duro.
¿Conservas algún
amigo de entonces?
Si, uno. Un vecino mío.
Si tuvieras que ponerle
un título a esa época que llevas
a tu espectáculo ¿cuál sería?
El arte, el mejor amigo del hombre.
¿El arte te
ha ayudado a crecer, a desarrollarte intelectual
y emocionalmente?
Por supuesto. Creo que el arte fue mi válvula
de escape en ese momento. Ahí lo podía
decir todo, ahí me entendía yo,
ahí me sentía entendido, el flamenco
me apoyaba… el arte me dio fuerza para poder
desarrollar lo que realmente sentía.
Amor, rabia, ingenuidad,
confusión… ¿Hubo algo de todo
esto en aquellos años? ¿Más
rabia que amor? ¿Más amor que confusión?…
En esos momentos había amor por hacer las
cosas. Ahora pienso que también había
un poco de rabia por no poder hacer lo que quería.
Y todo esto que estamos
hablando ¿Cómo lo plasmas en “1980”?
Lo primero, no limitando el espectáculo,
ni limitando el arte. He traído algunos
recuerdos de mi infancia relacionados con el mundo
taurino, porque mi padre fue novillero. El mundo
taurino me marcó mucho. También
está muy presente mi tierra. También
la humildad y la libertad. Hago una soleá
con bata de cola porque me apetece hacerla. Y
lo que intento dejar plasmado es que en el arte
no hay barreras y que lo que debemos hacer es
enriquecernos sin marcarnos ningún límite.
He tratado de disfrutar y, sobre todo, de hacer
hoy lo que en su momento no pude hacer.
¿Buscar en tu
infancia era una necesidad?
Sí, porque en los últimos trabajos
que venía haciendo he visto que salían
sensaciones de mi niñez. Cosas que tenía
guardadas. Por eso decidí dedicarle realmente
un espacio a todo eso, para quitarme esa espina.
¿Es este, entonces,
tu espectáculo más libre?
Sí, porque he querido hacer lo que me ha
dado la gana y de la manera que me ha dado la
gana. He tenido las cosas clarísimas. Desde
mi punto de vista veo muy natural bailar con un
capote de torero o con una bata de cola, pero
desde otros puntos de vista verán este
espectáculo más arriesgado que otros.
Pero para mí, por supuesto, es más
libre, más artístico.
De
todo lo que incluyes en “1980” ¿qué
te ha costado más darle la forma definitiva?
La soleá con la bata de cola. He descubierto
un mundo nuevo: una técnica diferente,
una forma de bailar distinta… Todo eso te
enriquece…Como artista tengo muchas inquietudes
y cuando pienso que tengo que estar limitado a
bailar con un pantalón… No sé…
Sentía la necesidad de abrirme otros campos,
de investigar otros elementos como la bata…
También quiero aprender a tocar bien el
palillo y desarrollarlo. Pero en este caso, lo
que más me ha costado es la soleá,
que es de Pepe de Jun, que también era
granadino y, además, esa soleá no
está muy escuchada. Pero esa soleá
con bata es lo que más me emociona, porque
es algo que he descubierto ahora. Y eso me motiva.
“He tratado de disfrutar y, sobre todo,
de hacer hoy lo que en su momento no pude hacer”
Sabiendo cómo
es el sello de Manuel Liñán en el
escenario, supongo que de sencillo tiene poco
el espectáculo.
Si, está bastante elaborado. Incluyo también
un zapateado que va sólo con palmas: la
partitura la desarrollé sólo a base
de percusión. También hay una granaína
con un capote de torero… La soleá
es muy especial porque es una reflexión
sobre mi infancia y sobre la libertad. También
hay alguna voz en off… Todo está
muy cuidado, muy desarrollado y hecho con mucha
delicadeza. Sí, el espectáculo sigue
mi línea.
¿Qué
colores hay en tu infancia? ¿Qué
colores hay en el espectáculo?
En mi infancia está el color blanco, porque
a pesar de todo, mi infancia ha sido uno de las
mejores etapas de mi vida: no te das cuenta de
lo que pasa en el mundo. De niño es uno
más espontáneo, más natural.
Y en el espectáculo está el negro,
el blanco, el granate… También he
querido rescatar el traje corto de hombre. La
verdad es que estoy basándome un poco en
algunos detalles del flamenco de antes
¿En esa retrospectiva
bailas naif o bailas como un adulto?
Bailo como un adulto, pero sí es cierto
que cuando pienso en mi infancia, como te digo,
recupero cosas que yo he vivido en el Sacromonte,
cosas del baile de las viejas, gestos… En
esos momentos yo era como una esponja: era tanto
lo que aprendía que sin querer tengo hoy
esas cosas. Y todo eso lo pongo en escena y lo
intento llevar a mi baile. Toda esa esencia también
ha sido muy importante para mí.
¿Cuál
es tu idea última, tu conclusión
en “1980”?
Que el es humano es un ser libre, que el arte
progresa y que debemos reflexionar en las normas
que nosotros mismos implantamos en la sociedad.
Que deberíamos dejarnos llevar más
por esas sensaciones que tenemos cuando somos
niños.
Se te ve una persona
transparente, sincera ¿Eso te causa sufrimiento?
No, porque cuando tengo las cosas claras me dan
igual las consecuencias y lo que puedan pensar
los demás.
¿”1980”
puede marcar un punto de inflexión en tu
carrera?
Es un espectáculo que tenía pendiente.
Es como una deuda que tenía con mi infancia.
Para que toda mi vida y mi carrera tenga un sentido
he tenido que arreglar esta etapa. A partir de
aquí estaré en paz con mi pasado.
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