El cantaor malagueño criado en Granada acaba de sacar su segundo disco, ‘Sentidos del alma’, en el que colaboran artistas como Miguel Poveda, Makarines o José Luis Montón.
Silvia Cruz Lapeña
Es difícil que un cantaor de acompañamiento reciba un ole en Barcelona, más aún que obtenga una ovación. Pero eso es lo que logró Alfredo Tejada en el Festival Grec donde le cantó a Eva Yerbabuena en su último espectáculo, Cuentos de Azúcar. Hoy no toma la palabra como secundario, hoy Tejada habla para explicar su último disco, Sentidos del alma, un trabajo muy distinto del primero, Directo, donde ya mostró lo que pudo apreciar el público barcelonés: enormes cualidades vocales, un timbre hermosísimo y conocimiento del repertorio. “Este álbum es muy distinto del anterior. Principalmente, porque no quiero dedicarme a cantar en festivales de verano toda la vida. Ha llegado el momento de que invierta en mi música”, dice un hombre que acaba de cumplir 40 años en plenas facultades.
La historia de Tejada es la de una dualidad constante. Nació en Málaga pero se crió en Granada. Su madre, cantaora, era hija de un gitano y su padre, un gaché bajista de música pop y jazz y por eso su niñez suena más a Billie Holiday, Nina Simone o Depeche Mode que a Manolo Caracol. Su paso por el conservatorio donde aprendió solfeo, a tocar la tromba, el bajo o el piano hacen que se mezclen en su discurso y en sus influencias lo popular con lo culto. Se nota esa mixtura en quienes le acompañan en este último trabajo, que igual se nutre de la gracia innata de Enrique Pantoja que de la academia rigurosa y creativa de la joven pianista Mélodie Gimard.
Letras y poetas
Una muerte sacó a Tejada de la infancia de un solo golpe: “Cuando falleció mi madre tuve que buscarme la vida y por eso opté a una plaza en el Ayuntamiento de Granada trabajando en el mantenimiento urbano”, cuenta sobre su primera juventud, cuando conoció de lleno el flamenco. A él, que había acompañado a su madre con la guitarra, le hizo falta conocer el cante de Camarón de la Isla para atreverse a ayear: “Era distinto, me impactó y fue lo que me animó a dejar la guitarra y los instrumentos para ponerme a cantar en peñas, con los amigos, los fines de semana… Hasta que me di cuenta de que eso era lo que quería hacer, que no quería ser funcionario y lo dejé todo para cantar”.
Esa decisión ha cumplido ya veinte años. Por el camino, se convirtió en compositor y en productor, lo que le ha llevado a escribir letras para artistas como José El Francés. Ese interés por el mensaje y por las palabras se nota en Sentidos del alma, donde ha escrito varias de las estrofas y para el que ha contado con poetas como Horacio García Jiménez o Emilio Florido.
Mario Maya, bautismo escénico
“Un día entré en un bar en Granada y conocí a Juan Habichuela. Se puso a tocar, me dijo que le cantara y yo me arranqué por Huelva. Estaba allí Mario Maya, que me pidió el teléfono y unos días después me llamó para trabajar con él”. Cuenta la anécdota y se le llena la voz de chispas, pues dice que ese es el momento que marca en su biografía como el inicio de su carrera profesional. Su debut, en el Palacio de Carlos V en Granada con Diálogo del Amargo. “Lloré mucho, me preocupé, me emocioné porque Mario me pasó informaciones de discos y yo me dediqué durante semanas a empaparme y a estudiar”.
A partir de ahí, no dejó de trabajar, pero hay hitos que no puede olvidar.
Uno le llegó casi sin quererlo: la Lámpara Minera del Festival de Cante de La Unión en 2017. “Eso fue culpa de mi mujer, que es muy pesada”, dice riendo mientras asegura ser anti-concursos porque coartan la creatividad. “No me arrepiento aunque lo veo un poco anti-arte porque realmente no te expresas como eres, pero decidí hacerlo y me salió bien” Su opinión no difiere mucho de otros concursantes que han pasado y ganado en ese certamen. “A nivel de trabajo ni te ayudan ni hacen que la Lámpara brille, sólo te abre un poquito las puertas mediáticas”.
El lado social
En Sentidos del alma hay dos cantes dedicados a Enrique Morente, un réquiem y unos fandangos. “Éramos muy amigos, era un hombre cercano y yo sentía la necesitaba cantarle pero no copiándolo sino desde mi punto de vista. ‘Genio de genios’ lo canté llorando”. De él, como de Maya, aprendió que el flamenco siempre fue una música que cantó el dolor del pueblo. “Lo tengo presente y creo que no puede olvidarse que muchos de nuestros cantes nacen de cosas y problemas cotidianos, nacen de la vida. Por eso considero que los flamencos, además de cantar, debemos contar algo y comprometernos”. Por eso en el último corte, el que hace por petenera, le dedica unos versos escritor a cuatro manos con Ahmad Al Katib a los niños que hoy mueren cruzando el mar.
Sobre las diferencias entre ser protagonista o cantar para el baile, Tejada no ve mucha diferencia: “Para mí es la misma responsabilidad pues cuando salgo con Yerbabuena o La Lupi pongo el 200%”, cuenta quien se prepara para llevar Sentidos del alma a diversos escenarios mientras sigue girando el directo de su primer disco y un espectáculo titulado Tres formas y un concepto. “En Sentidos del alma hay colaboraciones tan importantes como la de Miguel Poveda, José Luis Montón o Makarines y es imposible subirlos a todos a un escenario, pero siempre llevaré un artista invitado”.
Sobre el modo en que se enfrenta al público, hay algo que el Tejada de hoy no ve como el que empezó a cantar hace veinte años: “Cuando era más joven era más inconsciente, pero el respeto por el escenario ha crecido con los años. No tengo menos miedo, al contrario. Ahora sé lo que me juego”.
Videoclip – Genio de los genios