Juan Vergillos
El concepto escénico es el de sala de fiestas. El concepto artístico tiene el interés de aunar lo jondo tradicional con elementos del llamado clásico español.
Una noche en el Palacio Andaluz.
El concepto escénico es el de sala de fiestas. El concepto artístico tiene el interés de aunar lo jondo tradicional con elementos del llamado clásico español. E, incluso, de la españolada, que como saben es un invento francés. Para ello acuden a la fuente, al delicioso pastiche de Mérimée-Bizet llamado ‘Carmen’. Aunque basándose en el trabajo escénico y coreográfico de Antonio Gades. Me gusta la idea de reconciliarnos con nuestros tópicos, de uno o el otro lado de la frontera. Antes que Gades el maestro Otero ya hizo su propia coreografía de ‘Carmen’ para el Teatro de la Ópera … de Estocolmo. Y desde él hasta Gades hubo muchos artistas hispanos que se enfrentaron, con solvencia, al tópico. Forma parte de nuestra idiosincrasia y de lo que vendemos allende nuestras fronteras. No tengo nada en contra del tópico siempre que se le trate con buena fe y un mínimo de gusto. Así, me gustaron el uso de las castañuelas y las torerías: al fin y al cabo desde La Cuenca hasta Israel Galván, pasando por Carmencita o Canales, las torerías forman parte ineludible de lo jondo. Una voz en off va anunciando los diferentes estilos e, incluso, señala al público que entienda el español cuando estamos ante el repertorio flamenco y cuando nos enfrentamos a otra cosa. Por ejemplo a ‘La boda de Luis Alonso’ de Giménez. Una coreografía sencilla, flamenca, con apuntes de bailes boleros y deliciosos palillos. Al fin y al cabo Luis Alonso fue uno de los primeros artistas jondos de la historia y el introductor de la petenera en España. Respecto a los estilos más tradicionales el nivel es muy fluctuante. Hay intérpretes reputados, muy solventes, y otros que todavía están verdes.
En todo caso, pese a que el concepto artístico como digo me parece interesante en un principio, lo que se nos ofrece es flamenco de garrafón. Lo que importa es la cantidad: muchos artistas, mucho ruido, muchas guitarras y guitarrazos, muchos golpes, muchos efectos. El problema mayor de esta sala sevillana es la pésima calidad de la megafonía. No está a la altura, ni de lejos, de los 41 euros que cuesta la entrada. Cualquier calidad artística, que la había, se diluye en esta masa sonora amorfa que es la amplificación de la sala. Un aforo para 500 personas que la última noche de noviembre de 2016 ocupamos unas 70. Hay camareros y una señora que hace fotografías para luego venderlas mientras actúan los artistas. Por suerte, las mesas donde la gente come y bebe están algo alejadas del escenario. Se trata por tanto de una oferta desigual en donde la calidad artística, que, insisto, la hay, aunque en proporciones dispares como digo, queda diluida en conceptos empresariales de otra época, la del turismo masivo y barato. Y, como digo, la cosa no es tan barata.
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