El cartón y la madera de las maletas de los inmigrantes que marcharon de sur a norte encerraban bastante más que hambre y atraso. Lo intangible no se mide, pero se lleva consigo como el recuerdo o la memoria. El flamenco lo es, es intangible. Una forma de ser, la única que conocían aquellas gentes, que lo compartían como quien participa del inconsciente colectivo, del ADN de un pueblo. Regina es hija de ése proceso de ida y vuelta. Nacida en Heidelberg (Alemania) en el seno de una familia de emigrantes andaluces, es aquí donde comienza a adquirir el sentido flamenco con el que hoy se expresa por todos los lugares donde es invitada a participar para compartir su arte.
De niño, si se canta es porque gusta. Jugar a ser artista. La niña Regina juega a los artistas y fantasea con tablaos, candilejas y baúles repletos del glamour de las más grandes la primera vez que se sube a un escenario con público. Son las fiestas de Bollullos (localidad onubense cercana a Rociana, donde reside después del regreso emigrante de su familia) y ella tiene seis años.
Comienzan a llegar los primeros premios en concursos de fandangos y, más allá de eso, el primer revuelo. En Huelva el fandango es religión, Paco Toronjo Dios y en esos días José Domínguez, El Cabrero, su profeta. La niña Regina tiene siete años y sigue jugando, le toca a Tharsis (pueblo minero de Huelva). Hay un concurso de cante y al jurado le parece poco concederle el primer premio, desea más, de modo que acuerdan juntar en mano a mano exclusivo a Regina y a El Cabrero. Enésima reedición mil veces vista anteriormente del rito de paso que emerge cuando maestro y discípulo cumplen con lo inevitable, medir sus fuerzas. Para la niña Regina no es más que repetir lo cotidiano en su casa, decir con cante lo que el bueno de José y su compañera Elena Bermúdez crearon para pasar a la historia (Calañas ya no es Calañas, que es un segundo Madrid… Por no tené onde sentarme, yo me senté en una piedra…); para El Cabrero…, cante, sudor y prudente retirada (una retirada a tiempo es una victoria); para el público, una pregunta: ¿de dónde era capaz esa niña de sacar todo aquel torrente, que había puesto el cante en los alcores y el grito en el cielo?
Pasan los años y los premios no cesan: primer premio de fandangos en los concursos de Huelva, Alonso, Valverde del Camino, Cumbres Mayores, Encinasola, San Silvestre…, y así un amplio recetario de certámenes donde va cosechando éxitos y afectos. De todos se trae un recuerdo y una sonrisa, aunque el cariño especial reconocido por la propia artista siempre fue para la Peña Flamenca de La Orden (Huelva), por todo lo que en ella aprendió y por todo lo que el concurso infantil que cada año organiza supuso para decenas de niños que, como Regina, disfrutaban entonando aires de la tierra.
Sin embargo, Regina está deseosa de trascender los límites de los estilos del fandango por Huelva y los propios que impone la disciplina del artista. Siente la necesidad de adentrase cada vez más en otras variantes del arte y, fundamentalmente, de la vida.
Comienza a experimentar con otras formas musicales menos ortodoxas. Durante años abandona la senda transitada hasta ése momento. Pero poco a poco va recuperando, esta vez con un andar mucho más pausado, el gusto por lo flamenco.
La exclusiva Escuela de Arte Flamenco Cristina Heeren (fundada por Naranjito de Triana) la llama para oírla en audición privada. Al término de la sesión deciden concederle una de las escasas becas totales que cada año otorgan para la investigación y perfeccionamiento de futuras figuras del cante. Durante dos años Regina se entrega de lleno en la academia al saber que le trasmiten maestros de la talla de José el de la Tomasa, Esperanza Fernández, Laura Vital o Paco Taranto.
Lo puro, la esencia del flamenco permanece en las peñas. Regina lo sabe y durante 2006 y 2007 se lanza de manera firme a recorrerlas. Apenas la interesa otro ámbito. Desea recuperar el cante viejo y trenzarlo en el presente. Funciona el boca a oreja. No hay promoción mejor. En poco más de un año Regina es reclamada por casi 100 peñas (Sevilla, Málaga, Priego de Córdoba, Paterna de Rivera, Ubrique, Talavera la Real, Huelva, Cante Jondo de Moguer, San Juan, Hospitalet de Llobregat, Femenina de Huelva….).
Regina ahora se siente fuerte en los palos más duros. Lejos de rehuirlos, los busca. La crítica empieza a fijarse en ella y a destacar lo puro de su estilo, la solera y la profundidad de su cante y la limpieza de su técnica. Comienza a ser reconocida y aceptada también por algunas de las primeras figuras actuales, que la introducen en nuevas experiencias y proyectos.
Regina nunca cantó saetas, pero acepta el reto que le plantean de inaugurar el Espectáculo de Saetas y Otras Músicas de La Pasión 2007 en Bogotá (Colombia), organizado por la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). El éxito y el asombro que provoca es tal que es reclamada unos días después para repetir la actuación en el epicentro del estilo, la Catedral de Sevilla, donde cosecha la admiración y la sorpresa de maestros y aficionados, que la buscan para seguir actuando esa misma Semana Santa en multitud de balcones en Sevilla y Huelva.
Regina está llegando a la madurez y sobre todo a la serenidad en su cante. La ilusionan algunos proyectos recientes, como la puesta en escena de ‘El amor brujo’, del maestro Falla, llevado a las tablas con la Orquesta Sinfónica Euroorchestries -compuesta por músicos de Rusia, China, España y Portugal o la llamada a formar parte del proyecto ‘Café Cantante’, de RTVA. Y como no «REGINA» su primer trabajo discográfico que a sido puesto a la venta en el presente año.
Nuevas aventuras, nuevas creaciones para Regina, cierto, pero con la determinación definitiva de ya no abandonar el cante con hondura, de arrugas y tendones, de calado y fragua, de la Niña los Peines, Mairena, Chacón, El Carbonerillo, Tomás Pavón o Vallejo; de un tiempo que se fue y que Regina revive cada vez que en la noche se sienta delante del aficionado con gusto y ganas de escuchar y emocionarse.