La emancipación de María
A efectos artísticos, se sigue llamando NIÑA PASTORI pero,
cuidadito, ya no es una niña… Hace tiempo que María Rosa García García (San Fernando, 1978) ha dejado de ser la irresistible niña prodigio con la que se expresaban productores como Alejandro Sanz, Emmanuelle Ruffinengo o José Miguel Carmona. La criatura que encantó a Camarón es hoy mujer hecha y derecha… Mujer que sabe lo que quiere: se arremanga y mete las manos en la masa. Niña Pastori nunca se había implicado tanto en sus discos como en éste «MARÍA».
La pasión de María
Carne de su carne, sangre de su sangre, sudor de su sudor.. «MARÍA» ha sido soñado, maquetado, planificado, tocado, cantado, mezclado con la presencia atenta de Niña Pastori y su compañero, Julio Jiménez Borja, alias Chaboli. Ellos firman siete de los once cortes del disco: gloriosas piezas que hablan del amor con la profundidad de los mejores cantautores. Para el resto de los temas, la pareja escuchó docenas de canciones ajenas hasta localizar la crema de la crema.
Arte en el estudio…
Con las cimbreantes excepciones de «Amor de San Juan» y «De boca en boca», que fueron dirigidas por su autor, el cordobés José Manuel Ruiz, más conocido como Queco, todo «MARÍA» ha sido producido por Chaboli. Y cosa grande era ver a ese muchacho de 26 años mandando sobre instrumentistas con tantos callos como Tino di Geraldo, Luis Dulzaides, Bernardo Parrilla, Maka o José María Cortina.
Arte en las mezclas…
El disco, todo hay que decirlo, se pasó de presupuesto. Se pasó mucho pero nadie pudo protestar demasiado al escuchar tanta belleza concentrada en once canciones. Para la mezcla y masterización, se llamó al maestro italiano Roberto Maccagno, que tan fascinado ha quedado por los flamencos que hasta piensa establecerse en España. Roberto, alias Il Mac, se habituó a los arrebatos hispanos y ni siquiera puso gesto de extrañeza cuando, en medio de las mezclas y corriendo la cuenta atrás para entregar el trabajo, se desechó lo ya hecho y aMaría puso la voz definitava en algún tema.
María canta y mata…
Ese es el arte de María: el arte de rondar melodías hasta que llega el momento en que puede superar lo que hasta entonces se consideraba perfecto. Y el arte de exprimir lo vivido hasta el zumo de sentimiento inflama unas letras con las que ya se identificaba de principio.
De Cádiz traigo cantares…
«MARÍA» contiene flamenco esbelto, con guitarra de palo, palmas, coros arrebatados: directas al corazón van «Aire de Molino», «De mil colores» o «Dulce canela». Son creaciones de hoy pero suenan eternas. Ya saben el secreto de Niña Pastori: la conjunción de una voz fresca y esa misteriosa sabiduría de vieja cantaora, desparpajo más sensibilidad.
Néctar para paladear…
Ella no puede, no quiere renegar del flamenco. Pero María también es artista de su tiempo y crea canciones exquisitas que requieren acompañamientos refinados. Lejos de los tópicos salseros a los que recurren tantos flamencos cuando quieren «modernizarse», María y Chaboli han optado por arreglos imaginativos y elegantes, donde no hay excesos instrumentales. Conmueve «Dime Quien Soy Yo» pero «Quién te va a querer» resulta hasta peligrosa: sabemos de tipos curtidos, nada sentimentales, que han sentido que se humedecían sus ojos al escucharla.
Arte en familia…
Un violín sin almibar nos introduce en «Tú díme», una de esas canciones que se va calentando y calentando -Cádiz mira a La Habana- y que además cuenta con una salerosa intervención a cargo de Mamá Pastori y un rap del propio Chaboli. Lleva la etiqueta de «éxito seguro» para cuando se saque en single.
Un susurro final…
Tras la explosión de «Tú dime», bajan los decibelios en «Válgame Dios», filigrana que podría encajar en uno de esos discos de «chill out». Una confesión de medianoche donde María susurra sobre un fondo etéreo. Y la genialidad final: ese ruido de líquido repercutido que nos recuerda que, como el agua, el amor es un elemento esencial para dar sentido a nuestras vidas. Lo sabe María y lo cuenta es «María».