Ana María Ramírez Limones. La Puebla de Cazalla, 1983
Debutó con 8 años en El Rubio (Sevilla) pero no se profesionalizó hasta comienzos de 1999, cuando José Menese la apadrinó en el Teatro Carlos III de San Lorenzo de El Escorial. Después, Ana Ramírez fue becada por la Fundación Cristina Heeren para seguir las lecciones de Naranjito de Triana, Manuel Soler, José de la Tomasa y Calixto Sánchez. Como Sonia Miranda, Jeromo Segura, Vicente Gelo, Laura Vital, Rocío Bazán, Nazaret Cala o Virginia Gámez, formó parte de “la primera generación de cantaores flamencos formados simultáneamente en la tradición popular y el rigor académico, en las vivencias flamencas y el conocimiento de los maestros” (Fernando Iwasaki). Entre 2003 y 2005 puso voz a la música que el onubense José Luis Rodríguez compuso para la “Yerma” de Cristina Hoyos, viajando por todo el mundo como única cantaora de la compañía. Hasta que marchó a Vigo para emprender un proyecto de familia que no prosperó. Volvió a La Puebla en 2008, cambió su nombre artístico por el de “La Yiya” -por su abuelo El Yiyi- y retomó su carrera presentándose a diferentes concursos por Andalucía y Extremadura en los que obtuvo un sinfín de primeros premios de diversa importancia.
En estos primeros cantes que lleva al disco está muy presente el guitarrista Miguel Ángel Carrillo, que fue su pareja sentimental hasta que desgraciadamente nos dejó a finales de 2.012, cuando juntos comenzaban a diseñar esta producción.
Bien entrado el 2.013, nos pusimos en contacto con La Yiya para proponerle empezar de nuevo. «Morisca» (gentilicio de los nacidos en La Puebla de Cazalla) principia con nuestra cantaora en el precipicio del cante por tonás de Triana y -ya con la guitarra de Antonio García (Écija, 1980)-, muestra su cédula de habitabilidad incorpórea con las soleares de Joaquín el de la Paula, Agustín Talega, La Serneta, Juaniquín y Frijones. La Yiya rompe moldes con su interpretación de las músicas por seguiriyas de Paco La Luz y El Marrurro, abordando la malagueña de la Trini más solemne que recordamos. Con todo, esta solemnidad va a saltar por los aires con la ruptura orquestal del abandolao, las alegrías con piano y los tangos y bulerías de autor que demanda el otro público del flamenco. El punto y final de «Morisca» es una nana «a voz pela» que nos devuelve a las tonás de inicio; momento en el que también podremos enjuiciar los textos que Manuel Velázquez ha diseñado para La Yiya, mirando de reojo el legado de Francisco Moreno Galván.
Chemi López