Ricardo Losada Maya, conocido por «El Yunque», nació en Carabanchel Bajo (Madrid) el 16 de Noviembre de 1946, trae por línea materna sangre granadina: su abuelo, José Maya, gran cantaor no profesional y familia de los Maya de Granada fue el que le enseñó a amar el flamenco. A los 15 años, conocido entonces como «Morenito de Madrid», debutó como artista en el espectáculo «Paso a la Juventud», representado en el madrileño circo Price.
Con 17 años, su padre lo lleva al tablao Los Canasteros y se lo presenta a Manolo Caracol que lo escucha y se sorprende del eco y los conocimientos del muchacho. Es contratado y esto supone entrar en contacto con numerosos maestros del género que allí se daban cita. Posteriormente, entra en la compañía de Dolores Vargas, para pasar luego al tablao Zambra donde coincide también con grandes figuras del Flamenco como Rafael Romero, Pepe El Culata, Pericón de Cádiz, Juanito Varea, etc.
En 1983, tras conseguir el Premio Nacional del Cante Flamenco «Don Antonio Chacón» del Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba, vuelve a Los Canasteros, completando un ciclo de doce años en esta prestigiosa sala. En 1985 interviene con gran éxito en la Cumbre Flamenca de Madrid, celebrada en el Alcalá Palace. A lo largo de estos años, alterna su actividad en Madrid con actuaciones en innumerables peñas flamencas de toda la geografía española, al tiempo que recoge con agradecimiento diversos galardones otorgados por numerosas instituciones flamencas en reconocimiento de su arte.
En 1992 es contratado por le dramaturgo José Tamayo para el espectáculo «Madrid, Madrid» que se estrenó en el Teatro Nuevo Apolo, compartiendo escenario con grandes figuras de la canción como Concha Márquez Piquer y Marujita Díaz, entre otras. De nuevo en 1996 es contratado como artista invitado por Concha Márquez Piquer para su montaje «Las Dos Caras de mi Moneda, con el que recorrieron toda España, cosechando un gran éxito de crítica y público.
En los años 1987 y 1988 participa en el Festival Flamenco por Tarantos de Almería que se celebra en el Colegio Mayor San Juan Evangelista de Madrid y se erige en triunfador indiscutible de ambos certámenes.
A todo esto habría que añadir sus continuas salidas al extranjero, recorriendo la mayor parte de Europa, Sudamérica y Japón.
Actualmente, El Yunque se encuentra en plenitud de facultades y rebosante de conocimientos que ha ido asimilando y adaptando a su personalidad cantaora, porque si algo define la actitud de este artista es su amor, estudio y entrega al Cante Flamenco: por encima de todo, Ricardo Losada Maya es un gran aficionado.
El Yunque es un cantaor gitano con sangre castellana y granadina corriendo por sus venas. Su abuelo José le despertó el flamenco que traía dentro y desde entonces no ha dejado de estudiarlo y amarlo, llegando -según él- a ser algo obsesivo en su vida. Se hizo profesional y adolescente al mismo tiempo y esto implica crecer como hombre y como cantaor de forma simultánea: su abuelo le descubrió a los maestros ya desaparecidos y, posteriormente, convivió y aprendió de los coetáneos en su paso por tablaos y compañías. Ricardo es inteligente y sabe que se aprende de todos, aunque sus gustos los tiene claramente definidos: Manuel Torre es su divinidad flamenca y Caracol y Mairena son los apóstoles que le marcaron el camino de su verdad cantaora; a uno lo sorprendió siendo muy joven con una madurez impropia de su edad, y, el otro le aconsejó que no se apartara del sendero de lo puro, por muy fuertes que fueran los vientos.
El Yunque posee ese eco ancestral y privilegiado que te llega a lo más profundo de tu ser y así, con sensibilidad y conocimiento, te conduce por los caminos del arte para que disfrutes y compartas «el momento», el suyo y el tuyo, a la vez. Estamos ante un «flamenco» que hace bandera de la ortodoxia más rancia en el desarrollo de su arte, buscando la creatividad personal pero siempre desde los cánones históricos establecidos por los grandes maestros y creadores de ésta música. Es una actitud comprometida y valiente, teniendo en cuenta los vientos que coreen hoy día y lo acomodaticio que resultaría para él subirse en el carro de la comercialidad y lo facilongo. De ahí que, sin ser esta la ocasión para controversias, podamos asegurar que El Yunque es un hombre y un artista consecuente y honesto consigo mismo, con la herencia artística recibida y con un futuro donde las raíces no se pierdan y mantengan con fuerza el tronco del árbol flamenco para que aguante las nuevas ramas que tengan que brotar.
Francísco Herrera