25 aniversario Ballet Flamenco de Andalucía. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Martes 26 de noviembre. Aforo: Casi lleno.
Andalucía es la lucha. La que se recreaba en la obertura y el bolero que formaban parte del Réquiem. Ritual laico para el fin del milenio con el que se abría este martes en el Teatro de la Maestranza la conmemoración del 25 aniversario del Ballet Flamenco de Andalucía. Y la que imprimó su coreógrafo, Mario Maya, para impulsar en 1994 un proyecto en el que aún no se confiaba.
También la picardía y la soltura con que mueve sus caderas Rafael Campallo en los tientos tangos inspirados en su maestro Manolo Marín, que se incluían en el montaje dirigido por María Pagés Flamencos del altozano. Y la sensualidad y la naturalidad con la que el sevillano se agarra la portañuela para recordarnos lo importante que es tomarse la vida con alegría.
Andalucía es la impotencia y el cante casi agónico con que se queja la voz de Enrique Morente en la Fantasía de Cante Jondo, coreografiada por Javier Latorre, que sirvió a los bailaores para mostrar que el flamenco es el lenguaje que refleja con más fuerza nuestras inseguridades.
También el ensueño. Una soleá que se abre y aspira a imponer luz frente a los compases grises, como hizo una pletórica Úrsula López con los volantes de su blanca bata de cola eterna en La Leyenda, pieza de José Antonio.
Andalucía es la entrega. El arrebato incontrolable que se dispara en los cuerpos cuando la pasión se desata buscando el roce. Tal y como revivimos en ese Viaje al Sur -de Cristina Hoyos y Ramón Oller– al que nos invitaron desde la delicadeza y la vehemencia, Rosa Belmonte y Mariano Bernal, los maravillosos bailaores solistas en la obra original.
También es el dolor y la furia del que no encuentra su sitio y tampoco está preparado para asumir su final. Como el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías que Rubén Olmo y Álvaro Paños llevó a escena en una atractiva propuesta cuyo efecto se mantiene intacto con el paso del tiempo y que aquí nos volvió a atrapar con Cristian Lozano como protagonista.
Andalucía es memoria. El recuerdo, la historia y el patrimonio que han ido dejando durante generaciones artistas imborrables como los que recuperó Rafaela Carrasco En la memoria del cante. Esa rondeña de Ramón Montoya en la que los seis bailaores parecían ser cada una de las cuerdas de su guitarra o esas cantiñas de La Macarrona que la propia Carrasco volvió a homenajear con maestría sobre un pequeño tablao evidenciando de paso la magnífica escuela que ella misma ha dejado a su paso por este ballet.
También, como se proyectó Con Permiso en la apoteósica pieza final firmada por Úrsula López, actual repetidora de la institución, queremos pensar que es futuro y esperanza. Aunque mo entendamos la espera para abrir una nueva convocatoria de su dirección y reconozcamos que este elenco no es el de otros tiempos. Y nos cueste asumir el periodo de absoluto estancamiento e indefinición que vive el BFA, viendo lo que ha dejado sobre las tablas y lo que ha supuesto para muchas de las principales figuras del baile que iniciaron aquí sus pasos y lo recordaban ilusionados en la copa que se ofreció al final.
Por eso, nos fuimos sintiendo que la efeméride tenía sabor a despedida y nos preguntamos si es tan difícil que las instituciones públicas se tomen en serio los proyectos y pongan todos sus esfuerzos en hacerlos crecer. No con brindis al sol sino con equipo y objetivos que, por ejemplo, hubieran hecho de este aniversario un acontecimiento mediático de interés nacional. Pero eso ya lo cuento otro día.