TRÍO ARBÓS + RAFAEL DE UTRERA / Festival Arte Sacro

Trio Arbos Rafael de Utrera

Trio Arbos Rafael de Utrera

TRÍO ARBÓS + RAFAEL DE UTRERA / Festival Arte Sacro

Flamenco Envisioned. Juego y teoría del duende V / Año Lorca

Museo Nacional del Prado Sala 64, Planta 0 Madrid
Sábado 30 de marzo – 22.00h

ENTRADAS: Entrada libre hasta completar aforo. Consultar la web del Museo Nacional del Prado.

Sala Cuarta Pared – Madrid
Martes 2 de abril – 19.00h


CICLO MÚSICAS INFINITAS

INTÉRPRETES
TRÍO ARBÓS + RAFAEL DE UTRERA
Rafael de Utrera | cante
Cecilia Bercovich Avner | violín
José Miguel Gómez Díaz | violonchelo
Juan Carlos Garvayo Medina | piano

PROGRAMA

Duración: 70 minutos

Soleá apolá** – Thierry Pécou (1965) – La tierra con los dientes (2017)

Fandango natural* – Elena Mendoza (1973) – De dentro afuera (2016)

Malagueña* – Jesús Torres (1965) – Malagueña ausente (2016)

Tientos-tangos*  – Bernhard Gander (1969) Fancing flamingo (2017) / Paco de Lucía (1947-2014) / Canción de amor** – Mauricio Sotelo (1961)  / Bulería Arbós. Ritual (2017) / Moraíto Chico (1956-2011) Buleriando**

*(adaptaciones del flamenco tradicional por el Trío Arbós)
**(transcripciones para trío de Juan Carlos Garvayo)

NOTAS AL PROGRAMA

La lucha por la libertad es el tema que inspira esta noche y el Trío Arbós junto al cantaor Rafael de Utrera adaptan su concierto sobre el repertorio lorquiano para conectarlo con Francisco de Goya y dos cuadros de sus cuadros presentes en esta sala, El 2 de mayo de 1808 en Madrid o «La lucha con los mamelucos» y El 3 de mayo en Madrid o «Los fusilamientos».

Este concurso, que ha sido subvencionado por el excelentísimo Ayuntamiento con la cantidad de 12.000 pesetas, tiene como finalidad el renacimiento, conservación y purificación del antiguo cante jondo (que se llama también algunas veces cante grande) y que, mal estimado e incomprendido por las gentes de ahora, se considera como un arte inferior, siendo por el contrario una de las manifestaciones artísticas populares más valiosas de Europa.

(Folleto del Concurso de Cante Jondo celebrado en Granada en 1922).

Estaba delante de nuestras narices, pero no lo veíamos. Pasaban los años y teníamos la sensación de que algo nos faltaba. Más de veinte años visitando las músicas más diversas: desde los tríos de Haydn, primeros ejemplos maduros para este medio, hasta las más recientes y audaces composiciones escritas para trío y, sin embargo, la sensación de carencia persistía…

Un día, después de uno de esos conciertos exigentes que te dejan el alma y el cuerpo medio apaleados, escuchaba de vuelta a casa en el coche al cantaor Fernando Terremoto. Súbitamente tuve una suerte de revelación: “¡Es el flamenco!”. La respuesta estaba en esa música que tanto amo y disfruto pero que siempre ha permanecido al margen de la música que habitualmente toco en concierto. Una música rechazada en su día por aquella supuesta vanguardia regeneradora que, apoyada por el régimen, pretendía otorgar una inocua pátina de modernidad europea al páramo cultural en el que estábamos sumidos, e ignorada hoy día por los herederos de los dogmas instaurados por aquellos profetas de la única y verdadera música.

A pesar de que Don Manuel de Falla nos dejó bien claro el gran valor de este arte en el texto del Primer Concurso de Cante Jondo, la nueva música española construida sobre el vacío de exilio y ausencia que dejaron los epígonos de Don Manuel, decidió desterrarla al olvido, despreciando su poder expresivo, su refinamiento y su complejidad en aras de una argumentación peyorativa y espuria plagada de absurdos complejos históricos, sociológicos y políticos que nada tienen que ver con su poderosa sustancia musical.

Pero los tiempos han cambiado. La posmodernidad ha pulverizado aquellos axiomas inamovibles, y la recomposición de lugar ha dado pie a oportunidades para revisar y repensar… El reto estaba servido y decidimos lanzarnos a la aventura. Seleccionamos a siete compositores (cuatro españoles, un francés, un italiano y un austríaco) y les propusimos crear una obra con dos premisas. La primera de carácter práctico: que no superaran los 10 minutos; y la segunda, que su punto de partida (o de llegada) fuese una reflexión sobre el flamenco. He de decir que la respuesta fue unánimemente entusiasta. Parecía como si hubiesen estado esperando una propuesta similar durante años y nadie se hubiese atrevido jamás a planteársela. Además, no solo instábamos a los compositores a que plasmaran en sus obras su personal relación con el flamenco, sino que nos obligábamos a nosotros mismos a sumergirnos de lleno en el estudio de esta música con objeto de intentar trasladar la riqueza de la guitarra flamenca al trío clásico con piano y así intercalar diversos cantes tradicionales a modo de interludios entre las obras de nueva creación.

El resultado es fascinante. Siete obras de estilos muy distintos que derraman su mirada sobre el atractivo mundo sonoro del flamenco desde ópticas muy personales. Desde la interioridad exquisita de Elena Mendoza, hasta la prodigiosa recreación de una bulería de la Paquera a través del “flamenco espectral” de Mauricio Sotelo. Desde el arco de música vibrante cuya tensión se forja gracias a la contundencia visceral de Thierry Pécou con ecos del poeta Miguel Hernández, a la pulsión rítmica implacable expuesta por Bernhard Gander, o a la adhesión natural a la gran música española representada por Jesús Torres en su brillante malagueña. Y todo ello entreverado por la portentosa voz del cantaor Rafael de Utrera, heraldo de una pureza flamenca que clama ser por fin atendida y respetada.

Desde nuestro bautizo flamenco en el Auditorio Nacional de Madrid en octubre de 2018, nuestra pasión por el flamenco ha ido creciendo en cantidad y en calidad: una vez inoculado el “virus” y tras numerosos conciertos y colaboraciones con diversos cantaores de altura, nuestro “ser” flamenco busca ramificaciones por donde extenderse. Fruto de ello son nuestras adaptaciones para trío de temas de Moraíto Chico, Tomatito o Paco de Lucía o la nueva hornada de encargos que dentro de este proyecto en evolución, continúan la senda de ese encuentro provocador y necesario.

Juan Carlos Garvayo

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